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4 de febrero de 2024

LA ESCUELA DE LA CALLE

 


LA ESCUELA DE LA CALLE


LA ESCUELA DE LA CALLE

[1]
La calle ha sido mi escuela
y aprendí mucho, aseguro,
fue donde forjé el futuro
y el final de mi novela.
Me clavó más de una espuela
mientras me dio de comer,
cada nuevo amanecer
yo me presenté en su aula,
los barrotes de su jaula
son pizarra del saber.

[2] La calle me abrió los ojos en mañanas de arrebol, allí vi nacer el sol y escuché a los petirrojos. Madrugadas con abrojos que dieron sangre a mi herida y alguna calle florida también me reconfortó, al respirar el olor en el jardín de la vida. [ESTRIBILLO] La calle fue la academia de mi mente autodidacta, y mi aprendizaje extracta el elogio y la blasfemia. Hoy, que la vejez me premia no puede ser que desmaye o hacer que en silencio acalle por migajas, la verdad, yo nutrí mi libertad en la escuela de la calle. [3] La calle fue mi maestra y agradezco su enseñanza, me dio bienaventuranza o fue asesina siniestra. Bien y mal hubo en su diestra y cuando intentó matarme, siempre conseguí escaparme esquivando el fuego gris de este maldito país que se empecina en odiarme. [4] Respiré bosta y gasóleo y enfrenté a más de un bulldog, me obligó a beber su smog y me alimentó a petróleo. Fue de Boticelli el óleo donde retrató al infierno, me heló la sangre su invierno y me asé en cada verano, el diploma de baqueano tiene YECA en el cuaderno. [ESTRIBILLO] La calle fue la academia de mi mente autodidacta, y mi aprendizaje extracta el elogio y la blasfemia. Hoy, que la vejez me premia no puede ser que desmaye o hacer que en silencio acalle por migajas, la verdad, yo nutrí mi libertad en la escuela de la calle.
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© Rubén Sada. 4/2/2024.

*ANÁLISIS DE LA CANCIÓN
“LA ESCUELA DE LA CALLE”.*

1. Contexto.
“LA ESCUELA DE LA CALLE”, fue escrita el 4/2/2024 por Rubén Sada, encapsulando vivencias del autor con la lucha cotidiana por sobrevivir en un contexto muy difícil, y su resiliencia frente a las adversidades. Utilizando la metáfora de la calle como una institución formativa, un lugar de aprendizaje duro pero auténtico, el autor nos explica sus experiencias cantadas con un fondo estridente de rock furioso pero muy pegadizo y melodioso, que le da el marco exacto al contenido para realzarlo y destacar el mensaje que quiere transmitir.

2. Estructura.
La letra se compone de cuatro estrofas de diez versos cada una (décima espinela), más un estribillo que se repite dos veces. Cada estrofa y estribillo sigue un esquema de rima consonante (abba.accddc), típico de la décima espinela, una forma tradicional en la poesía hispanoamericana que el autor usa habitualmente. El ritmo es fluido, con versos octosílabos que aportan musicalidad y facilitan la recitación o el canto, características de la poesía popular y del estilo de Sada, influenciado por la métrica clásica.

3. Temática central.
El tema principal es la calle como una escuela de vida, un espacio de aprendizaje no convencional donde el narrador adquiere conocimientos a través de experiencias crudas, tanto positivas como negativas. La calle es presentada como una entidad ambivalente: una maestra que enseña, pero también un entorno hostil que lastima y desafía. El poema reflexiona sobre la libertad, la resistencia y la identidad forjada en un contexto de adversidad, con un tono de orgullo y rebeldía frente a las dificultades.

4. Análisis estrofa por estrofa.

[1]
“La calle ha sido mi escuela
y aprendí mucho, aseguro,
fue donde forjé el futuro
y el final de mi novela.
Me clavó más de una espuela
mientras me dio de comer,
cada nuevo amanecer
yo me presenté en su aula,
los barrotes de su jaula
son pizarra del saber.

