ELEGÍA AL PÁJARO ENJAULADO
Y
por eso es que yo tenía jaula
y
allí dentro, tenía yo mi pájaro,
porque
en cada mañana él me cantaba
y
me hacía sentir vivo a su lado.
Lo
crié de muy pichón, el más hermoso,
pues
su madre lo había abandonado,
cuando,
de un temporal grande y furioso,
obligada
se vio, a huir escapando.
Lo
encontré lamentando mucho frío
y
tomé al polluelo entre mis manos,
mi
mirada le dijo "ven conmigo"
"estarás
bien seguro, alimentado".
Las
primeras mañanas no hubo trino,
procuré
con calor y amor salvarlo,
infaltables
en su jaula agua y mijo,
y
en el alba al tercer día oí su canto.
Parecíamos
un padre con su hijo,
¡qué
idiotez! Si supongo soy humano,
lo
supongo pues, creo, cuando sepan
qué
pasó, no habrán de perdonármelo.
Fue
creciendo y cantaba de alegría
celebrando
la vida, mi buen pájaro,
su
trinar cada día me anunciaba
la
aurora, el mediodía y el ocaso.
Una
tarde de sol recalcitrante
en
la sombra quedé duro y planchado:
el
sueño me invadió en un corto instante
descansando
del vino y del trabajo.
Pero
él desde su jaula me cuidaba
y
empezó a detectar un negro vaho,
era
el humo del fuego de un incendio,
¡se
quemaba el techo de mi rancho!
Su
sirena encendió como un bombero,
me
alarmó con su pico y con su canto.
Gracias
a él, despertó un revoloteo,
gracias
a él fue que pude yo apagarlo.
Yo
no sé qué tendrán aquellos bichos,
pero
cuenta se dan del tiempo malo.
Y
nuevamente festejé la vida
como
cada mañana, con su canto,
mi
bebé era toda mi alegría,
pero
allí lo tenía, yo enjaulado.
Al
final, mi conciencia me decía
perturbada,
que debía liberarlo,
¿para
esto será que él cantaría?
¿Tal
vez quería ser libre el emplumado?
¡Será
tu libertad tu justo premio!
¡Te
daré la libertad, precioso alado!
Y
le abrí a partir de allí la puerta
que
lo había mantenido aprisionado.
Pero
él... no se escapó, quedó muy cerca,
como
diciendo "estaré siempre a tu lado".
Desde
ese día, la jaula estuvo abierta
y
sobre ella cantaba mi buen pájaro.
No
intentaba escaparse, no hizo falta,
pues
alimento nunca le ha faltado.
Pero
un funesto día allí no estaba,
y
corrí y lo busqué desesperado
por
todos los rincones de mi casa
pensando
"¿adónde fue? ¿Qué le ha pasado?"
Fui
al jardín del fondo y entre lágrimas
revolví,
cada planta y cada árbol,
escarbé
cada centímetro del cielo
para
ver si feliz, seguía volando.
¿Será
ahora mi ángel de la guardia
confundido
con Dios, allá en lo alto?
¡Cada
esquina de mi desesperanza,
la
tierra parecía haber tragado!
¡Él
nunca apareció y estoy de duelo!
¡En
mi jaula hay silencio y desencanto!
Me
pregunto, mi hermano, "¿estarás vivo,
o habrás muerto y ya no estás volando?
¿Volverás
algún día a ser mi amigo?
¿Oiré de nuevo tu melodioso canto?"
¡Qué
efímera existencia, la de un ave!
¡Qué
eterna es la prisión del desgraciado!
Y
desde aquí, mi jaula, ya vacía
canta elegías al pájaro enjaulado.
©
Rubén Sada. 04/03/2015.