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13 de febrero de 2016

EL REINO DE LOS BEODOS (de Ramón de Campoamor)


EL REINO DE LOS BEODOS


Tuvo un reino una vez tantos beodos,
que se puede decir que lo eran todos,
en el cual por ley justa se previno:
—Ninguno cate el vino.-


Con júbilo el más loco
aplaudióse la ley, por costar poco:
acatarla después, ya es otro paso;
pero en fin, es el caso

que la dieron un sesgo muy distinto,
creyendo que vedaba sólo el tinto,
y del modo más franco
se achisparon después con vino blanco.

Extrañado que el pueblo no la entienda.
El Senado a la ley pone una enmienda,
y a aquello de: « Ninguno cate el vino »
añadió, « blanco », al parecer, con tino.

Respetando la enmienda el populacho,
volvió con vino tinto a estar borracho,
creyendo por instinto ¡mas qué instinto!
que el privado en tal caso no era el tinto.

Corrido ya el Senado,
en la segunda enmienda, de contado
-Ninguno cate el vino,
sea blanco, sea tinto,
»- les previno;

y el pueblo, por salir del nuevo atranco,
con vino tinto entonces mezcló el blanco;
hallando otra evasión de esta manera,
pues ni blanco ni tinto entonces era.

Tercera vez burlado,
-« No es eso, no señor, » dijo el Senado;
« o el pueblo es muy zoquete, o muy ladino:
se prohibe mezclar vino con vino »-

Mas ¡cuánto un pueblo rebelado fragua!
¿Creeis que luego lo mezcló con agua?
Dejando entonces el Senado el puesto,
de ese modo al cesar dio un manifiesto:

La ley es red, en la que siempre se halla
descompuesta una malla,
por donde el ruín que en su razón no fía,
se evade suspicaz... 
¡Qué bien decía!

Y en lo demás colijo
que debiera decir, si no lo dijo:
Jamás la ley enfrena
al que a su infamia su malicia iguala:
si se ha de obedecer, la mala es buena;
mas si se ha de eludir, la buena es mala.


Ramón de Campoamor

30 de abril de 2014

COSAS DE MUCHOS (Décimas de Juan Arrestía)

borrachos en un bar


COSAS DE MUCHOS

I

Estaba una noche yo 
en un boliche cualquiera,
las dos más o menos eran 
cuando esto sucedió.
Un hombre joven entró
tambaleándose en sus pasos,
noté no sé qué fracaso
en su profunda mirada 
y sus pupilas cansadas 
al dolor le abrían paso.

II

Se dirigió al mostrador
apoyando allí los codos 
y pausado, de este modo
al bolichero le habló: 
¡Sirva una vuelta patrón! 
Para mí y a los presentes,
no se extrañe si mi frente 
se inclina ante el vaso lleno,
ya que él me saca el veneno 
que en mi pecho está latente.

III

Soy un hombre que camina
cansado hasta de sí mismo,
que al dolor, al pesimismo 
y a la amargura se inclina.
Yo represento la ruina 
que el hombre esconde aparente, 
yo sé que mi turbia mente
divaga con el alcohol,
pero a veces, como el sol 
brilla mi verba elocuente.

IV

No me pregunte quién soy
pues ni yo mismo lo sé.
Si canso, perdóneme
ya que en seguida me voy.
Lo que usted me escuche hoy
eche mañana al olvido,
soy un hombre que ha vivido
cosas que muchos ignoran,
la vida torturadora
el alma me ha carcomido.

V

Ando, anduve y andaré,
sé de todos los caminos,
andariego mi destino 
mucho me hizo conocer.
A la miseria palpé 
de cerca, entre miserables,
yo no quiero que me hablen 
de filosóficas plumas 
que no conocen las brumas 
de la realidad palpable.

VI

El mundo es malo, patrón,
créame lo que le digo.
Yo no tengo ni un amigo 
ni me alienta una ilusión.
La gente con su ambición 
me desespera y me aterra,
si a veces veo en la tierra 
el mismo infierno del Dante,
mi alma desesperante 
se agita en continua guerra.

VII

Bueno, patrón, cóbrese 
el gasto que yo le he hecho,
ya, medio, alivié mi pecho 
y me voy, dónde, no sé.
No quiero me vea usted 
las pupilas empañadas,
llorar es una pavada 
pero a veces en la vida 
unas lágrimas perdidas 
se nos escapan por nada.

VIII

Pues cuando me veo así
por la bebida mareado
me ataja el ser venerado
que quiero con frenesí.
¡Mi madre! Que me ata, ¡sí!,
por quien todavía soy bueno,
que sino este veneno
que tengo guardado yo...
hasta la vuelta patrón
¡lo que haría es lo de menos!

Juan Arrestía (El poeta nochero, de Quilmes)

8 de mayo de 2008

PERDÓNENME MUCHACHOS





PERDÓNENME, MUCHACHOS


¡Perdónenme, muchachos!
Nunca yo los comprendía.
Perder tiempo me parecía
sentarme en la mesa de un bar.
Y ahora me pongo a pensar
¡cuánta razón que tenían!
Los que solos se sentían
aquí curaban su soledad.

¡Perdónenme, muchachos!
¡Gracias por esta bienvenida!
pues es un caos mi vida,
y si aquí sobra una silla,
plantaré aquí la semilla
de una bonita amistad.
Me duele esta soledad
y lastima como astilla.

¡Perdónenme, muchachos!
porque antes mal los juzgaba,
pues yo sólo me sentaba
en la mesa de mi hogar,
y empecé a deambular
buscando quién me quisiera,
y encontré amistad sincera
en un rincón de este bar.

Y hoy me voy a atrincherar
para siempre en esta esquina,
pues me harté de la rutina,
de la naifa que desprecia.
¡Perdónenme, muchachos!
sé que soy un mamarracho,
no me quieren ni en la iglesia,
mas sé que ustedes me aprecian:
¡Cuenten a un nuevo borracho!

© Rubén Sada. 08-05-2008.


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