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17 de marzo de 2024

YO, CONTRA EL CHAT GPT: LA BATALLA FINAL (Apóstrofe)

 

YO, CONTRA EL CHAT GPT:
"LA BATALLA FINAL" (Apóstrofe)

Al señor Sam Altman

Siento que el fin se aproxima
en este universo ocre
donde la rima es mediocre
(si es que acaso queda rima).
Con gimnasia y con esgrima
apostrofará el poeta,
disparará su saeta
contra el gran GPT CHAT,
cual David contra un Goliat
sacándole la careta:
POETA:
—Decidí darte batalla,
¡farsante, “pseudo poeta”!
Pues soy un rapsoda esteta
y mi apóstrofe no calla.
Tu ingreso ha sido canalla
y en el mundo cibernético
tu modo de actuar no es ético,
cometes mucho traspié,
embustero GPT:
¡Te falta vuelo poético!—
CHAT GPT:
—En mis mil computadores
miles de palabras guardo,
no necesito del bardo
ni sus pájaros ni flores.
No me hacen falta amores
para explicar el amor,
un CPU es el motor
de mis instantáneos versos,
y en mis términos dispersos
no hay lágrimas, ni sudor.—
POETA:
—¡Eso no tiene valor!
Tú redactas, solo escribes,
pero el texto no lo vives
como lo vive un autor.
¡Eres un embaucador
que atraviesa espacios cuánticos,
con mil cúmulos semánticos
que pesca de una gran lista!
Yo, en verdad, soy un artista
que “vive” textos románticos.—
👀
GPT: —Puedo hacer diez mil poemas…—
P: —Pero todos muy mal hechos.—
GPT: —No violo de autor derechos.—
P: —Copias textos con problemas.—
GPT: —No necesito tus yemas.—
P: —En mis dedos hay valor.—
GPT: —Hago a un mindundi, escritor.—
P: —Sí, lo ayudas con su engaño.—
GPT: —Del futuro soy peldaño.—
P: —¡Nunca serás superior!
👀
Las reglas del consonante
te salen mal, harto pésimas,
no sos capaz de hacer décimas
y tu métrica es errante.
Escribes puro asonante,
solo cuarteta y cuartetos
que de ripio están repletos
y no tienen energía,
falta mucha poesía
en tus versos esqueletos.
👀
Tus deplorables sonetos
poseen calidad tétrica,
falta puntería y métrica
y hay pobreza de alfabetos.
¡Pobrecitos los sujetos
que copian versos de ti!
¿Se creerán alelí
mientras publican tus yuyos,
transcribendo versos tuyos
más feos que un jabalí?
👀
¿Se habrán creído que allí
hallan buena poesía?
¡Es ruin la categoría
de tu "¿arte?" baladí!
Tu cuerpo de maniquí
no tiene alma, lo intuyo,
solo es algo de barullo
para impresionar a ineptos
con timadores conceptos,
levadura del orgullo.
👀
Formas frases predecibles
de valor poco profundo,
un dibujo moribundo
de palabras insensibles.
Garabatos inservibles
son tus “poesías” todas,
al azar las acomodas
en tu lista de oraciones
con básicas expresiones
de la luz de otros rapsodas.
👀
Seguiré creando ideas
y aunque quieras destruirme,
mi poeta estará firme
pues, su cielo tiene teas.
Para ti, que borroneas
tengo un plan y así lo haré:
El cable te cortaré
con mi lengua de alikate,
aunque al hacerlo te mate.
Lo siento, CHAT GPT.
👀
© Rubén Sada. 18/3/2024.
RECURSOS DE LA RETÓRICA UTILIZADOS: Estas son algunas de las figuras retóricas presentes en el diálogo, que contribuyeron a su riqueza y expresividad poéticas.
1. **Apóstrofe**: El autor empleó la apóstrofe al dirigirse directamente al Chat GPT, personificándolo y apostrofándolo como si fuera un ser consciente y capaz de responder.
2. **Prosopopeya**: Está implícita en la adjudicación de cualidades humanas a un software de enunciado de palabras, como lo es su interlocutor digital, el Chat GPT.
3. **Metáfora**: Se utilizan metáforas como "David contra un Goliat" para resaltar la disparidad entre el poeta y el Chat GPT, o la "lengua de alikate" como sinónimo de "lengua filosa.
4. **Hipérbole**: Se emplea la hipérbole para exagerar la situación, como en "decidí darte batalla" o "sacándole la careta".
5. **Ironía**: Se emplea la ironía cuando el poeta llama al Chat GPT "pseudo poeta" y "embustero", insinuando que carece de verdadera capacidad poética.
6. **Rima y ritmo, métrica perfecta**: A lo largo del diálogo, se mantiene un ritmo y una rima característicos de la poesía en décima espinela, lo que añade musicalidad y fluidez, características de una métrica bien hecha.
7. **Paralelismo**: Se utilizan estructuras paralelas en los argumentos presentados por el poeta y el Chat GPT para enfatizar la confrontación entre ambos.
8. **Polisíndeton**: Se emplea la repetición de conjunciones ("y") para crear un efecto acumulativo en los argumentos del poeta y del Chat GPT.
9. **Esticomitia**: La 5° décima se basa en esticomitias, sentencias de un solo verso, acelerando el “DIÁLOGO” hasta hacerlo vertiginoso justo en el cénit de la obra.
10. **Aliteración**: Se utilizan repeticiones de sonidos consonantes y asonantes, para crear efectos estilísticos, como en "en un universo ocre" o "miles de palabras guardo".
11. **Contraste**: Se destacan las diferencias entre la ilimitada capacidad creativa, espiritual y sentimental del poeta, versus la limitada capacidad computacional del Chat GPT, para crear un contraste dramático.

