—Rubén Sada—
Feliz día, profesor,
diecisiete de septiembre,
no hay nadie que tanto siembre
en el cauce del amor.
Porque usted es sembrador
de semillas de talento,
y va poniendo el cimiento
que desarrolla el futuro,
desde el brote prematuro
hasta el gran conocimiento.
—Reinaldo Figueroa—
Para mí es un profesor
quien con el alma encendida,
en su libreta de vida
escribe a tinta de amor.
El que le roba el sabor
a las sazones mentales
donde los intelectuales
con el hambre de aprender
no les queda otra que ser
parte de sus comensales.
—José Ubaldo Izquierdo Hernández—
Es para mí un profesor
el que pone en las neuronas
la bondad a las personas
el intelecto, el amor.
Los educa en el valor
de la familia, el hogar,
en ver a la patria altar
y en la bandera una luz,
como también en Jesús
un maestro singular.
—Rubén Sada—
Para mí es un profesor
el faro que te ilumina,
el que despeja neblina
de un océano de horror.
Erguido como un tutor
él se abrazará a tu hiedra,
su saber nunca desmedra
cuando riega tus verdores,
es capaz de abrir tus flores
en las grietas de una piedra.
—Reinaldo Figueroa—
Profesor es quien la cima
del saber te hace tocar,
cuando empiezas a gatear
como un niño en la tarima.
El que le ayuda a tu rima
a pararse con orgullo,
te digo con el murmullo
suave que tengo en mi río,
tú eres un maestro mío,
yo soy un alumno tuyo.
—José Ubaldo Izquierdo Hernández—
Si fuera un maestro tuyo
no tuvieras tanta luz
yo solo soy un capuz ,
un simple eco, un murmullo.
Soy simplemente un embullo
un revoltijo de errores,
que asonanta con colores
grisáceos a la espinela,
tú sí eres una escuela
y estás entre los mejores.
—Rubén Sada—
Para mí es un profesor
quien sobre todo da ejemplo,
mientras construye su templo
con columnas del amor.
En su pulso trovador
una musa siempre anida,
y de estrellas va vestida...
Como la del profe Ubaldo
y la del profe Reinaldo...
¡Ambos ejemplos de vida!
—Reinaldo Figueroa—
Tú eres profesor, patriota,
de tu tierra eres un cangre,
dispuesto a dar de tu sangre
hasta la última gota.
Eres donde más rebota
la clase que se describe,
profesor en el Caribe,
de rosa y de colibrí,
lo que tengo de Martí
se lo debo a tu Mendive.
—José Ubaldo Izquierdo Hernández—
Profesora es tu espinela
que tiene de Juan Antonio
el más claro testimonio
y de Oniesis y su escuela.
Eres profesor, franela
vestida con sano orgullo,
con el color del arrullo
de tus Palmas y tus llanos
yo solo tengo en mis manos
todo un legado, que es tuyo.
—Rubén Sada—
El verso que tu alma escribe
me llena de resiliencia,
porque tienes la experiencia
de un poeta del Caribe.
En tu sangre el tropo vive
y de musa es su torrente,
tu décima es sol naciente
predicada por Martí,
cantada por Naborí
junto a Angelito Valiente.
—Reinaldo Figueroa—
Si yo fuera profesor
Así como tú me dices,
no tuviera en las raíces
mi palma tanto dolor.
Tú sí tienes el color
y el perfume del rosal,
si allá en tu Guines natal
en pizarra de acuarela
fuiste alumno de la escuela
de Francisco y Mirabal.
—Rubén Sada—
Gran profesor, tu puntero
apunta hacia la extensión
de tu verde pizarrón:
¡la esperanza es tu sendero!
Señalas rumbo certero
para enfrentar la existencia,
despiertas talento, esencia
al que quiere ser tu alumno,
en tus huellas me encolumno
y tu enseñanza es mi herencia.
—Reinaldo Figueroa—
Mi herencia de palma y guano
no se siente profesora,
yo prefiero ser aurora
en el cielo de un hermano.