El autor nos introduce en la escena, el espacio (la vía pública) y el tiempo (el pasado) donde forjó el futuro (el hoy, desde el cual está narrando lo que aconteció antes). La afirmación "aprendí mucho, aseguro" (v. 2) transmite una certeza absoluta, reforzando la autoridad de la experiencia vivida. La calle es el lugar donde el hablante "forjó el futuro" (v. 3), sugiriendo un proceso activo y laborioso de construcción personal, mientras que "el final de mi novela" (v. 4) introduce una dimensión narrativa, como si la vida del hablante fuera una historia cuyo desenlace se escribió en ese entorno.
La estrofa explora la dualidad inherente a la calle, que es tanto cruel como generosa. En el verso "me clavó más de una espuela / mientras me dio de comer" (vs. 5-6), la imagen de la espuela —un elemento punzante usado para dirigir caballos— evoca dolor y coerción, mientras que "me dio de comer" señala su papel como proveedora de sustento. Esta dicotomía refleja la ambivalencia de la calle: un lugar que lastima, pero también enseña, dirige y permite la supervivencia. Los versos 7 y 8 ("cada nuevo amanecer / yo me presenté en su aula") destacan la disciplina y constancia del hablante, quien asistió puntualmente a su trabajo callejero durante más de 30 años, con escasas ausencias incluso ni por enfermedad. Esta dedicación subraya un compromiso inquebrantable, no solo con el trabajo, sino con la "escuela" de la calle como espacio de aprendizaje continuo.
El cierre de la estrofa introduce una imagen poderosa: "los barrotes de su jaula / son pizarra del saber" (vs. 9-10). La calle, aunque restrictiva como una "jaula" que impone obligaciones y limitaciones (económicas y sociales), se transforma en una "pizarra" donde se escribe el conocimiento. Esta metáfora fusiona opresión y aprendizaje, sugiriendo que las dificultades de la calle son, paradójicamente, la fuente de su experiencia actual. El uso del término "saber" eleva la experiencia callejera a un plano de conocimiento profundo, casi filosófico.

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[2]

“La calle me abrió los ojos
en mañanas de arrebol,
allí vi nacer el sol
y escuché a los petirrojos.
Madrugadas con abrojos
que dieron sangre a mi herida
y alguna calle florida
también me reconfortó,
al respirar el olor
en el jardín de la vida.

La segunda estrofa profundiza en la relación sensorial y emocional del hablante con la calle, presentándola como un espacio que despierta tanto la percepción como el dolor. El verso inicial, "La calle me abrió los ojos" (v. 1), establece a la calle como una fuerza reveladora, un lugar que agudiza la conciencia del hablante. La mención de las "mañanas de arrebol" (v. 2) evoca un amanecer teñido de tonos rojizos, un momento de belleza natural que contrasta con la dureza de la vida callejera. Este contraste se refuerza en los versos 3 y 4, donde el hablante describe cómo vio "nacer el sol" y escuchó "a los petirrojos", imágenes que conectan la calle con la vida misma, mostrando su capacidad para ofrecer instantes de maravilla en medio de la adversidad. Sin embargo, la estrofa no idealiza la calle. Los versos "Madrugadas con abrojos / que dieron sangre a mi herida" (vs. 5-6) introducen una nota de sufrimiento físico y emocional. Los "abrojos" —plantas espinosas— simbolizan las dificultades punzantes de la vida callejera, que hieren al hablante, dejando cicatrices visibles e invisibles. Esta imagen intensifica la aspereza del entorno. No obstante, la estrofa equilibra este dolor con momentos de alivio: "alguna calle florida / también me reconfortó" (vs. 7-8) sugiere que, en ocasiones, la calle ofreció consuelo, como las flores del "jardín de la vida" (v. 10) y el acto de "respirar el olor" (v. 9) evocan una conexión vital con la existencia, transformando la calle en un espacio de aprendizaje que abarca tanto lo cruel como lo esperanzador.

En el contexto de la historia personal de Sada como vendedor ambulante, esta estrofa refleja las largas jornadas de trabajo comenzadas al amanecer, donde el contacto con la naturaleza (el sol, los pájaros) y los momentos de belleza fugaz contrastaron con la lucha diaria por la supervivencia y los peligros de las calles violentas del Gran Buenos Aires, donde se desarrolla la historia.
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[Estribillo]

“La calle fue la academia
de mi mente autodidacta,
y mi aprendizaje extracta
el elogio y la blasfemia.
Hoy, que la vejez me premia
no puede ser que desmaye
o hacer que en silencio acalle
por migajas, la verdad,
yo nutrí mi libertad
en la escuela de la calle.