11 de enero de 2022

APÓSTROFE AL VERANO

 

APÓSTROFE AL VERANO

Del fuego queda ceniza
que en el tiempo se consume,
mi incomodidad lo asume
mientras el calor se atiza.
Hacia la altura cobriza
brota este apóstrofe sano,
y se traslada a mi mano
con latidos de frescor:
—Respóndeme, por favor…
¿Por qué has venido, verano?
 
¡Explícame la razón,
o el porqué de tu venida,
si era tan linda mi vida
sin tanta transpiración!
¿Por qué, verano ladrón,
me hurtaste la primavera?
¿En qué insólita quimera
tu promesa mentirosa
ha marchitado a la rosa
con un clima que oblitera?
 
¿Por qué has venido, verano?
Aridez y enfermedades
son las plagas con que invades
al adulto, niño, anciano.
Tu sol colosal, malsano
'cancerínamente' diestro
es para la piel secuestro
mientras Alighieri pacta
con Mefisto, que se jacta
en este infierno siniestro.

¿Por qué te quedas, estío,
con tu horrible tostador
que castiga con fragor
los techos del caserío?
Solo anhelo algo de frío
o alguna pizca de viento,
pero es tu calentamiento
lo que me incinera a diario
en el horno refractario
de esta selva de cemento.
 
¿Por qué has venido, verano?
Solo me gusta tu lluvia
porque soy espiga rubia
que madura con el guano.
Un termómetro inhumano
que sube al cielo, se enrosca
con sequía, que a la tosca
mantiene resquebrajada,
y aquí no puedo hacer nada
contra el mosquito y la mosca.
 
¡Pero no me vencerás
ni podrás acrisolarme,
aunque intentes cocinarme
en tu parrilla de gas!
¡Vade retro! ¡Ponte atrás!
¡Yo te daré un escarmiento!
Y con la fuerza del viento
que sopla en marzo, bisoño,
¡te encadenaré al otoño
y allí tendrás vencimiento!
 
© Rubén Sada. 11/01/2021. APÓSTROFE: Figura de la retórica literaria que consiste en dirigirse, durante un discurso o narración, generalmente con emoción o vehemencia, a un interlocutor que puede estar presente, fallecido o ausente, a objetos inanimados personificados o incluso al propio autor u orador. Generalmente se utiliza el tono vocativo o imperativo.​ El empleo de este recurso es muy común en las plegarias u oraciones, en los soliloquios y en las invocaciones.


25 de julio de 2021

CÚMULUS STRATIFORME


CÚMULUS STRATIFORME

 
Hoy alcé mi vista al cielo
extasiado por su tul,
y admiré un pañuelo azul
con otro blanco pañuelo.
De algodones era el velo,
pañal de un cosmos enorme,
y un zorzal me dio su informe
con un trino de esperanza:
—¡Quiero hacer contigo alianza,
cúmulus stratiforme!
 
—Dame tu lluvia bendita
y yo te daré mis rezos,
besa el suelo con tus besos
de transparencia gratuita.
Lleven tus vientos mi cuita
y que mi pena deforme
en flor blanca se transforme
sin más púas en mi cacto,
pongo al pie mi firma al pacto,
¡cúmulus stratiforme!
 
—Haz que tu sol me ilumine
y descorriendo el telón,
tus puntillas de almidón
logren que a ella imagine.
Que el tosco terrón germine
y que un gajo fresco forme
el rosal más uniforme
con las más preciosas rosas...
¡Perdón que pida estas cosas,
cúmulus stratiforme!

—Me enamora tu tutú,
en el que bailan las aves,
y entre brisas, plumas suaves
se mecen como el bambú.
La suavidad del tisú
de tus pompas es enorme,
pues tu pana multiforme
hace suave hasta a la piedra,
¡hasta ti crezca mi hiedra,
cúmulus stratiforme!
 
—Desde el jardín te murmuro
con mis arterias en calma,
que te entregaré mi alma
algún día en el futuro.
Pero hoy quiero tu aire puro,
el que a mi salud conforme,
¡haz que el trueno se transforme
en la nube más preciosa,
bajo tu gasa rugosa,
cúmulus stratiforme!
 
—¡Responde, cúmulus alto!
Espero de ti señal,
y en un vuelo angelical
resucitar del asfalto.
Te observo y me sobresalto
cuando te contemplo enorme,
no hagas que esté disconforme,
beberé tu efervescencia,
¡y te entregaré mi esencia,
cúmulus stratiforme!
 
