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19 de septiembre de 2021

UN VIERNES DE TERROR

 

UN VIERNES DE TERROR

¡Qué castillo de Bran ni novela de Drácula! Lo que vivo hoy, sí que es de terror. Y ya te lo cuento...
Los viernes siempre me pasa algo... Mi despertador no suena y llegaré tarde al lugar de trabajo. Ma, me voy sin desayunar.
Un neumático del automóvil está pinchado. ¡Maldición! Pongo la rueda de auxilio. Pero cuando quiero arrancar, el tanque no tiene gasolina. Tengo que ir a pie a comprar.
Camino con un bidón hasta la gasolinera, y ¡está perforado! Compro uno nuevo. Vuelvo a donde se quedó el auto.
Pero el coche no arranca. Tengo que empujarlo. Estoy extenuado.
Los viernes siempre me pasa algo... Llego tarde al trabajo y pierdo el premio. Del apuro, mi café se derrama en la mesa del jefe.
El jefe me echa de su oficina. ¡Me rindo!
Me vuelvo y cuando llego a casa, encuentro un trébol de cuatro hojas… ¡Qué esperanza! Pero una hoja se le cae. Ufff.
Llegué a casa. Me cortaron la electricidad porque me olvidé de pagar la factura. Hoy no hay TV ni podré ver el partido.
Oigo un lobo, parece sacado de un cuento de terror. Es mi perro, que está aullando en la oscuridad. Olvidé dejarle comida y me mordió el colchón.
Dormiré en el suelo. Igual, para dormir no necesito luz. Drácula tampoco necesitaba. Le alcanzaba con la luz de los relámpagos en una noche de tormenta como la que se avecina.
¡Uy! ¡Qué miedo! Las primeras gotas ya empezaron a caer.
(Continuará)...

© Rubén Sada. 19/9/2021. 
Cuento perteneciente a mi 13° libro publicado, titulado ZECE FRAZE, pág. 96-97. Traducción al castellano, del cuento original que escribí en idioma rumano.

18 de septiembre de 2018

UN HIPOCONDRÍACO EN EL SPA (Cuento)

UN HIPOCONDRÍACO EN EL SPA

Mi cuerpo tenía unas pequeñas dolencias y justo llegó la solución, impulsada por un atractivo folleto publicitario que llegó a mis manos: “¡Ir a un SPA!” En las fotos del prospecto se mostraban las bondades de las diferentes piletas dispuestas en el sitio y cada una de sus explicaciones aseguraban brindar beneficios terapéuticos que combatían prácticamente todas las enfermedades, la famosa “HIDROTERAPIA”.

Entonces le pregunté a mi mujer si se animaba a acompañarme y aceptó.

Al entrar juntos al santo “reducto sanificador”, mis ojos no podían creerlo: ¡Ingresar en este sitio era estar verdaderamente en el paraíso terrenal! Una serie de piletas en fila con agua pura y limpia de diferentes temperaturas, cascadas naturales, habitaciones con vapor, sauna, luz suave y una música relajante, bálsamo del aire del silencioso reducto, eran el remedio ideal para restaurar la salud del enfermo más dolido. Y este era mi caso.

Mientras nos poníamos el traje de baño, pensaba: “¡Por fin serán curadas todas mis enfermedades, con el agua milagrosa del SPA! ¿Qué más puedo pedir? Adán y Eva, solos, en el paraíso. Tú y yo en el Edén”. Pero, desde los vestidores noté que el Spa estaba atestado de gente y que ya a esa hora había bastantes personas inmersas en las piletas, quienes supongo, habrán venido aquí por lo mismo que yo: restaurar su salud… Colmado a tal punto que ¡no había casi un lugar para meterse!

La primera pileta, con forma de pie, era muy grande y contenía agua un tanto helada para mi gusto. El letrero decía: “Especial para los pies”. Entonces le grité a mi mujer: “¡Qué bien me hará el agua fría para curar los hongos que tengo en los pies!” Al oírme, las personas que se hallaban en esta pileta, salieron inmediatamente de ella, quedándonos adentro mi mujer y yo solos, (como Adán y Eva, je je).

Luego de un rato nos metimos en otra pileta, esta vez de agua bien caliente. ¡Y qué linda es el agua caliente luego del agua helada! Esta pileta estaba bastante concurrida, pues pienso que la gente se cura más con agua caliente, que con fría. Los esperanzados bañistas estaban cada uno frente a un “jet” de agua a presión, que disparaba una burbujeante agua bendita, tan fuerte que purificaba hasta los intestinos. Pensando en intestinos, recordé mi problemita con las hemorroides y poniendo mi zona afectada frente a un jet, le grité nuevamente a mi mujer: “¡Ojalá este chorro caliente me cure las hemorroides, porque me están sangrando!” ¡Qué pena para los pobres enfermos de esta pileta que todos la hayan abandonado tan rápido al escucharme! Se lo pierden.

