PICAZÓN
Cuando me atravesaron los siete disparos de esa ametralladora, sentí una picazón, un escozor en toda la piel, un calor en mi pecho, un fuego abrasador que laceraba mi alma.
Sentí que me explotó el corazón.
En solo unos segundos recorrí toda mi vida, mi historia, desde los días de mi niñez en adelante. Mi adolescencia, mi primer amor, mi noviazgo, mi matrimonio, el nacimiento de mis cinco hijos, la muerte de mis padres, todo pasó como una película de tono sepia a alta velocidad y en solo unos segundos, por mis dilatadas pupilas.
Pero ya no había tiempo para vivirlo. Ya era tarde. Jamás podría volver atrás. Y en un instante me vi atravesando con dificultad ese furioso mar, para tratar de llegar…
¿Llegar adónde? No sé. La fuerza me empujaba a entrar en lo que parecía ser un templo subterráneo, por una puerta oculta que solo pocos llegaban a descubrir.
La puerta me esperaba, me llamaba, me atraía. No podía resistirme, yo no quería entrar allí, pero sentí cómo la puerta me atrajo hacia el interior. Ya estaba sin fuerzas, me dejé llevar por ella, ya no pude escapar del destino…
Me lo tengo merecido, por hablar.