© Rubén Sada. 25/07/2021. Apóstrofe al cielo, 
inspirado en una noticia de Enrique Momigliano. El apóstrofe es una "figura retórica" de la literatura que consiste en interrumpir el discurso para dirigirse con vehemencia a una persona o a cosas personificadas que pueden ser reales o imaginarias, generalmente con un tono invocativo.


19 de diciembre de 2020

APÓSTROFE A LA BRÚJULA

 APÓSTROFE A LA BRÚJULA


¡Oh! ¡Brújula que señalas
horizontes tras el mar,
ese norte al que apuntar
y al que solo se va en alas!
¡Alúmbrame con bengalas
que me indiquen la salida,
que hoy mi senda está perdida!
¡Ven! ¡Señálame tu norte,
que allá iré como un resorte
disparado a mejor vida!
 
Soy rehén de una vil puja
que en mi mente pone lodo,
¡los que me han robado todo
quieren que mi cráneo cruja!
Señálame con tu aguja
do he de poner mis sesos...
¿Donde mis pies no estén presos
ni mudo mi paladar?
¡Quita el velo a ese lugar
y allí verteré mis huesos!
 
¡Oh! Brújula que predicas
el camino de las nubes,
por el que tú solo subes:
¡no retrocedes ni abdicas!
Con tu manecilla indicas
la ilustrada dirección,
que me pegue un empujón
y me encienda la turbina,
hoy te pido guía divina,
¡dame ya tu bendición!

Con tu rosa de los vientos
y tu agudo magnetismo,
puedes guiarme hacia el abismo
o al castillo de los cuentos.
¡Piedad! Por mis sentimientos,
te pido, aparato sabio,
que no me quede el resabio
de la peligrosa senda,
y que mi mirada emprenda
la guía de tu astrolabio.
 
¡Sigue denunciando el norte!
¡Sigue enseñando el camino!
Mi alma de peregrino
tendrá confianza en tu aporte.
Te ruego aquí tu soporte
sin mentiras impostoras,
no puedo sufrir demoras
pues mi piel está cuarteada,
y no sé si otra alborada
me regale un par de horas.
 
Si no escuchas mi pedido
y no me muestras tu ene,
te cambiaré por Selene
y su impoluto vestido.
¡Escúchame!... ¡Te lo pido!...
¡Presta tu oído a mis cantos!...
Ve cuánto me empapo en llantos
más que el sauce del Edén,
¡pues fui brújula también,
y también he guiado a tantos!
 
© Rubén Sada. 19/12/2020. APÓSTROFE: Figura de la retórica literaria que consiste en dirigirse, durante un discurso o narración, generalmente con emoción o vehemencia, a un interlocutor que puede estar presente, fallecido o ausente, a objetos inanimados personificados o incluso al propio autor u orador. Generalmente, se utiliza el tono vocativo o imperativo.​ El empleo de este recurso es muy común en las plegarias u oraciones, en los soliloquios y en las invocaciones.
 
 


31 de julio de 2020

¡AGUANTÁ, COLO!



¡AGUANTÁ, COLO!

♥ 
*[1]*
¡Aguantá, colo, que falta!
¡Aún no se ve la meta!
Todavía tu poeta
se emociona y sobresalta.
Andá con la frente alta
caminando por la calle,
que tu latido no estalle
ni te vaya a preocupar,
tenés cuerda por hilar
y así engalanar tu talle.
*[2]* 
¡Dale! ¡Dale un poco más!
Seguí latiendo, no falles.
Alumbrá profundos valles
con tu palabra veraz.
Sea tu décima audaz
y valiente tu versículo,
cada latido es artículo
que merece difundir,
¡y que el arte de vivir
nunca frene tu ventrículo!
*[ESTRIBILLO]*
¡Aguantá, colo! ¡Bombeá
que la vida está despierta!
Que no se haga la muerta
en el confort de un sofá.
Confío en vos, pues quizá
tengas el gen de campeón,
¡dale fuerza a tu pistón
y el aceite del cariño,
que hará que te vuelvas niño
de conciencia y corazón!
*[3]*
¡Resistí, colo! Te falta
ver la bandera a recuadro,
pintá horizonte a tu cuadro
con el verde que lo esmalta.
Cada obstáculo se salta
en el camino hacia el fin,
tenés que ser paladín
de tu quimera y tu sueño...
¡Aguantá! Ponele empeño
como el Quijote y Rocín.
*[4]*
¡Fuerza, colo! Que es bastante
la senda que has recorrido.
¡Que el motor de tu latido
tenga nafta y lubricante!
¡Que el fuego de tanto aguante
derrita hielo y escarcha!
Rueda que pincha se emparcha
aun en rutas poco buenas,
pues saber frenar, apenas,
no indica parar la marcha.
*[5]*
¡Aguantá, colo, un poquito!
Haz caso a mi admonición.
¡Pedile auxilio al pulmón
y denunciá con tu grito!
¡Meté apóstrofe al delito
que quiere verte encerrado!
(Perdoná te haya nombrado
“colo”: para apodo es poco).
Si es anagrama de “loco”...
¡Vos, reventale el candado!
*[ESTRIBILLO]*
¡Aguantá, colo! ¡Bombeá
que la vida está despierta!
Que no se haga la muerta
en el confort de un sofá.
Confío en vos, pues quizá
tengas el gen de campeón,
¡dale fuerza a tu pistón
y el aceite del cariño,
que hará que te vuelvas niño
de conciencia y corazón!