La siguiente pileta contenía una cascada de agua templada que caía desde unos dos metros de altura, barriendo con todas las impurezas que el organismo tuviera. ¡Qué plácidos se hallaban tantos concurrentes debajo de esa cascada! Recordé mis frecuentes ataques de caspa y le dije a mi mujer con voz muy fuerte: “¡Esta violenta cascada arrastrará toda la caspa de mi pelo!”. Lástima por los demás, porque al escucharme se fueron todos de la milagrosa cascada.

La siguiente pileta era de agua tranquila y silenciosa. ¡Qué bien me vendría después del ruido de  las turbulentas! Al meterme en la pileta calma, los inmersos que ya estaban allí antes, me pidieron que lo haga lentamente, para no hacer olas. Inclusive noté que no tenía jets y no hacía burbujas. Era un baño de absoluta paz y silencio. Pues bien, me introduje con toda la lentitud que pude. Pero la inmersión en agua templada, tirando a fría, hizo que se me desinflamaran los intestinos de su contenido gaseoso y ¡oh sorpresa! Del agua calma comenzaron a brotar burbujas a mi lado. Aterrorizados, mis compañeros de pileta, ya viejos conocidos míos, huyeron despavoridamente de las pacíficas aguas que estaban siendo perfumadas por las burbujas que desalojaban mis intestinos.

Como ningún adulto quería bañarse conmigo me cambié a la pileta de los niños. Pensé: ¡Qué linda es la inocencia de la infancia! Montones de chiquillos jugueteaban felices en la única pileta infantil del SPA, debajo de un cartel que advertía: “Prohibido zambullirse y gritar”-“Prohibido hacer pipí en la pileta”. Pero parece que estos maleducados no sabían leer o quizás por estar de vacaciones no se enteraron del letrero. Ni bien me sumergí, ¡se tiraban al lado mío de a dos o tres juntos cual si fuese una pileta olímpica, mojando todo a su alrededor y gritando: “¡Al agua, patooo!”. Era tanto el alboroto en esta pileta que me agarró un estrés más grande que el que tenía antes de venir al SPA.

De repente me di vuelta y tenía detrás mío a la encargada del sitio, una rusa con chaqueta militar, quien con una voz ruda y amenazante me advirtió: “Señor: ¡Salga! Su tiempo ha terminado”.

—“¡Vámonos, querida! ¡Qué desilusión! Venir al SPA es perder tiempo y dinero porque al final sigo con todas las enfermedades que tengo pero ahora se me sumó el estrés, que antes de venir no tenía y también se me enfermó el bolsillo”.

© Rubén Sada. 16/07/2014.
CUENTO PREMIADO: Con fecha 19-11-2019 recibí de su directora Graciela Lerici, el 1º premio en categoría CUENTOS del Concurso Temático Anual en el Ateneo Temático, Literario y Artístico "BAJO EL SIGNO DEL AMOR", por mi cuento humorístico "UN HIPOCONDRÍACO EN EL SPA". Muchas gracias por este reconocimiento.


14 de septiembre de 2018

OKUPAS ILEGALES


OKUPAS ILEGALES

—¡Por fin llegamos, por fin! ¡Entrá, entrá! ¿Te gusta el nuevo departamento, te gusta? ¡Entrá, entrá!

—No sé qué decirte, ¡si recién llegamos! Esperá que vivamos por lo menos un día aquí y te contaré.

—Te dije que te traería a una nueva casa, te dije, para vivir una nueva vida, y aquí estamos, a punto de empezarla, te dije.

—Pero está todo demasiado limpio para mi gusto. Apenas un rato aquí y extraño esa pocilga sucia donde vivíamos antes.

—Todo limpio, todo. Ahora no vas a empezar a quejarte. ¡Disfrutá tu vida en esta nueva casa, disfrutá!

—Además, me parece que hay demasiada luz.

—Mucha luz, mucha luz, acaso ¿querés que estrenemos ya mismo el dormitorio, que está un poco más oscurito, querés?

—Después; ahora primero exploremos la cocina, para ver si hay algo para comer, que tengo un hambre por todo lo que me hiciste caminar para entrar aquí. Espero que el inquilino anterior, nos haya dejado algo.

—Che, ¿no sentís olor demasiado a limpio, no sentís? Está todo como perfumado, está.

