MONOGRAFÍA DE
VÍCTOR NICOLÁS DI SANTO
[Décimas de sonido forzado: 1) ANTO - 2) ÍA - 3) ELA - 4) ÓN ]
Víctor
Nicolás Di Santo
soñó
que un lejano día
llovería
la poesía
igual
que gotas de llanto.
La
décima fue su encanto
y a
la gloriosa espinela
fue
siguiéndole la estela
para
mantener la unión
que
brota del corazón
como
nota de vigüela.
Tanto
él investigó, tanto,
con
Gabino como guía,
que
aun cerca de su agonía
le
ofreció su último canto.
La
pobreza y el quebranto
dejaron
triste secuela
vendiendo
toda su escuela
de
académica misión,
por
cumplir su comisión
que
le sirvió de tutela.
Mis
rimas aconsonanto
elogiando
su hidalguía,
me
nutro de su energía
y en
su vuelo me levanto.
Como
el manco de Lepanto, ([1])
aunque
este galope duela,
le hinco
bien firme mi espuela,
vuelo
con pluma de halcón,
con
el rugido de un león
y potente
cual gacela.
Y esta
rapsodia adelanto
con
franca categoría,
por
su vasta antología
y en
su legado me planto.
Lo investigo
y entretanto
hoy
le elevo esta espinela,
mi canto
nadie cancela,
pues como
él, tengo pasión,
plasmaré
mi vocación
hasta
el fin, en mi parcela.
Rubén
Sada.
[1]) Manco de Lepanto. Apodo atribuido a Miguel
de Cervantes Saavedra, creador de “Don Quijote de la Mancha”, libro novelesco
más traducido y vendido de la historia, después de la Biblia.
BIOGRAFÍA DEL PAYADOR VÍCTOR DI SANTO
(con valiosa información del tradicionalista Raúl Risso)
Víctor Nicolás Di Santo nació en el barrio de Nueva Pompeya, Capital Federal, el 25 de abril de
Payador Víctor Nicolás Di Santo |
El investigador y payador
Víctor Di Santo, falleció el 10 de febrero de 2005, en Boulogne. En 1959 debutó
como payador en el Club Atlético River Plate de Monte. Cruzó cuerdas con todos
sus contemporáneos, entre los que se destacan Felipe Arellano, Roberto Ayrala,
Aldo Crubellier, Jorge Soccodato y Rodolfo Lemble. Publicó, entre otras obras,
"El canto del payador en el circo criollo", "El payador, su arte
y su canto" y "Payadores y política". Encontró en José Curbelo
a un estrecho colaborador.
Escribe Raúl Risso:
Imperturbable la vida cumple
su designio y nos obliga -de tanto en tanto-, a escribir las páginas no
deseadas en ese momento y por esos motivos. Y hacemos esta introducción porque
con todo respeto y admiración debemos ahora evocar al amigo Víctor Nicolás Di
Santo, quien tras luchar un año con una cruel enfermedad, falleció en su casa
de Boulogne (San Isidro), el 10 de febrero del año 2005. Tenía 63 años,
como que había nacido en Capital Federal, el 25 de abril de 1941,
transcurriendo sus primeros 13 años de vida en Villa Martelli, partido de
Vicente López, para radicarse a partir de allí en “su pago de toda la vida:
Boulogne”.
Tempranamente se acercó al
tradicionalismo, y solía referir con sincero orgullo que registraba como Socio
Honorario Nº
13 del Círculo Criollo “El Rodeo” de Moreno, una de las instituciones pioneras
en la provincia.
Quizás fue poeta antes que payador, ya que a
eso de los 15 años compone sus primeros versos, que a veces recitaba y otras
cantaba; pero el germen repentista por allí andaba, y junto a Felipe Luján
Arellano hace su primera presentación profesional como payador, cuando tiene 18
años; antes -más adolescente- había conocido y tratado al payador moreno Juan
José García, y al payador de origen neuquino Juan Quiroga, a quien frecuentó
bastante y junto a quien amasó su sueño payador. Su destino ya estaba marcado,
el canto alterno era su prioridad, por eso dijo hace muchos años:
“En la décima espinela
hoy el payador se planta
y surge de su garganta
un murmullo de vigüelas;
las cadenciosas estelas
de un canto antiguo y gentil
se hacen punzante buril
para tallar frente a frente
la vigencia permanente
del arte payadoril.”
Una simple relación de fechas
nos dice que ejerció el arte de su canto improvisado por espacio de 45 años. Pisó
escenarios desde clubes barriales a teatros porteños, de la reunión del boliche
a la Peña de Coronel Dorrego, del fogón de la jineteada al encuentro
internacional de payadores. Pero sus inquietudes no se agotaron con el poeta y
el payador; hombre curioso e inquieto, ávido de conocimientos, se abocó a la investigación,
pero a la investigación verdadera, no al ‘dicen’ o ‘me contaron’, “puro jarabe
de pico”, sino a todo aquello con respaldo documental, con testimonio escrito.