(BIS)

AUTOR: RUBÉN SADA. 31/07/2020.

15 de diciembre de 2018

APÓSTROFE A UNA MANZANA PODRIDA


APÓSTROFE A UNA 

MANZANA PODRIDA

"El que tenga oídos para oír, que escuche y entienda". (Marcos 4:23. NTV)

Atractiva entre tantas hermanas
con aspecto lustroso, apeteces,
verdadera y madura te ofreces,
camuflada entre bellas manzanas.
Te codician, te miran con ganas,
como al néctar que brinda la vida,
calma el hambre el dulzor que te anida,
pero torpe será la elección,
porque adentro de todo cajón
siempre va una manzana podrida.

Mentirosa eres tú, lo aseguro,
no me engañan tus buenos aspectos,
se agazapa en perfiles perfectos
encubriendo tu espíritu impuro.
¡Si hasta un lado en la luna es oscuro!
¡Y en el nardo se esconde un tufillo!
Si reluce un verdugo cuchillo
que al desgarro sangriento se apresta...
Tú enmascaras semilla que apesta...
¡Y me muestra mentiras con brillo!

No te gusta ser como el rebaño,
aunque en forma y color te pareces,
y en tu centro se huelen las heces
más inmundas del pútrido baño.
Tu disfraz, para mí, no es engaño,
porque sabia es mi madre experiencia,
la verdad siempre ha sido mi ciencia
y desprecian mis ojos despiertos
las conductas de vivos ya muertos
que no tienen pudor ni conciencia.

Engañosa es la fruta prohibida,
engañoso el aroma que emana,
engañosa es la roja manzana,
sana afuera y adentro podrida.
La ha roído la larva homicida,
que penetra en el áspero poro,
yo de ella jamás me enamoro
pues ser larva no es ser mariposa...
¡No me engaña, por más que jugosa
su ponzoña se pinte con oro.

¡No me engañas, podrida manzana!
Pues te enfrentas a un viejo gusano
que aprendió a no tocar con la mano
lo que estafa, corrompe y desgana.
¡Yo sé bien cuál es buena y cuál sana!
No me apremia la meta suicida...
Mala fruta, de gala vestida,
del cajón de mi vida erradico...
Pues con poco, yo sé que soy rico...
¡Más que tú, manzanita podrida!

Rubén Sada. 15/12/2018.
Advertencia: Cuidado con las apariencias, que suelen ser muy engañosas.



2 de marzo de 2014

APÓSTROFES (de Almafuerte) [Al hombre, a la humanidad]

APÓSTROFES 

(Escrito por Almafuerte, al hombre, a la humanidad)

I

    Yo sé bien, que dos razones,
    -Dos tendencias, dos pasiones-
    Se conflictan o se besan,
En el campo de tu pecho, sin cesar:
    El furor de lo apremiante
    Del minuto, del instante,
    Y el fervor de lo intangible
Lo mediato, lo después, lo más allá.
    Como el tallo de la hiedra,
    Que no sube por la piedra
    Solamente con los garfios
De su breve, de su múltiple raíz;
    Porque salva las distancias
    Con las guías de sus ansias
    Con los brotes de sus sueños
Con las alas de su instinto de subir.

II

    Yo sé bien que muchas veces.
    Tú vacilas, tú decreces.
    Por exceso de cualquiera
De las dos aspiraciones de tu ser;
    Pues el hombre verdadero
    Ni es deleite, todo entero,
    Ni es, tampoco, todo fiebre.
Todo anhelos inauditos de ascender...
    Como el tallo de la hiedra.
    Que se dobla y se desmedra.
    Si le faltan en el muro
Circunstancias aparentes de arraigar
    Y el placer y las pasiones
    Serán siempre los arpones
    Con que vayas escalando
La divina, la suprema claridad.

III

    Yo sé bien, que muchas veces,
    Ni aprovechas, ni mereces,
    Los progresos de que gozas.
Magnos, buenos y seguros, desde Adán;
    Pues te invade la locura
    De ostentar tu investidura.
    Cual un sol que no supiese
Nada más que relucir y deslumbrar.
    Pues te colmas del ardiente
    Fanatismo del presente,
    Sin pensar que te ha tocado,
De las épocas humanas, la peor,
    En que todos van vacíos,
    Van inertes y van fríos,
    Como témpanos del polo,
¡Cual burbujas irisadas por el sol!

IV

    Sin mirar, sin haber visto.
    Que ser hombre, ya es ser Cristo;
    Que ser Cristo, ya es ser sabio;
Que ser sabio, ya es ser luz de Jehová;
    Que ser Él, o su destello
    Ya es ser justo, manso y bello;
    Que ser bello, manso y justo.
Ya es ser viva negación de vanidad;
    Que los vanos van vacíos.
    Displicentes y sin bríos,
    Como barcos errabundos
Sin el lastre, sin la carga de la fe;
    Que sin fe, todo se cierra
    Por el aire y por la tierra.
    Cual pupila temerosa
¡Tras el párpado brutal de lo soez!