—Puede ser, porque a lo mejor quien vivía aquí antes era un metrosexual. Son esos tipos que están todo el día cuidando su apariencia, mirándose al espejo y perfumándose. Pero siento un olor rancio, a "perfume viejo" en las paredes. Es medio extraño el tufo a tabaco impregnado en esta vieja habitación.

—Olores, olores, quedate tranquila que en unos días impregnaremos estas nuevas paredes de nuestros olores, quedate. Ahora disfrutá tu estadía, disfrutá, y no pensés que “estamos usurpando este departamento nuevo”, no pensés.

—¿Usurpando, dijiste? ¿No será peligroso esto? ¿A ver si nos echan?

—Nos echan, nos echan. Peor sería que nos encuentren y nos limpien aquí mismo, adentro.

—Bueno, pero si nos matan, yo quiero morir abrazada a vos.

—Ahora pensando en la muerte, ¡qué cosa! Ya te dije, disfrutá tu pasar, disfrutá la vida, ¡que es tan corta!

—¿No será ilegal lo que estamos haciendo, de meternos a vivir en un departamento nuevo?

—¡Ilegal! ¡Ilegal! Hay tantas cosas que son ilegales. Nosotros no estamos matando a nadie, al contrario, nos estamos "escondiendo" de los que nos quieren matar. Además, cuando entramos el departamento estaba vacío.

—Vacío estaba, sí, cuando entramos. Pero desde ahora lo llenaremos de nuestros hijitos, ¿me los darás, no, mi amor?

—Ah, ahora sí, veo que nos vamos entendiendo, nos vamos. Por lo menos ya pensás en disfrutar nuestra corta vida, no en la muerte.

—Es verdad, amor mío. Pero todavía tengo miedo que irrumpa aquí un nuevo inquilino, con un Baygón en la mano y rociando nuestros cuerpos, diga: ¡Qué de cucarachas había en este departamento!


© Rubén Sada. 10/09/2014.

5 de julio de 2013

EL INVENTOR COLOTORDOC Y SU CAPACITEITOR (Monólogo humorístico de Rubén Sada)

inventor


EL INVENTOR COLOTORDOC Y SU CAPACITEITOR



.. Porque no sé si ya les comenté que yo soy inventor, y ahora terminé de inventar el dispositivo XQTR 513 que vulgarmente se conocerá como “El capaciteitor”.
Y ustedes se preguntarán: ‘¿Qué es el capaciteitor este? Y ¿para qué sirve?
Aquí se los muestro. [Lo muestra al público]...

Este dispositivo sirve para aumentar la velocidad de los cohetes espaciales en un 800%, es decir que un cohete que tardaría 8 años en llegar a un planeta, con este pequeño dispositivo electrónico computarizado instalado en su motor, tardará sólo 1 año. De este modo evita 7 años de vuelo, ahorra combustible, los astronautas que lo manejan ahorran comida, etc.
Yo lo mantuve en secreto durante mucho tiempo, pero ahora que ya lo fabriqué, lo publiqué en Mercado Libre para venderlo. ¿Y a que no saben? Ya recibí la primera oferta: ¡una suculenta suma en dólares! No me hago problema porque ya lo registré, lo patenté "a mi nombre". Aquí tengo los planos. Y si concreto el negocio, ¡me haré millonario, sí!...

(...)
 Y cuando yo sea millonario... Ahhh. Ya me lo imagino... [Soñando]
 Una mansión fortificada con 70 habitaciones en una perdida isla del Caribe, toda una isla... para mí sólo.
 Un lujoso auto deportivo, para salir a pasear, (aunque pensándolo bien si estoy solo en la isla, no habrá lugares donde salir a pasear, pero tal vez lo pueda usar para salir a vender con un altavoz los “30 huevos por 1000 pesos” en las calles.
 Pero los millonarios pasean por todo el mundo... ahhh... Europa, Islas del Pacífico, Japón...
 Al regresar del viaje, me sentaré a comer a mi mesa, una laaaarga mesa de 30 metros llena de comida para mí solo, y con botellas de los más selectos vinos argentinos, porque no sé si sabían que los vinos argentinos son los mejores del mundo...
 Porque los inventores argentinos “somos los mejores del mundo”, y entre ellos estoy yo, que inventé “el capaciteitor”...

[Suena el teléfono celular y vuelve a la realidad]

 Perdón, creo que me están llamando... Shhh, silencio por favor...
 ¡Es el interesado en comprar mi invento, el capaciteitor!...