Y ese método de trabajo floreció en “El payador, su arte y su canto” (l985) y
“El canto del payador en el circo criollo” (1987), y en “Gabino Ezeiza
-precursor del canto payadoril-”, libro que aparecerá póstumamente pues alcanzó
a ingresarlo a la imprenta y a hojear algunas pruebas.
Y ansiosos por ver la luz
quedaron otros trabajos por los que hacemos votos para su futura edición, uno
referido a la “Los Centros Criollos de Carnaval”, y el otro a “Los Cuchilleros
de Buenos Aires”.
Pero no todo es libro, por eso
también difundió sus investigaciones por las páginas de revistas como: Todo es Historia,
Rincón del Payador, Tarareando y Club de Tango, todas de la Ciudad de Buenos
Aires; Pa’l Gauchaje, de La Plata, y El Tradicional, de la Ciudad de San
Martín.
Un puñado de sus bien rimados
y gauchos versos fueron publicados en un opúsculo de 20 páginas que tituló
“Tierra Campa” (1978), y algunos de estos han sido llevados a la grabación por
intérpretes como Héctor Del Valle y Jorge Berón, entre otros.
Sintió con pasión todo lo que
hizo, y cada vez que encaró un proyecto lo vivió poniendo lo mejor de sí. Fruto
de su impulso fue aquel “certamen de payadores noveles” que se llevó a cabo en
la Agrupación Tradicionalista “La Montonera” de Ensenada en 1985, y que sirvió
de espaldarazo a un grupo de jóvenes que 20 años después siguen en la brega con
un lugar bien ganado: Otero, Huenchul, Moreno, Ocaña... Y si el entonces
gobierno municipal de la Ciudad de Buenos Aires, por Decreto 6256/86 declaró el
“Día del Payador”, no estuvo ajeno su ímpetu creador; como tampoco lo estuvo en
la coronación de esa fecha, llevando el canto payadoril al centro porteño y a
un teatro como el “Presidente Alvear”, cumpliendo un sueño dorado.
Y aunque la vida le cortaba
las alas a sus vuelos, él trabajó hasta el último hálito de vida, como lo
demuestra el hecho de haber ingresado a la imprenta los originales de su
investigación sobre Ezeiza.
Pero su suerte estaba echada,
y a las 19:30 hs. del jueves 10 de febrero [de 2005] se cortó su aliento, se cerraron sus
ojos... o ¿por qué no? se abrieron en otra dimensión para ver la vida desde
otra perspectiva.
Dispuso como última voluntad,
que su guitarra -compañera acunadora de sueños-, quede en las manos de su
colega Jorge Soccodato, como certificando aquella ofrenda literaria hecha en
1978 en “Tierra Campa”, cuando a las seis décimas de la primera composición
justamente titulada “Mi Guitarra” las dedica “Al payador argentino Jorge
Alberto Soccodato”. Sin duda, derechura de un rumbo.
Del mismo modo ha querido que
su importante biblioteca se incorpore a la “Biblioteca Carlos Moncaut” de la
Asociación Argentina de Escritores Tradicionalistas, institución a la que se
acercó a poco de fundada, donde alguna vez fuera galardonado con el Primer
Premio de un certamen de poesía gauchesca, y con la que varias veces colaboró
desempeñándose como Jurado de sus certámenes, como incluso había ocurrido en
noviembre de 2004, a
pesar de su salud menguada.
Se apagó una vida preocupada
por desentrañar aspectos de un pasado cercano que necesitan ser rescatados y
resguardados, y se encendió otra estrella en el firmamento criollo del cielo
nuestro.
Las guitarras payadoras están
de duelo, y en las hemerotecas de los archivos, los grandes libracos permanecen
cerrados, y es que ha dicho ¡adiós! el Payador Víctor Nicolás Di Santo.
¡Adiós, amigo... hasta
siempre!
(28/02/2005)
(Publicado en el Boletín
Informativo N° 44, 05/2005, de la AAET) Con gran alegría he conseguido "nuevo" el libro de Gabino Ezeiza escrito en vida por el payador Víctor Di Santo, y publicado posmortem por su viuda Marta Argentina Romero y editado e impreso por la Editorial Distribuidora Quevedo en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, ISBN 978-987-9246-34-4, de 416 páginas, investigación que le llevó al autor prácticamente "toda su vida" y apenas pudo ver la prueba de galera, porque días antes de ser publicado, Di Santo falleció, un fatídico 10 de febrero de 2005, víctima de leucemia, en su casa de Boulogne. El prólogo es nada menos de que Félix Luna.
Aquí tengo su legado.