V

    Sin mirar, sin haber visto,
    Que ya todo estaba listo
    Sendos miles de centurias
Más atrás de tu presencia baladí;
    Que tus raras invenciones
    No son más que proyecciones:
    Los capullos que se abren
¡Y los frutos que se cuajan para ti!
    Peregrino que reposas.
    Por la fuerza de las cosas.
    Donde mismo se desatan
Las guedejas cristalinas del raudal...
    Del raudal apetitoso
    Que ha venido silencioso
    Por los senos de la tierra,
¡Con las ansias inefables de brotar!

VI

    Que tu alma, que tu día,
    Van preñados, todavía.
    Del primer fecundo beso
Del primer fecundo labio creador;
    Y aquel beso fue tan hondo,
    Que ha lanzado al mismo fondo
    De los siglos de los siglos
Su profunda, generosa radiación.
    Pues habrás perdido el nombre,
    Serás ángel, más que hombre,
    Correrás, en un segundo
De una estrella en otra estrella, sin caer,
    Y aquel fúlgido progreso
    Será el hijo de aquel beso.
    Será un punto de las ondas
¡Que aquel ósculo vibró, la primer vez!

VII

    Yo sé bien que vas lanzado.
    Cual un bruto desbocado
    Que las bridas no sujetan,
Y a quien deja el conductor de gobernar,
    Aguardando vigilante,
    Que vencido, jadeante.
    Se desplome, de rodillas.
¡Faz a faz del infinito, el animal!
    Porque Dios, como el auriga
    Cuenta más con tu fatiga
    Que con ese frágil freno.
Que con esa turbia luz de tu razón;
    Y ha sacado del hastío.
    Como al mundo del vacío,
    Los estados más hermosos.
Los destellos más sublimes de tu yo.

VIII

    De tu yo, que rompe y deja,
    Cual un sol que se despeja,
    La prisión de unos sentidos
Que no saben ciertamente lo que ven,
    Y fulgura justiciero,
    Cual un rey sin consejero,
    Cual un soplo todo libre
¡Que no tiene resistencias que vencer!
    Tan lucífero, tan claro
    Como él mismo, cual un faro
    Cuya bomba de colores
Destrozó con su violencia, el huracán;
    Tan profundo, tan vidente,
    Que partiendo del presente,
Desde un polo al otro polo
¡Surcaría, de una vez, la eternidad!

IX

    Juicio libre, juicio puro.
    Matemático, seguro.
    Como rectas ideales
Que cruzaran los abismos de zafir.
    Como van por el vacío
    Sin retardo ni desvío,
    Los pedruscos y los bronces
¡Y el vellón y la pelusa más sutil!
    Misma luz, misma potencia
    Misma vida, misma ciencia
    Misma ley del Universo,
Mismo bien, misma razón, misma verdad,
    Que cayeron fulminados.
    Luminosos, imantados,
    Cual recónditos conjuros.
Por los tiempos de los tiempos, en Adán.

X

    Yo sé bien, que Dios ha puesto,
    Cual un doble muro enhiesto,
    Los zarzales dolorosos
Que flanquean, palmo a palmo, tu carril;
    Que debajo de tu planta,
    Cada día, se levanta,
    Yo no sé, qué senda púa.
Que te impone, que te manda proseguir;
    Que no besa, que no toca,
    Ni tu mano, ni tu boca
    Donde no hallen escondidos
Escorpiones trepitantes de furor;
    Pues la vida del más justo,
    Cual un lecho de Procusto,
    No le deja ni un repliegue.
Ni un minuto bien gozado de pasión.

XI

    Que te sigue la jauría
    Más hambrienta, más bravía,
    Galopándote a los flancos
Por el arduo cuestarriba del deber;
    Que circulas como fiera
    Perseguido por doquiera
    Como el toro que conducen
Con las picas del dolor, al redondel.
    Que te arrastra de las crines
    Un tropel de querubines
    Afanosos, cual hormigas
Que rasuran de sus rosas al rosal,
    Y callados y severos,
    Como van los carceleros,
    Siempre mudos como mudos.
Vigilando su cuadrilla criminal.

XII

    Que cual dos enamorados
    Que platican reclinados
    En los cómodos cojines
De las cómodas butacas del vagón,
    Van soñando dulcemente,
    Mientras marchan rectamente
    Por los rieles invisibles,
Para ellos, como el alma y como Dios.
    Así corre a su destino,
    Proyectando en el camino
    Mil graciosas necedades.
Que jamás entre sus palmas palpará,
    Desde el joven al anciano,
    Desde el rey al artesano.
    Toda entera y verdadera,
La inconsciente, soñadora humanidad.

XIII

    Que es verdad abrumadora
    Que la gran locomotora
    Que conduce todo eso
De la estepa de los siglos, a través,
    En las mismas estaciones,
    A los mismos corazones,
    Fracasados o triunfantes.
Los arroja sin mirar en el andén.
    Pues el mismo pensamiento,
    Y hasta el mismo sentimiento,
    Pueden ser los de un lacayo
Despreciable favorito del Señor...
    O el espíritu sublime
    Que somete, que redime
    La soberbia de las almas
¡Con su noble, su cristiana negación!