—Jelow. ¿Mr. Pitmann?
(Los Pitmann son los inventores de la lectura veloz y ahora éste, seguro que quiere más velocidad para el cohete. Shhh.)

—¡Mr. Pitmann! ¿Jau ar yu, mai fren? ¿Cómo andan las cosas por la NASA? ¿Muchos resfríos? (Je, je, para romper el hielo) Bueno, me alegro, pero que allá ganen mucha guita. ¿Eh? ¡Guita! ¡Plata! ¡Mani! No, "maní" no, money, ♬♪♫ many, many, many.♬♪♫ [famosa canción de Abba]
 Hablando de money, mr. Pitmann... ejem... ejem...
...
¿Que cuánto pido por el capaciteitor? Bueno, considerando que usted es un “muy buen amigo” [artimañas de cualquier vendedor] le voy a hacer una rebaja, digamos, del 20% y con este descuento le quedará al módico precio de... 1.300.000 dólares.

 ¿Muy caro? ¿Cómo que es muy caro? Pero ¿cómo me dice eso, Mr. Pitmann? Si con lo que cuestan los cohetes, un “palo trescientos” es una monedita para ustedes...

 ¡No! No me lo tire abajo que el capaciteitor es único en el mundo, "Don Pit". Y lo inventé yo,  que soy “científico”.
¿De plástico? Sí, ya sé que es de plástico, es de “politetrafluoretileno”, pero ¿sabe por qué? Porque es un material reciclable, y acá en la Argentina juntamos las tapitas para reciclar porque tenemos que pensar en la ecología, Pit.
 
Además no lo va a encontrar en otro país, el capaciteitor es “orgullosamente argentino” como el desagio, como el corralito, como la corrupción, inventos argentinos que luego copiaron en otros países.

...  
 ¿Que ya me lo van a copiar los chinos y más barato? Veremos. Primero tienen que conseguir el original, ¿y a que no sabe quién posee el único original en el mundo?

  Mister Pitmann, no se haga el duro y deje de regatear el precio... ¿Que nos plantemos en un millón y no hablemos más?
...
Bueno, pero tiene que esperarme unos días para que lo piense. Porque 300 lucas es mucho para perder. Además, ustedes ahorrarán 7 años de viaje espacial en todos sus cohetes, gracias al capaciteitor. ¡Y saben toda la nafta que se van a ahorrar! (Con lo cara que está) Con el ahorro de nafta se pagan las 300 lucas que usted me está regateando. Y además, ¿a qué estación de servicio va a ir a cargar el cohete, en medio del espacio? ¿A la Estación Espacial? Don Pitmann... ya le rebajé 200 antes, ¿por qué me sigue ventajeando? Bueno, mire, considerando que cuando lleguemos a Júpiter mi dispositivo será un “gran paso para la humanidad”, cerramos en un millón cien y no discutimos más, ¿le parece?...

  [Parece cortarse la llamada]

 —Pit, Don Pit... ¡Mister Pitmann! Ah... qué bueno que sigue ahí, pensé que se había cortado la llamada.
Bueno, Pit, amigo, entonces, ¿estás conforme con el precio?
¿Sí? ... ¡Qué bieeennn!  [Ya se toma confianza]
Aguantá, dame un segundo...


  (¡Soy millonario, ¿se dan cuenta?! ¡Millonario!) [Festejando presumido, hacia el público]...

—Bueno, Pit, y... ¿cuándo hacemos la transacción?
¿El domingo? ¿Justo el domingo? ¡NO! Me resulta imposible, porque yo los domingos no trabajo. Además es el único día que está la feria en las calles del barrio, y tengo que aprovechar a comprar las cosas en la feria para conseguir todo más barato.
Pero no importa, Pit, el capaciteitor es tuyo, ya lo compraste y lo tendrás, te lo aseguro. Haremos una cosa, si venís a retirarlo este domingo, tomate el avión y bajate en Quilmes, en la IMPA, que yo te lo dejo en el kiosco de la esquina, total vivo cerca. Anotá, es la intersección de las calles “Dulce de Leche” y “Colectivo”. Allí vas a ver un kiosco, preguntá por “Pepita la kioskera”, y decile que te dé el capaciteitor (total a ella no le va a servir para nada). Sí, sí, ella te lo va a dar, amigo, confiá en mí, que ella es ‘cumpa’ conmigo y te lo va a dar. Y dejale a ella la guitarra que yo después paso y la junto.
¿Cómo qué guitarra? No, Pit, no es para un recital de zamba. La tarasca, dejale la mosca, la viyuya, la ♬♪♫ many, many, many... ♬♪♫



Rubén Sada. (23/10/2012)

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