MI PRIMERA MAESTRA: MI MAMÁ
(Sextilla pareada heptasílaba de pie quebrado)
—I—
Mi primera maestra
era joven y diestra:
¡mi mamá!
Me llevaba del brazo,
y aprendí en su regazo
a estudiar.
Cada número nuevo
que aprendí, yo le debo
como el pan.
Mi primera maestra
era tierna, era diestra:
¡mi mamá!
—II—
Fue su mano mi escuela
y pintaba en la tela
un clavel.
Un cantero en mi mente
floreció de repente
al leer.
Me enseñó consonantes
y vocales brillantes
de cristal.
Con verbal acrobacia
aprendí a decir gracias
y a versear.
—III—
Mi maestra primera
procuró que aprendiera
a escribir.
Dibujando un abrazo,
cada letra en un trazo
de rubí.
Cuando me equivocaba
con paciencia borraba
mi desliz.
Y en el surco de un verso
fue su pétalo terso
un jardín.
—IV—
Cada tarde en la mesa
su enseñanza fue impresa
por doquier.
Y al entrar al colegio
tuve el gran privilegio
de saber.
Cuan profunda se labra
la primera palabra
del vivir.
Del idioma materno
yo seguí siendo eterno
aprendiz.
—V—
Pero un día el diploma
su volar de paloma
me entregó.
Y al quedarme dormido,
su plumaje del nido
se voló.
Su enseñanza es la huella
que ha endulzado mi estrella
de maná.
Mi primera maestra
era sabia, era diestra,
¡mi mamá!
Mi primera maestra
era joven y diestra:
¡mi mamá!
Me llevaba del brazo,
y aprendí en su regazo
a estudiar.
Cada número nuevo
que aprendí, yo le debo
como el pan.
Mi primera maestra
era tierna, era diestra:
¡mi mamá!
—II—
Fue su mano mi escuela
y pintaba en la tela
un clavel.
Un cantero en mi mente
floreció de repente
al leer.
Me enseñó consonantes
y vocales brillantes
de cristal.
Con verbal acrobacia
aprendí a decir gracias
y a versear.
—III—
Mi maestra primera
procuró que aprendiera
a escribir.
Dibujando un abrazo,
cada letra en un trazo
de rubí.
Cuando me equivocaba
con paciencia borraba
mi desliz.
Y en el surco de un verso
fue su pétalo terso
un jardín.
—IV—
Cada tarde en la mesa
su enseñanza fue impresa
por doquier.
Y al entrar al colegio
tuve el gran privilegio
de saber.
Cuan profunda se labra
la primera palabra
del vivir.
Del idioma materno
yo seguí siendo eterno
aprendiz.
—V—
Pero un día el diploma
su volar de paloma
me entregó.
Y al quedarme dormido,
su plumaje del nido
se voló.
Su enseñanza es la huella
que ha endulzado mi estrella
de maná.
Mi primera maestra
era sabia, era diestra,
¡mi mamá!
© Rubén Sada. 6/8/2023.