Que me dé su luz temprano,
pura, mágica y divina,
que encandile mi retina
con su elástico color
como lo hace el profesor
Rubén Sada, de Argentina.
—Rubén Sada—
¿Cómo no voy a seguirte,
mi buen amigo, Reinaldo?
Si al igual que José Ubaldo
tú jamás has de rendirte.
En mis brazos recibirte
porque tu ejemplo de lucha,
hasta mis pampas se escucha
más que el canto del cotorro,
vuestras décimas yo ahorro
como un tesoro en mi hucha.
—Reinaldo Figueroa—
Esta clase está enredada
entre perfume y heraldo,
dijiste Ubaldo y Reinaldo
pero no dijiste Sada.
Cuando Sada es más que nada
cielo de claro horizonte,
pulmón carnoso de monte
con trino de ruiseñor,
verdadero profesor
del canto de mi sinsonte.
—Rubén Sada—
De experiencias que uno aprende
bebe nutritivo caldo,
yo conocí a José Ubaldo
y la historia que desprende.
En lo que a los dos comprende
fue similar la condena,
la de un tirano que ordena
un castigo samurai,
él estuvo en Guanajay
y yo estuve en Magdalena.
—Reinaldo Figueroa—
Conocí a José Ubaldo
cuando estaba una mañana,
nuestra décima cubana
mucho hambre y poco caldo.
Me dijo Pepe: “Reinaldo,
vamos a darnos castigos”...
Y abriéndole los postigos
a la valla de la idea,
entablamos la pelea
y nos hicimos amigos.
—Rubén Sada—
Un profesor es amigo
de teas de libertad
y regala claridad
donde hay peligro enemigo.
Por eso es que yo me obligo
a ser vuestro amigo, vuestro
compañero hábil, diestro
en la claridad de ideas,
pondré aceite a nuestras teas
y darán fulgor maestro.
—Reinaldo Figueroa—
Enciende tu llama alta
que en el fuego que tú haces
es donde encuentro las clases
que a mi poeta le falta.
Yo soy el niño que salta
alegre como la brisa
y tú, profesor sin prisa,
maestro al improvisar
me has enseñado a saltar
en las clases de tu suiza.
—Rubén Sada—
Un profesor que da clase
también es un aprendiz,
pues conserva la raíz
del poblado en el que nace.
Su mano me da el enlace
porque es paz en el rellano,
es terciopelo su mano
y un guante para la espina,
es aceite y gasolina
para el motor de un hermano.
—Reinaldo Figueroa—
En eso tienes razón,
todo se vuelve importante,
el título de diamante
tiene clases del carbón.
Nadie tiene la expresión
solo en rayos de alegrías,
por eso en alegorías
en este mundo de errores
hasta los más profesores
aprenden todos los días.
—Rubén Sada—
Tu profesor es mi orgullo
el que a instruirme me impulsa,
pues tu verba no es insulsa,
por eso voy detrás tuyo.
Eres sol y yo cocuyo,
eres viento y yo gaviota,
eres pie y yo la pelota
que marca un gol en el arco,
dos aves de un cielo zarco
entre una nube que flota.
—Reinaldo Figueroa—
También donde el aire hospeda
la suavidad de lo bueno
contigo encuentro un terreno
para mis huellas de seda.
En tus clases de moneda
me he sentido millonario,
igual que un sol legendario
tanto en tu luz yo me escudo
desde que encontré el saludo
de tu brazo literario.
—Rubén Sada—
A dos manos el saludo
se siente mucho mejor...
—Reinaldo Figueroa—
Con tan grande profesor
mi estudiante luce mudo.
—Rubén Sada—
En vuestra amistad me escudo
y a tus tierras pongo proa...
—Reinaldo Figueroa—
Si del salto de Soroa
hasta la pampa sagrada...
—Rubén Sada—
Cantaron Ubaldo y Sada
con el profe Figueroa.
© Rubén Sada,
Reinaldo Figueroa
,
José Ubaldo Izquierdo Hernández.
17/09/2020.