El estribillo, repetido dos veces en este rock, actúa como un pilar temático que sintetiza el mensaje central: la calle como una "academia" que forja una mente libre y autodidacta. La elección del término "academia" (v. 1) eleva la calle a un espacio de aprendizaje legítimo, desafiando la noción de que la educación solo ocurre en instituciones formales. La "mente autodidacta" (v. 2) subraya la autonomía del hablante, quien ha construido su conocimiento sin guías convencionales, ni siquiera escuelas seglares, sino extrayendo lecciones de la experiencia directa de su trabajo en las calles. El verso "mi aprendizaje extracta / el elogio y la blasfemia" (vs. 3-4) refleja la naturaleza selecta de este aprendizaje, que abarca lo positivo (el "elogio", momentos de reconocimiento o belleza) y lo negativo (la "blasfemia", el dolor y las dificultades).
La segunda mitad del estribillo introduce una reflexión sobre el presente del hablante: "Hoy, que la vejez me premia" (v. 5) sugiere que la madurez le ha otorgado una perspectiva clara sobre su vida, un "premio" que no es material, sino la sabiduría adquirida, disfrutada ahora que está jubilado. Los versos "no puede ser que desmaye / o hacer que en silencio acalle / por migajas, la verdad" (vs. 6-8) transmiten una postura de resistencia y dignidad. El hablante se niega a rendirse ("desmaye") o a comprometer su voz ("en silencio acalle") por recompensas insignificantes ("migajas"). El cierre, "yo nutrí mi libertad / en la escuela de la calle" (vs. 9-10), reafirma que la calle no solo le enseñó a sobrevivir, sino que le dio la libertad de ser fiel a sí mismo, un valor innegociable. Es notable y paradójico que se le adjudique a la calle haber conocido la “libertad” luego de haber asegurado en la estrofa anterior que la calle era una especie de “jaula” de la cual el poeta no podía salir, por sus compromisos. Pero a veces es así, el rigor hace que una persona conozca y reconozca el valor de la libertad. En el contexto personal de Sada, este estribillo puede leerse como un manifiesto de su identidad como poeta y trabajador callejero, cuya voz se ha forjado en la lucha diaria y no se doblegará ante presiones externas. La repetición del estribillo refuerza su carácter de lucha, casi como un himno de resistencia.
Tono: Triunfal y desafiante, con un fuerte sentido de orgullo personal (sin victimizarse) y un compromiso con la autenticidad.
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[3]

“La calle fue mi maestra
y agradezco su enseñanza,
me dio bienaventuranza
o fue asesina siniestra.
Bien y mal hubo en su diestra
y cuando intentó matarme,
siempre conseguí escaparme
esquivando el fuego gris
de este maldito país
que se empecina en odiarme.
En la tercera estrofa, la calle se personifica explícitamente como una "maestra" (v. 1), una figura ambivalente que imparte lecciones tanto edificantes como destructivas. El verso "y agradezco su enseñanza" (v. 2) refleja una aceptación madura de las experiencias, incluso las dolorosas, como parte de un proceso formativo. La dualidad de la calle se explicitada en "me dio bienaventuranza / o fue asesina siniestra" (vs. 3-4), donde "bienaventuranza" evoca momentos de plenitud al ganarse la vida con su actividad comercial, mientras que "asesina siniestra" la presenta como una amenaza mortal debido a la multitud de veces que fue asaltado y golpeado en la vía pública por ladrones que querían su dinero. Esta contradicción se refuerza en "Bien y mal hubo en su diestra" (v. 5), donde la "diestra" (mano derecha) simboliza el poder de la calle para dar y quitar.
Los versos 6-8 ("y cuando intentó matarme, / siempre conseguí escaparme / esquivando el fuego gris") narran un esfuerzo constante por la supervivencia en las violentas calles del Gran Buenos Aires. La imagen del "fuego gris" evoca a las armas de fuego y sus “balas de plomo” con las que fue amenazado en varias ocasiones de robo a mano armada, mostrando el peligro abrasador del contexto social, la pobreza y la violencia urbana. La capacidad del hablante para "escaparme" refleja su resiliencia, una cualidad forjada en la calle. El cierre, "de este maldito país / que se empecina en odiarme" (vs. 9-10), introduce una crítica social explícita contra los políticos que durante 40 años han creado esta gigantesca fábrica de pobres llamada Gran Buenos Aires, el bolsón de pobreza y miseria más gigantesco de Argentina, en el que se ha hacinado a la tercera parte de la población del país. En este contexto fue donde Sada trabajó como vendedor ambulante, y estas líneas aluden a la marginalización de la gente en barrios miserables de un conurbano violento y la hostilidad de un sistema político democrático que creó y crió a las clases bajas para dominarlas mediante la comida, mientras tanto les robaba su vida y futuro.
Tono: El tono de la tercera estrofa es crítico pero resiliente, con una fuerte carga de denuncia social pero gratitud por la fortaleza adquirida.
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[4]

Respiré bosta y gasóleo
y enfrenté a más de un bulldog,
me obligó a beber su smog
y me alimentó a petróleo.
Fue de Boticelli el óleo
donde retrató al infierno,
me heló la sangre su invierno
y me asé en cada verano,
el diploma de baqueano
tiene YECA en el cuaderno.

