Lucas nunca pensó que un día cualquiera en la estación de tren podría cambiar su vida.
Entre el ajetreo de la multitud y el eco de los anuncios, sus ojos se cruzaron con los de una joven que intentaba recoger un libro que se le había caído. Él se apresuró a ayudarla y, al devolverle el ejemplar, leyó el título en voz alta:
—"Versos para una unión"… Suena interesante.
La joven, llamada Sofía, sorprendida, sonrió.
—Es mi favorito. Siempre encuentro en sus páginas algo nuevo, como si cada vez hablara de lugares diferentes que debo conocer.
Desde ese primer encuentro, la terminal del tren pareció conspirar a su favor. Se volvieron a ver en la misma estación, a la misma hora, durante varios días.
Entre charlas improvisadas y sonrisas furtivas, se dieron cuenta de que compartían una conexión especial entre ellos y que aunque eran distintos en muchos aspectos, cuando estaban juntos se sentían en unión. Era una unión casi espiritual.
Un día, mientras caminaban por el parque, Sofía sacó dos entradas de su bolso.
—¿Te gusta la música en vivo? Tengo entradas para un recital este sábado. Dicen que este artista tiene una manera única de tocar el alma con sus canciones.
Lucas aceptó sin dudar. La noche del recital, el teatro estaba repleto de luces y murmullos expectantes. Cuando el cantante salió al escenario y comenzó a entonar su primera canción, Lucas sintió que cada palabra resonaba en su corazón. Pero no fue hasta la mitad del concierto cuando todo cobró un nuevo significado.
El cantante, desde el escenario anunció:
—La siguiente canción se titula “Tres razones para amar”. La gente del público empezó a aplaudir con euforia.
…
La melodía envolvió el ambiente, y Lucas, sin darse cuenta, giró su rostro hacia Sofía. Ella también lo miraba, con una intensidad que iba más allá de la música. Durante toda la canción, ninguno apartó la vista del otro. Cada verso parecía estar escrito para ellos, como si la melodía tejiera el hilo invisible de la unión, que los había hecho conocerse fortuitamente.