LA ESCUELA DE LA CALLE
[1]
La calle ha sido mi escuela y aprendí mucho, aseguro,
fue donde forjé el futuro y el final de mi novela.
Me clavó más de una espuela mientras me dio de comer,
cada nuevo amanecer yo me presenté en su aula,
los barrotes de su jaula son pizarra del saber.
[2]
La calle me abrió los ojos en mañanas de arrebol,
allí vi nacer el sol y escuché a los petirrojos.
Madrugadas con abrojos que dieron sangre a mi herida
y alguna calle florida también me reconfortó,
al respirar el olor en el jardín de la vida.
[ESTRIBILLO]
La calle fue la academia de mi mente autodidacta,
y mi aprendizaje extracta el elogio y la blasfemia.
Hoy, que la vejez me premia no puede ser que desmaye
o hacer que en silencio acalle por migajas, la verdad,
yo nutrí mi libertad en la escuela de la calle.
[3]
La calle fue mi maestra y agradezco su enseñanza,
me dio bienaventuranza o fue asesina siniestra.
Bien y mal hubo en su diestra y cuando intentó matarme,
siempre conseguí escaparme esquivando el fuego gris
de este maldito país que se empecina en odiarme.
[4]
Respiré bosta y gasóleo y enfrenté a más de un bulldog,
me obligó a beber su smog y me alimentó a petróleo.
Fue de Boticelli el óleo donde retrató al infierno,
me heló la sangre su invierno y me asé en cada verano,
el diploma de baqueano tiene YECA en el cuaderno.
[ESTRIBILLO]
La calle fue la academia de mi mente autodidacta,
y mi aprendizaje extracta el elogio y la blasfemia.
Hoy, que la vejez me premia no puede ser que desmaye
o hacer que en silencio acalle por migajas, la verdad,
yo nutrí mi libertad en la escuela de la calle.
🚗
© Rubén Sada. 4/2/2024.
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