Horacio Guarany junto a José Larralde.
Dos de los máximos exponentes del folklore argentino.
A HORACIO GUARANY
Desde el núcleo de mi alma
con mis pómulos hidrófugos,
mis versos se escapan, prófugos,
dirigiéndose a mi palma.
Me enteré que se fue en calma,
pero su miel dejó aquí,
voló como el camoatí
con alas de un diapasón,
de luto está la canción:
“se fue Horacio Guarany”.
Guitarrero y pescador,
cantor entre los cantores,
se ganó entre los autores
el pedestal del honor.
Padecimiento y amor,
al espanto grita y muerde,
por el que sufre, el que pierde,
por el peón que se persigna
y llora un llanto que indigna
"lágrimas de Plumas Verdes".
Cantor de nueva esperanza,
cantor de luz y alegría,
con el pueblo y la poesía
has firmado firme alianza.
Legado es tu remembranza,
de honesto y fiel trovador,
por el sufriente dolor,
canto que aquí reverencio,
y ante el canalla silencio:
"que no se calle el cantor".
Esta noche mil guitarras
desangran al infinito,
se fue el cantor, mas su grito
mil corazones amarra.
Su mensaje es la moharra
de una copla inquebrantable,
vaya aquí mi canto amable
y el vino de mi poesía,
a quien cantó en rebeldía,
"igual que un potro indomable". ¡Nunca te calles, cantor! ¡Sé la luz del oprimido! Nunca te des por vencido y encomiéndate al Señor. Me ilumina tu fulgor, el bien que tu surco labra, que tu canto siempre abra las puertas de la justicia… Tu siembra recién inicia, ¡sembrador de la palabra!
“Mi canto se hace grito porque el canto me ha quedado pequeño en la garganta. Yo traigo el grito de aquel que no ha podido gritar que lo que gana no le alcanza. Yo no temo gritar porque este grito me viene arando el corazón y el aire. Es el mismo grito que en el Chaco gritó mi abuelo y no lo escuchó nadie. Quieren que calle porque mi silencio les ayuda a golpear al indefenso, le tienen miedo al puñal de mi guitarra y a las voces que escucho de los vientos. Quieren que calle, quieren que tan sólo mi canto hable de amor o de paisajes. A mí me duele el dolor de tanta gente que le han talado con hambre su coraje. Amo el amor de las muchachas dulces, amo el romance del sauce con el río. Pero amo al hombre de la espalda rota y a su hambre y su dolor los hago míos. Vengo a gritar aquello que otros callan, de amor y besos abundan los cantores. Yo traigo el grito herido de mi pueblo, no es culpa mía si no traigo flores.”