La cuarta estrofa ofrece una descripción visceral y cruda de las condiciones extremas de la calle en la que el autor trabajó. Los versos iniciales, "Respiré bosta y gasóleo / y enfrenté a más de un bulldog" (vs. 1-2), pintan un entorno sucio, contaminado y hostil, donde el "gas oil" y el "smog" (v. 3) simbolizan la contaminación urbana, mientras que los "bulldog" son amenazas concretas y situaciones de violencia de parte de lúmpenes marginados, que tuvo que enfrentar, elementos sociales similares a “perros violentos” que no producían nada y cuyo único propósito de vida fue robarle al que generaba riqueza con su humilde trabajo y en algunos casos, matarlos por una insignificancia (robar un celular que en 6 meses sería basura tecnológica). La imagen de "me alimentó a petróleo" (v. 4) se origina en que la fuente de sustento del vendedor eran los diversos vehículos que iba cambiando, a medida que este entorno urbano duro se los iba destruyendo.
La hipérbole de que la calle "Fue de Boticelli el óleo / donde retrató al infierno" (vs. 5-6) eleva la calle a una dimensión dantesca, comparándola con la célebre pintura que captura el sufrimiento humano. Esta referencia a Boticelli, un pintor renacentista, contrasta con la crudeza del entorno, otorgándole una dimensión mítica. Los versos "me heló la sangre su invierno / y me asé en cada verano" (vs. 7-8) describen los extremos climáticos que el hablante soportó, reflejando las condiciones físicas de trabajar al aire libre, clima que además repercutió en su salud física. Finalmente surge el premio: "el diploma de baqueano / tiene YECA en el cuaderno" (vs. 9-10) celebra la experiencia adquirida: el hablante se presenta como un "baqueano", alguien experto en navegar la calle, y la mención de "YECA" (“calle” en dialecto lunfardo) ancla el poema en la cultura coloquial argentina.
Tono: Crudo pero poético, con un reconocimiento de la dureza de la vida y el orgullo sin victimización, por la experiencia ganada.
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Conclusión general.

La canción en tono de rock, refleja la autenticidad del hablante con los frutos de su aprendizaje autodidacta. En el contexto de la vida personal de Rubén Sada, el poema se convierte en un testimonio de su experiencia como vendedor en la calle, un canto a la resiliencia y una dura crítica a las condiciones sociales y políticas que han marcado la vida de las clases sociales más pobres de Argentina. Se puede escuchar el video clip gratuitamente en este link de Youtube:
https://youtu.be/jBpbp1crHpI

19 de junio de 2023

LA ESTATUA

 

LA ESTATUA

 

Una estatua en esa esquina
a la intemperie reside,
y en el semáforo pide
una flor y obtiene espina.
La marea peregrina
de la gente pasa y pasa,
y ella sueña con la hogaza
que le calme la demencia,
en la calle indiferencia:
*aquella esquina es su casa.*
 
La estatua ofrece limpiar
los vidrios en forma audible,
pero creo, es invisible
a los autos del lugar.
Porque piensan en llegar
a empleos de paga escasa,
mientras la inflación arrasa
y depreda los bolsillos,
entre la niebla y los grillos,
*aquella esquina es su casa.*
 
A veces pulsa su mano
un cartón de letra muda,
que grita pidiendo ayuda
con la fuerza de un anciano.
Adorna el paisaje urbano
y cuando el calor la abrasa,
va a la fuente de la plaza
para refrescar ideas,
no importa que no la veas,
*aquella esquina es su casa.*
 
A veces hay baratijas
que ofrece a los transeúntes.
¿Qué son? Mejor no preguntes.
No lo saben ni sus hijas.
De inviernadas sin cobijas
se burla su piel payasa,
y el almanaque atenaza
sus manos duras de frío,
aun con tránsito vacío,
*aquella esquina es su casa.*
 
Y hace algún malabarismo
aunque en un circo no está,
come pan duro y chipá
con humor y hasta optimismo.
Todos los días lo mismo
mientras la ilusión retrasa,
la luna viste de gasa
y en abandonado coche
ha estacionado su noche:
*aquella esquina es su casa.*
 
© Rubén Sada.  19/06/2023.

5 de diciembre de 2022

PAISAJE URBANO (BOSTA Y GASOIL) de RUBÉN SADA

 

PAISAJE URBANO
[1]

Deambulo por la ciudad, mezcla de bosta y gas-oil,
mezcla de smog y cartón, letanía y soledad.
Vago errante en la metrópoli, cóctel de humo y alcohol,
coplas de triste pasión, de desprecio y desamor.

Miro a la gente pasar sin que esto me perturbe,
veo agitada a la urbe y hay latido en el lugar.
Placebos marca Qatar adormecen a la masa,
mientras al país arrasa un saqueo a corto plazo,
hoy no gané ni un abrazo y la gente pasa, pasa.

[2]
Gigantescos ataúdes, mil colosos de cemento
que se yerguen muy conspicuos penetrando el negro cielo,
con señores que están vivos y esclavos que viven muertos,
fabricando para otros más toxinas, más venenos.

Un jazmín se quiere abrir para enmascarar el tufo,
pero aparece un tartufo y le aplasta el porvenir.
Tan solo pide existir en el centro de la plaza,
mas, la abulia lo atenaza y marchita su influencia,
le han abortado su esencia y la gente pasa, pasa.

[3]
Ordenadas se nos muestran disciplinadas colmenas,
conteniendo vida y muerte, festejando triunfo y pena,
esfumando la esperanza del que espera, del que sueña,
para poder perpetuar lo frágil de este sistema.