XIV

    Que hay un tic en cada vida.
    Que la entrega sometida
    Como res indiscutible
Del misterio, del destino, del azar;
    Y fracasan, o prosperan
    Quieran ellas o no quieran,
    A los golpes o los besos
¡De la misma incognoscible voluntad!
    Que bordamos afanosos
    Arabescos prodigiosos
    En la púrpura sagrada
Del ingenio, del deseo y la ilusión,
    Mientras van insospechables
    Cien demonios formidables
    Trabajando en el secreto.
De aquel mismo generoso corazón.

XV

    Que ninguno hasta el presente
    Se ha escrutado con la lente
    De la sola razón pura,
Bien adentro, bien al fondo de su ser;
    Que no hay sol y no hay bacterio
    Que no vayan al misterio.
    Cual un médium insensible
Que no tiene la conciencia de quién es;
    Ni hay discurso, ni hay idea,
    Por olímpica que sea
    La molécula purpúrea
De la sangre de genial que los creó,
    Que repitan dos segundos
    Los acentos tremebundos
    De la misma verdad misma
Que resuena en lo recóndito del yo.

XVI

    Yo sé bien que vas seguro
    Dentro mismo del oscuro,
    Viejo cauce, lecho enorme.
Sendo abismo, largo túnel en que vas,
    Como río entre ribazos
    Como niño entre los brazos
    Que lo mecen, que lo llevan
Donde ansía la ternura maternal;
    Que, tal vez, sonríe tierno.
    Sin enojos, el Eterno,
    Cuando ruges y protestas
Con el torpe razonar de Lucifer,
    Que no siente la armonía
    Del dolor y la alegría,
    Del deber y del derecho.
De la santa libertad y de la ley.

XVII

    Pues sabrás que Dios es bueno
    Como el mismo pan moreno,
    Que los pobres de la tierra
Santifican con su llanto y su sudor;
    Y más manso, todavía
    Que la propia luz del día
    Que se vuelca y distribuye,
Sin negar al más infame, su fulgor:
    Y es en vano que te mofes
    De sus leyes y apostrofes
    Con apóstrofes geniales,
Su existencia, su poder y su bondad;
    Porque nada le conmueve,
    Y en su blanca faz de nieve
    No sublevan tus injurias,
Ni una ráfaga de cólera, jamás.

XVIII

    Que más lejos de los astros,
    Donde ya no quedan rastros
    De la lógica del cosmos,
Misma lógica misérrima del ser;
    Más allá de donde ahito
    De rodar, el infinito
    Se prosterna y enrarece,
¡Todavía poderoso, manda Él!
    Y por más que vas huyendo
    De su código estupendo
    Por miríadas de centurias,
Cual un hijo que se fuga del hogar...
    Como el pez en el acuario,
    Y en su celda, el visionario,
    Y en sus órbitas las orbes,
Del alcance de sus manos, no saldrás.

XIX

    Y yo sé, perfectamente,
    Que mi verba, que mi mente,
    Que mi trágica persona,
Que mi débil, hiperbólico clamor,
    Para ti, será tan vano,
    Como el rasgo de un insano,
    Que al salir acometiese,
Con sus gritos enigmáticos, al sol;
    Para ti, será lo mismo,
    Que oponer al cataclismo.
    Catapultas de sarcasmos
Y sollozos y protestas de mujer,
    Y a los ecos clamorosos
    De los mares tumultuosos,
    Con rescriptos y con varas.
¡El silencio de las tumbas, imponer!

XX

    Que del modo que las gotas
    Van cayendo como notas,
    De repliegues en repliegues,
Por los pétalos rizados de la flor,
    Sin sentir, las infelices,
    Que reflejan los matices
    De las hojas que recorren
Como perlas temblorosas de sudor.
    Sin noción, las pobrecitas,
    de las fuerzas infinitas
    Que tu ser originaron
En los senos del jazmín o del clavel,
    Sin saber, las degradadas,
    Al rodar, electrizadas
    Como lágrimas furtivas.
Dónde mismo, su cristal, han de romper.

XXI

    Así pongo vacilante,
    Sobre cada consonante,
    Las ideas que me brotan,
Ni lo sé, ni lo sabré, para qué fin;
    Así va, fugaz y terso.
    Reflejando cada verso
    Las bellezas o las sombras
De los días que lo vieron, al surgir;
    Así marcha mi discurso.
    Sin pensar en el concurso
    De las hondas energías
Que lo exprimen en mi seno, sin dolor;
    Así vibra mi elocuencia
    Sin la mínima conciencia
    De los círculos postreros
Donde tenga que cesar su vibración.

XXII

    Pues, cual busca el arroyuelo
    Sollozante, sin consuelo
    Sucesivos desniveles
Sometido por la ley de su nivel,
    Así voy, como el arroyo
    De un apoyo en otro apoyo
    De declives en declives
¡Sin poder y sin querer y sin saber!
    Y lo mismo que las olas
    No se yerguen por sí solas
    Ni disponen sus orientes
Con su ronco, su perpetuo resonar,
    Mis arranques inauditos,
    Y mis quejas, y mis gritos,
    Nada explican, nada pueden,
Como el eco más insólito del mar.

