| Naborí |
Valiente |
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2 |
| Oh,
campesino!, mirada |
Campesino,
tierra en pie |
| escrutante que
se pierde |
con surco de
arriba abajo, |
| por toda una
noche verde |
el oro de tu
trabajo |
| que no sabe de
alborada! |
lo amasa quien
mal te ve. |
| Persisten en
tu morada |
El que no sabe
el porqué |
| miserias
precoloniales, |
de tu mano
encallecida, |
| pues cual
hojas otoñales |
y derrocha y
dilapida |
| sobre tus
melancolías |
el fruto de tu
dolor; |
| van
descendiendo los días |
con burlas
para el sudor |
| lentos,
pesados, iguales. |
de tu ropa
percudida. |
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4 |
| El tiempo se
ha detenido |
Ninguna voz
llega al alma |
| en ti, guajiro
de acero, |
de Cuba como
tu voz, |
| por lo que
hasta tu sombrero |
cortante como
la hoz, |
| tiene el color
del olvido. |
guajira como
la palma. |
| El progreso ha
convertido |
En esas noches
de calma |
| en ciudad más
de un batey, |
afiebradas por
Vulcano, |
| y ha
mecanizado al buey, |
tu voz sale
por el guano |
| a la carreta,
al arado, |
huyendo, como
si fuera |
| pero tú sigues
parado |
un pájaro que
le huyera |
| en la hora
siboney. |
a la jaula del
verano. |
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6 |
| Hay un
monstruo feudalista |
Cuba eres tú,
campesino, |
| que sólo caña
procura |
con tus manos
laboriosas; |
| y lleva en su
sangre impura |
tú estás en
todas las cosas |
| diabetes
capitalista. |
hondas del
patrio destino. |
| Sordo, voraz,
egoísta, |
En el dolor
del camino |
| no tolera otro
sembrado, |
triste del
desalojado, |
| y por él, por
su pecado, |
en la reja del
arado, |
| el tiempo
muerto es tan frío |
en la polaina,
el machete |
| como un
caldero vacío |
y el herido
caballete |
| sobre un fogón
apagado. |
de un bohío
abandonado. |
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8 |
| Hay otro
monstruo sombrío |
Tu voz de
engaños dolida |
| que en sus
apetencias de amo |
se queda en la
guardarraya: |
| no quiere
dejar un tramo |
alguien le
impide que vaya |
| de tierra para
un bohío. |
al Palacio, y
ser oída. |
| Toma la loma,
el bajío, |
El que te
exprime la vida |
| el río, los
callejones, |
te amarra la
voz también, |
| derriba nobles
horcones |
porque su
holganza y su bien |
| y echa
familias hambrientas |
tienen puntos
elevados, |
| a las rutas
polvorientas |
mientras más
encarcelados |
| que van a las
poblaciones. |
tus
sentimientos estén. |
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| Cuando la
zafra termina |
La escuela
rural no llega |
| cesan el
“tiro” y el “corte”. |
más allá de
cinco millas |
| ¡Cuánto
champaña en el Norte! |
de donde
hiriendo rodillas |
| En mis campos,
¡cuánta ruina! |
el político la
entrega. |
| Aquí la gota
de harina, |
Allá en el
monte, en la vega, |
| el parásito,
el dolor; |
a respetable
distancia, |
| allá, ríos de
licor |
llora de
olvido una infancia, |
| en pipas de
grifo abierto… |
y el eco de
sus sollozos |
| ¡Ay, sombra
del tiempo muerto, |
se pierde en
los calabozos |
| tiempo muerto
y matador! |
sombríos de la
ignorancia. |
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| ¡Oh, machetero
–ciclón |
En la vivienda
con techo |
| que tumba y se
tumba él! |
de guano y
piso de tierra, |
| Tumbas la caña
de miel |
manos de
sombras te cierra |
| y ella te
tumba el pulmón. |
la portada del
Derecho. |
| Te viertes en
profusión |
Tus hijos bajo
el acecho |
| de sudor por
cada poro… |
del parásito
maldito, |
| Caña, caña es
tu tesoro, |
claman
justicia, y su grito |
| pero hay una
mano extraña |
no más que
mofas recibe |
| que te roba
sangre y caña |
del indolente
que vive |
| para
transfusiones de oro. |
en Palacio de
granito. |
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| Jamás es tuyo,
veguero, |
Cuando la
maternidad |
| el tabaco que
es tan tuyo. |
dice a la
mujer que hay entre |
| Tú le
enciendes un cocuyo |
el espacio de
su vientre |
| en el labio al
mundo entero. |
viva una
felicidad… |
| Embriagas al
extranjero |
Allá en triste
soledad, |
| con la hoja
más escogida; |
tierra
adentro, la mujer |
| pero una boca
homicida |
campesina ve
nacer |
| en el festín
de un atraco, |
a su niño en
triste cuna, |
| como se fuma
el tabaco |
al aire, al
sol, a la luna |
| también te
fuma la vida. |
queriendo otra
estrella ser. |
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| Hombre
laborioso que |
Los caminos
vecinales |
| sobre el lomo
de la sierra |
han sido una
frustración; |
| le descubres a
la tierra |
el estrecho
callejón |
| el milagro del
café: |
y tus penas
son iguales. |
| trabajas con
honda fe |
Y cuando aguas
torrenciales |
| y tu premio
siempre ha sido |
inundan
siembra y camino, |
| penas que han
ennegrecido |
¿quién eres
tú, campesino? |
| el espejo de
tu vida, |
Un preso
incomunicado… |
| como cuando en
agua hervida |
¿Será porque
el hombre honrado |
| echan tu
pulmón molido. |
no merece otro
destino? |
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| Los afanes
invasores |
El político,
funesto |
| de la caña y
el ganado |
mercader de tu
conciencia, |
| tierra casi no
han dejado |
para su
concupiscencia |
| para los
frutos menores. |
siempre es
ánimo dispuesto. |
| Pequeños
agricultores |
Si te
enfermas, está presto |
| sin depósito
de frío, |
a llevarte al
hospital; |
| transporte ni
regadío, |
te lleva… cura
tu mal |
| van a los
intermediarios |
los médicos
que has pagado; |
| como arroyos
tributarios |
y él, con eso
te ha comprado |
| que van a
morir al río. |
lo más puro:
el ideal. |
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20 |
| Eres, oh,
tierra profunda |
Tu día no es
este día |
| de quien te
hace florecer, |
de luz y
música y fiesta: |
| del modo que
es la mujer |
el día de tu
protesta |
| del hombre que
la fecunda. |
no ha llegado
todavía. |
| El que de
sudor te inunda, |
Tu grito de
rebeldía |
| el que te
labra y te cuida, |
será la mejor
tonada; |
| debe vivir de
tu vida |
y Cuba estará
empinada |
| y ser tu dueño
y señor… |
en el marco de
tu base, |
| No hay
escritura mejor |
porque el
triunfo de tu clase |
| que una mano
encallecida. |
es la patria
liberada. |