Degradación y miseria conviven en la ciudad,
de cartón la realidad y otros hambre y periferia.
Cuando rige una bacteria con materia gris de grasa,
la verdad es perla escasa y el futuro un negro ocaso,
uno administra el fracaso y la gente pasa, pasa.

[4]
Momentos fugaces sacan, que irán al fondo de la cloaca,
y la muerte como trampa, ríe, acecha, me amenaza,
llevándoles sucias aguas al fondo de la garganta,
tapando de humo el pulmón, mientras un bosque se tala.
 
Luego un pájaro cantor con su guitarra a la gorra,
en una latita ahorra los útiles de un doctor.
Bronceado está, del calor y la esquina que lo asa
ríe su burla payasa pero él, con melodía
quiere triunfar algún día y la gente pasa, pasa.

[5]
Calles llenas de basura son el paisaje de hoy.
Unos tiran, otros juntan para así sobrevivir.
Los indigentes se matan por un poco de cartón,
y los pudientes cometen toda clase de exacción.

¿Qué contaré del heraldo con una caja en el torso?
El tiempo le muestra el dorso sin propinas ni aguinaldo.
En su espalda corre un caldo que al sacrificio se abraza,
mientras sueña con la hogaza de la pedaleada digna,
cumple bien con su consigna y la gente pasa, pasa.

[6]

Conviven en la ciudad el retraso y el progreso,
y los pobres a caballo, de la basura hacen guiso,
y convierten en occisos a envejecidos débiles,
y nadie es casto ni célibe y de la ley: caso omiso.

De repente una estampida que hace a mil perros ladrar,
tiñe de rojo el lagar y de sal a una partida.
La luna asoma vestida con su mortaja de gasa,
y el silencio reemplaza al ruido de la conciencia,
en la calle indiferencia, la vida se pasa, pasa...

 
© Rubén Sada. 5/12/2022.


ANÁLISIS DE LA RAPSODIA EN 6 CANTOS

“PAISAJE URBANO” (BOSTA Y GASOIL).

 

La obra musical PAISAJE URBANO (BOSTA Y GASOIL) de Rubén Sada es una rapsodia poética que combina el brillo de la música clásica orquestada, con la letra de seis cantos que construyen un retrato crudo, sensorial, crítico y épico de la vida en el Gran Buenos Aires, marcado por la decadencia, la indiferencia social, el contraste de clases y la lucha por la supervivencia. Cada canto aborda una faceta específica de este cuadro, desde la contaminación y la alienación hasta la inequidad social y los pequeños actos de resistencia humana. La letra está cargada de imágenes, metáforas y una sentencia recurrente (“la gente pasa, pasa”) que refuerza el tema central de la indiferencia colectiva. La música utilizada es del estilo “clásica”, con un tono de suspenso, por momentos épico, música de cámara ejecutada por una orquesta para ser utilizada en un film dramático. A continuación, se realiza un análisis detallado y exhaustivo de cada uno de los seis cantos, explorando su contenido, temas, recursos literarios y su contribución al mensaje global de la obra, inspirada en las propias vivencias de su autor.

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ESTRUCTURA Y FORMA.

La obra completa es la fusión de los poemas BOSTA Y GASOIL, escrito por Rubén Sada el 2/5/2012 más el poema PAISAJE URBANO, escrito el 5/12/2022. Está organizada en seis cantos en los que se combinó alternadamente una estrofa de cada uno de los dos, y a pesar de haber sido escritos con una diferencia de una década, ambos son compatibles porque en la Argentina nada cambia, todo es un ciclo y se va repitiendo la historia. El uso de versos crudos combinados con repeticiones como “la gente pasa, pasa”, refuerzan el tono de letanía y la sensación de monotonía y deshumanización en esta selva urbana, pero la música impacta y zamarrea al oyente. Cada canto se centra en un aspecto específico del paisaje, desde la descripción del entorno físico hasta las dinámicas sociales y la lucha individual por la superación. La estructura en cantos permite al poema avanzar como una crónica fragmentada, donde cada sección aporta una nueva capa al retrato de la metrópoli y a pesar de su gran duración (8 minutos), la narrativa avanza muy rápido.

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TEMAS PRINCIPALES.

• Decadencia urbana y salvajismo.

El conurbano es un espacio hostil, definido por la contaminación (“mezcla de bosta y gasoil”, “smog y cartón”, “la miseria y la indiferencia”). La repetición de imágenes olfativas y visuales (humo, basura, cloacas) subraya un entorno degradado, tanto físico como moral. Los habitantes, descritos como “esclavos que viven muertos” o “la masa” adormecida por “placebos marca Qatar”, parecen estar atrapados en un sistema que los deshumaniza.

• Desigualdad e inequidad sociales.