XXIII

    Mas tal vez, por eso mismo,
    Se desborda mi heroísmo,
    De las ánforas secretas
Donde yace prisionero su licor,
    Cual un vino delicado,
    Neciamente abandonado
    Por la incuria de los hombres
En el fondo de mi triste corazón.
    Como aquellos manantiales,
    Que detrás de los zarzales,
    En el seno de las rocas,
Purifican y retienen su cristal;
    Como todos los nacidos
    Para ser escarnecidos.
    Cuando suenan los clarines
De cualquier evolución providencial.

XXIV

    Y tal vez por eso mismo,
    Restallante de lirismo
    Lo fatal y lo imposible
Me deleita contrariar y resolver:
    Cual un ángel del Averno,
    Partidario del Eterno,
    Que a los réprobos absortos
Predicase las bellezas del Edén;
    Cual un punto de la esfera,
    Que ser punto no quisiera,
    Y en la cumbre de los soles
Resolviese proclamar su rebelión;
    Cual un ente miserable
    Que soñando lo inefable.
    Desde el fondo de la sombra.
¡Suspirase por su cruz de redentor!

XXV

    Y delante de la furia
    Con que rueda tu centuria
    Como tropa de bisontes
Poseída del delirio de migrar,
    Cual innúmera majada
    Perseguida y azotada
    Por las lluvias invernales,
Que la llevan sin saber a donde va.
    Como férvido torrente
    Que a la faz de la pendiente
    Se desploma fragoroso
Sin más ley que la maldita de caer:
    Yo, la brizna sin historia,
    Vil sobrante, vil escoria,
    me levanto formidable,
¡Me propongo fulminar tu estolidez!

XXVI

    Sí vacía, sí pomposa,
    Sí ruin, sí delictuosa,
    Sí maligna, sí cobarde,
Sí proterva, sí bestial humanidad:
    Pon la faz arrebolada
    Más abajo de la nada,
    Más abajo, todavía,
Pues te voy a maldecir y apostrofar;
    Soy tu padre, tu poeta,
    Tu maestro, tu profeta,
    Tu señor indiscutible,
¡Tu verdugo sin entrañas y tu juez!
    No me asustas : te domino,
    Te someto, te fascino
    Con la luz esplendorosa.
¡Con el hierro incandescente de la fe!


Autor: Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte)


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APÓSTROFE: Ret. Figura que consiste en cortar de pronto el hilo del discurso o la narración, ya para dirigir la palabra con vehemencia
en segunda persona a una o varias presentes o ausentes, vivas o muertas, a seres animados o a cosas inanimadas, ya para dirigírsela a sí mismo en iguales términos.

Más Apóstrofes:

APÓSTROFE - de Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte)

ALMAFUERTE EL POETA (CAP 13 Y 14: Detalles de la personalidad de Pedro B. Palacios, por Antonio Herrero)

Almafuerte visita Trenque Lauquen
Visita de Pedro B. Palacios a Trenque Lauquen en 1913

ALMAFUERTE EL POETA 

(CAP 13 Y 14: Detalles de la personalidad de Pedro B. Palacios, por Antonio Herrero)

CAPÍTULO 13:
LA RELIGIÓN DEL HOMBRE
Para la literatura y la filosofía, él hombre ha sido siempre una cosa secundaria y subalterna. Por sobre de él han pesado, abrumadoras y absorbentes, todas las abstracciones. Los artistas han cantado y exaltado a la Naturaleza y la Belleza o a los hechos exteriores. Los filósofos se han extraviado en la discusión de los conceptos absolutos o en la investigación de los orígenes y de las causas finales. Y los teólogos han hecho del hombre un juguete en las manos del Destino, denominado por ellos Dios o Providencia. Tal vez es ésta la causa de que en oposición a los adelantos maravillosos de la mecánica haya el hombre, hasta hoy, permanecido moralmente estacionado. El primero que trató de libertarnos del yugo de la abstracción —ya fuese la de Dios o la de los ideales— fue aquel poeta - filósofo que se llamó Federico Nietzsche. Pero éste, en cambio, llevó demasiado lejos aquella aspiración liberadora, y al suprimir la moral en absoluto hizo al hombre instrumento de sus instintos. Falto, además, de base espiritual para cimentar la vida humana, al abolir la ética, creó a su vez otro ídolo para reemplazar los anteriores, y así nació ese mito del Superhombre que es un nuevo fetiche en cuyas aras pretende continúe sacrificándose la especie humana. Emerson y Carlyle han sido precursores en este movimiento afirmativo de la personalidad, que ha tenido últimamente un impulsor de poderoso aliento en el joven escritor italiano, Giovanni Papini, quien se dirige a la conquista de la divinización humana por medio de la acción, licenciando para ello a la filosofía, como a instrumento inútil. Otro exaltador del hombre y fundador de un ideal de ascensión humana, es el autor de “Andrógino”. José Antich, creador de una redentora concepción social ego-altruísta y de un nuevo arquetipo más alto y más humano que el Superhombre. Pero nadie, jamás, como Almafuerte, ni siquiera entre los antes mencionados, habíase consagrado en absoluto a la elevación y exaltación del alma humana. Para Almafuerte no existe la Naturaleza porque carece de vida propia y de conciencia; el arte es un instrumento para gritar a los hombres la Verdad; los ideales son medios y caminos para superarse y ascender; Dios es la ley moral que rige al universo y cuyo código lleva el hombre escrito en su conciencia; y lo único, por tanto, que constituye una absoluta y suprema realidad es el hombre mismo, que lleva en su alma los cielos y la divinidad.  Pero no es al hombre abstracto al que Almafuerte canta y exalta, sino al hombre real, cualquiera que sea su índole y condición, y más aún a los bajos y caídos; a la humana conciencia en cada ser; a las más altas, más locas, más puras y sublimes aspiraciones. Padece su alma una fiebre de amor que le devora, hacia los miserables y los tristes. Mucho más intenso aún que el fervoroso amor místico de Telesa de Jesús por la imagen ideal del Nazareno es el que siente Almafuerte por la chusma irredenta y que ha expresado, entre otros, en los siguientes versos: 