El poema contrasta las realidades de los marginados (indigentes, cartoneros, el repartidor) con las élites (“señores que están vivos”) disfrutando de la vida. La referencia a “los pudientes” que cometen “toda clase de exacción” y la descripción de los pobres que “de la basura hacen guiso” destacan la brecha social y la lucha por la supervivencia en un sistema injusto, en el que los políticos roban para enriquecerse ellos, empobreciendo a las masas e incitándolas también a robar.

• Frustración de ideales y esperanza.

El jazmín que “se quiere abrir” pero es aplastado (dura crítica contra el aborto legal), y el pájaro cantor que sueña con triunfar “algún día” (artistas callejeros y vendedores), simbolizan los intentos fallidos de encontrar la vida, la belleza, la creatividad y redención en un entorno opresivo. La ciudad sofoca cualquier intento de trascendencia, dejando solo “marchita su influencia” y “abortada su esencia”. El paisaje urbano “aplastará” a cualquiera que quiera vivir bien, sobresalir y progresar. Quien quiera salir de su condición social de pobre, será “aplastado”, para seguir siendo dominado por la élite del poder.

• Lucha individual y resistencia.

A pesar de la desolación, el poema también muestra figuras que resisten a su manera: el “pájaro cantor” con su guitarra artística, el repartidor o “heraldo” que pedalea con dignidad en su bicicleta para construir su hogar, mientras los indigentes se “pelean” por un pedazo de  cartón para sobrevivir (experiencia real presenciada por el autor). Estas imágenes sugieren una resiliencia humana, aunque precaria, frente a las adversidades.

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ANÁLISIS CANTO POR CANTO.

[1]

Deambulo por la ciudad, mezcla de bosta y gas-oil,

mezcla de smog y cartón, letanía y soledad.

Vago errante en la metrópoli, cóctel de humo y alcohol,

coplas de triste pasión, de desprecio y desamor.

Miro a la gente pasar sin que esto me perturbe,

veo agitada a la urbe y hay latido en el lugar.

Placebos marca Qatar adormecen a la masa,

mientras al país arrasa un saqueo a corto plazo,

hoy no gané ni un abrazo y la gente pasa, pasa.

El primer canto introduce al oyente en el sitio: El Gran Buenos Aires. El poeta es un simple observador errante que deambula por una urbe impregnada por la atmósfera opresiva, un espacio de contaminación, soledad y desamor, donde la vida cotidiana está marcada por la indiferencia de la gente que “pasa” sin detenerse. El hablante observa el ritmo frenético de la metrópoli, donde la masa es adormecida por la ilusión pasajera del fútbol mientras el país sufre un “saqueo a corto plazo” por parte de “los vivos”. La desconexión del amor se subraya con la frase “hoy no gané ni un abrazo”.

Análisis temático:

• Alienación urbana: La ciudad se presenta como un lugar hostil, donde la mezcla de olores (“bosta y gasoil”, “smog y cartón”, “humo y alcohol”) y sonidos con silencios (“letanía y soledad”) crean una atmósfera decadente. El poeta Rubén Sada conoce la geografía que describe a la perfección y vivió lo que narra en la canción a través de sus tres décadas como vendedor ambulante.

• Crítica social: La referencia a “placebos marca Qatar” es una crítica a la influencia del fútbol y su capacidad narcótica para adormecer a las masas y que no se den cuenta del sufrimiento al que los gobernantes exponen a la sociedad. El “saqueo a corto plazo” mencionado refiere a los últimos 40 años de Argentina, en los que no hubo ni un solo año sin robar y la democracia, que prometió en 1983 ser la panacea de los problemas argentinos, resultó ser una gran “excusa” para el saqueo organizado y “legal” por parte de la clase política a toda la sociedad.

• Tono melancólico: Versos como “hoy no gané ni un abrazo” transmiten la profunda soledad y la falta de amor que hunde a gran parte de la sociedad, en contraste con el bullicio colectivo. Interminables jornadas de trabajo en la calle, marcaron para siempre las emociones del autor.

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[2]

Gigantescos ataúdes, mil colosos de cemento

que se yerguen muy conspicuos penetrando el negro cielo,

con señores que están vivos y esclavos que viven muertos,

fabricando para otros más toxinas, más venenos.

Un jazmín se quiere abrir para enmascarar el tufo,

pero aparece un tartufo y le aplasta el porvenir.

Tan solo pide existir en el centro de la plaza,

mas, la abulia lo atenaza y marchita su influencia,

le han abortado su esencia y la gente pasa, pasa.

El segundo canto pinta a los edificios de la ciudad como “gigantescos ataúdes” y “colosos de cemento” que dominan el paisaje. Estos edificios albergan a “señores que están vivos” y “esclavos que viven muertos”, cohabitando bajo el mismo techo un pueblo de ricos y pobres. En la segunda parte, aparece la figura del jazmín, que simboliza la belleza y la esperanza de un nuevo nacimiento. Los futuros niño o niña que se están gestando en el vientre de una madre, intentan florecer “en el centro de una plaza” (ser parte de una familia constituida), pero serán aplastados por una ley brutal como la del aborto legal. El aparato del Estado y su “tartufo” (el presidente) ahora deciden que ese habitante deberá morir aún antes de nacer, y todo estará amparado y pagado por una ley votada por diputados y senadores, como si por ello, este crimen fuera algo justo. La indiferencia de la sociedad persiste y la gente mira para otro lado.

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[3]

Ordenadas se nos muestran disciplinadas colmenas,

conteniendo vida y muerte, festejando triunfo y pena,

esfumando la esperanza del que espera, del que sueña,

para poder perpetuar lo frágil de este sistema.

Degradación y miseria conviven en la ciudad,

de cartón la realidad y otros hambre y periferia.

Cuando rige una bacteria con materia gris de grasa,

la verdad es perla escasa y el futuro un negro ocaso,

uno administra el fracaso y la gente pasa, pasa.

El tercer canto compara al paisaje urbano con “colmenas” ordenadas que contienen “vida y muerte, triunfo y pena”. Sin embargo, este orden aparente perpetúa un sistema frágil que sofoca la esperanza y fomenta la miseria. La ciudad está marcada por la “degradación” y la “periferia”, mientras una “bacteria con materia gris de grasa” (una metáfora de la ineptitud que empuja a la sociedad a la miseria) la domina. La verdad es una perla valiosa, pero escasea. El futuro es un “negro ocaso” y mientras un poderoso “administra el fracaso”, la gente sigue pasando indiferente.

Análisis:

• Sistema opresivo: La imagen de las “colmenas” sugiere una sociedad rígidamente estructurada, donde los engranajes están controlados para mantener un sistema corrupto que perjudica a la gran mayoría.

• Corrupción y decadencia moral: La “bacteria con materia gris de grasa” es una crítica mordaz a los ciudadanos que, con su ineptitud y delito, perpetúan la miseria, empujando a otros a la degradación moral. El camino de “lo fácil” es visto como una solución al ascenso social.

• Desesperanza: La mención del “negro ocaso” y la “perla escasa” (la verdad) reflejaron una visión de pesimismo profundo sobre el futuro de la sociedad argentina y sus habitantes.

• Indiferencia y marginalidad: La “periferia” y el “hambre” aludieron a los sectores marginados. A pesar de que asentamientos de emergencia existen desde hace más de 100 años en Buenos Aires, en el último medio siglo la cúpula política ha multiplicando el número de “villas miseria” desde 14 en 1983 cuando vino la democracia, hasta más de 7.000 cuatro décadas después.

________________________________________

*[4]*

Momentos fugaces sacan, que irán al fondo de la cloaca,

y la muerte como trampa, ríe, acecha, me amenaza,

llevándoles sucias aguas al fondo de la garganta,

tapando de humo el pulmón, mientras un bosque se tala.

Luego un pájaro cantor con su guitarra a la gorra,

en una latita ahorra los útiles de un doctor.

Bronceado está, del calor y la esquina que lo asa

ríe su burla payasa pero él, con melodía

quiere triunfar algún día y la gente pasa, pasa.

El cuarto canto introduce la muerte como una presencia constante que “ríe, acecha, me amenaza”, en base a experiencias personales del autor. Las “sucias aguas” de la cloaca y el humo contaminan la ciudad. Lejos, un bosque es talado por la codicia, simbolizando la destrucción ambiental, pero en medio de este cuadro surge el arte, un “pájaro cantor” con su guitarra, un artista callejero que lucha por comer y mientras estudia, sueña con algún día triunfar como “doctor”. A pesar de su deseo de contribuir a la felicidad de los que pasan, la gente ignora su canción y hasta la esquina, que lo “asa” con un sol abrasador, se transforma en una burla “payasa”.

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[5]

Calles llenas de basura son el paisaje de hoy.

Unos tiran, otros juntan para así sobrevivir.

Los indigentes se matan por un poco de cartón,

y los pudientes cometen toda clase de exacción.

¿Qué contaré del heraldo con una caja en el torso?

El tiempo le muestra el dorso sin propinas ni aguinaldo.

En su espalda corre un caldo que al sacrificio se abraza,

mientras sueña con la hogaza de la pedaleada digna,

cumple bien con su consigna y la gente pasa, pasa.

El quinto canto describe calles desbordadas de basura, donde los indigentes luchan por cartón para sobrevivir. Esta escena fue presenciada por el autor y relata que un día, dos cartoneros se pelearon a puño desnudo por unos cartones. Cuarenta pisos más arriba, los “pudientes” cometen “exacciones” y defraudan con sus estafas (que no son penadas por la ley, convirtiendo a Argentina en el “paraíso de los gangsters”). A pocos metros, un “heraldo” (repartidor o mensajero) con una “caja en el torso” (su mochila) pedalea arduamente transpirando la espalda por el intenso calor, y aunque se esfuerza por una vida digna (la hogaza o pan), recibe poca recompensa monetaria. La indiferencia persiste: “la gente pasa, pasa”.

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[6]

Conviven en la ciudad el retraso y el progreso,

y los pobres a caballo, de la basura hacen guiso,

y convierten en occisos a envejecidos débiles,

y nadie es casto ni célibe y de la ley: caso omiso.

De repente una estampida que hace a mil perros ladrar,

tiñe de rojo el lagar y de sal a una partida.

La luna asoma vestida con su mortaja de gasa,

y el silencio reemplaza al ruido de la conciencia,

en la calle indiferencia, la vida se pasa, pasa...

El sexto canto y final, resume las contradicciones de la ciudad, donde la antítesis del “retraso y el progreso” coexisten. Eso revela la desigualdad social y cultural, donde el avance tecnológico no alcanza del mismo modo a todos. La violencia aparece con una “estampida” (disparo de arma de fuego) que hace ladrar a los perros en la noche, mientras tiñe de rojo el lagar (símbolo de sangre y delitos), y la luna, vestida con una “mortaja de gasa”, (referencia a Federico García Lorca, que metaforizaba a la luna como la muerte) observa un paisaje de luto, oscuridad e indiferencia. La sociedad ha perdido su capacidad de reacción ante la proliferación del asesinato y cada cual sigue con su fugaz existencia en un entorno deshumanizado. El silencio “reemplaza al ruido de la conciencia” y nuevamente el estribillo final refuerza el tono de resignación.

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CONCLUSIÓN.

Escrito en 2012 y 2022, PAISAJE URBANO (BOSTA Y GASOIL) es una dura crítica a la sociedad actual, inspirada en las propias vivencias personales del autor recorriendo el Gran Buenos Aires. La letra deja un pequeño espacio para la resiliencia, encarnada en figuras como el pájaro cantor (el artista) y el heraldo (quien trabaja honestamente con lo poco que tiene para ganarse el pan), que luchan por mantener su dignidad y formar una familia a pesar de la geografía adversa.


16 de febrero de 2019

LA UNIVERSIDAD DE LA YECA

LA UNIVERSIDAD DE LA YECA

Tengo muy buena actitud
para ser autodidacta,
y siempre mi mente pacta
con el "saber", ¡qué virtud!
Hay que tener aptitud
y darle buena acogida,
sabiduría extendida
viene del saber vivir,
será bueno discernir
¡qué gran escuela es la vida!

Doy a todos el buen día

en una ciudad que es gris,
quiero ver gente feliz
en calles de poesía.
La estrofa en décima es guía
y me pongo a practicar,
su enunciado ha de alumbrar
entre tantos varios vicios:
¿Cuáles son los beneficios
y el gran valor de estudiar?

¿Por qué mejora el estudio?
¿Un buen alumno es maestro?
Estudiar es algo diestro,
y esto yo no lo repudio.
En el lluvioso interludio
de esta cálida estación,
mi duda se hace canción
y reitero en preguntar:
¿Por qué tengo que estudiar?
¿Qué cosa es la vocación?

Leer mucho es beneficio,
mejor media hora a diario,
estudiar el diccionario
es el más buen artificio.
Escribir es un oficio
que al futuro no hipoteca,
conozco mi biblioteca,
puedo mostrarla y no es broma
tengo un vivencial diploma
en la Escuela de la Yeca. (*)

Será la universidad
de la Yeca, la que adopto,
en la escuela por la que opto
debo poner voluntad.
Reflejar la realidad
y aprender, siempre aprender,
olvidando el negro ayer,
mientras cumplo con mi rol,
porque siempre saldrá el sol
de este nuevo amanecer.

Existen mil "vocaciones"
en el alma de la gente,
está quien dice “presente”
y se destaca en sus dones.
Hay quien le pone pasiones
al fútbol y se hace arquero,
está el famoso enfermero
con vocación, o doctor,
y también el profesor,
el albañil o el plomero.

Lo aprendido nunca alcanza,
siempre hay tiempo de aprender
tierra fértil el saber
y hay que darle a la labranza.
Cultivar el tiempo a ultranza
para poder adquirir
esa ciencia del vivir,
el tiempo, sino no rinde,
ya descansaron el “finde”,
ahora pónganse a escribir.

El saber no ocupa espacio
que hay que sacar de otra parte,
hay que darle tiempo al arte
más valioso que un palacio.
Ir trabajando despacio
un lugar en la llanura
y un árbol de gran altura
crecerá de maravilla,
si siembras noble semilla:
la del arte y la cultura.


© Rubén Sada. 11 de febrero de 2019.

* Yeca. En lunfardo es "Calle".


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