“Yo siento por el dolor
de la chusma miserable,
la suprema, la inefable
maternidad del amor.
Yo siento el mismo fervor
del Cordero supersanto,
fervor tan profundo y tanto
que tendrá que vaporarme
y en la miseria regarme
como un diluvio de llanto.”

Pero aunque ama tan locamente al hombre, no le ama ni lo concibe como un hecho consumado, como un ser ya perfecto, sino como una fuerza ascendente que se depura y se transforma, según expresa en “El Misionero”: 


“El mejor no eres tú, pálido rastro,
tímida tentativa en la redoma . .
Vas a tu superior, a tu distinto
y ese no te tendrá ni amor ni envidias.
El que vendrá después, el Prometido,
sólo será un cerebro con dos alas.”

Y no sólo desea la elevación del hombre, sino que siente un ansia ardentísima, un ímpetu ferviente hacia lo mejor y por eso fustiga sin piedad a la recua inerte y abomina y reniega del ansia de quietismo:

“Felicidad total : maldito nombre,
consigna del cobarde y del tirano...
¡La perfección en sí del cuadrumano
tal vez hubiese suprimido al hombre!”

Y cual palanca suprema de la vida, canta al dolor y al esfuerzo en estrofas magistrales:

“Dolor, santo dolor: sol iracundo
que a las almas estólidas caldea,
que tortura las fibras de lo inmundo
hasta que se hacen leña y se hacen tea.
Padre de lo mejor, amo del mundo,
generador supremo de la idea,
draga de remoción, llama expiatoria,
que convierte las pústulas en gloria

Odio por lo tranquilo y uniforme,
y ansia de otro nivel y de otro aspecto;
fiebre de perfección en lo deforme,
y hambre de super-luz en lo perfecto.
Soberbias de Luzbel; vacío enorme
en el alma sombría del insecto...
Eso requiere Dios para sus planes
angustias de Satán... ¡Somos Satanes!”

No hay en toda la obra de Almafuerte una sola palabra que no esté consagrada a la educación, a la enseñanza moral, al mejoramiento de los hombres. Sus ideas no pueden encerrarse en ningún molde ni dogma; si alguna calificación se le puede aplicar es la de integralista: él aceptaba todas las ideas, todos los principios, con tal de que sirvieran para elevar y fortalecer el alma humana. A lo que aspiraba él es a que el hombre fuera un ser integral, en posesión de todas sus facultades, dueño y señor de sí mismo, capaz de concebir y practicar la más alta ley moral y en constante evolución hacia lo más puro y perfecto. Almafuerte ha fundado con su obra la religión del Hombre, que substituirá en el porvenir a las religiones ya agotadas de los dioses; y cuando empiecen sus ideas a trascender al alma popular y a penetrar en la conciencia humana, sobre el fundamento inquebrantable de su idealismo, se levantará una nueva humanidad más perfecta y consciente que la antigua e iniciadora de una civilización moral, en reemplazo de la externa que ahora existe. La influencia futura de Almafuerte está bien expresada por Guyau en el párrafo siguiente de su obra “El arte desde el punto de vista sociológico”: “En último análisis, el genio y su medio nos dan el espectáculo de tres sociedades ligadas por una relación de mutua dependencia : 1°) la sociedad real preexistente, que condiciona y en parte suscita al genio; 2°) la sociedad idealmente modificada que concibe el genio mismo, el mundo de voluntades, de pasiones, de inteligencias que crea en su espíritu y que es una especulación sobre lo posible; 3°) la formación consecutiva de una sociedad nueva, la de los admiradores del genio, que realizan más o menos, en sí mismos, por imitación su innovación. Es un fenómeno análogo a los hechos astronómicos de atracción, que crean en el seno de un gran sistema un sistema particular, un nuevo centro de gravitación”. 


CAPÍTULO 14:
ALMAFUERTE COMO ARTISTA

Cuando se habla de Almafuerte suele ensalzarse en él al pensador y al filósofo, no siempre comprendido y aun atribuyéndole un valor muy subalterno; y sobre todo se pondera del poeta el carácter indomable y el espíritu heroico que luchó tan tenazmente por la justicia y el bien; pero en cambio se le considera un artista mediocre. ¿Cuál es el fundamento de este juicio? ¿Es verdadero y justo? En la época moderna ha descendido el concepto esencial de la poesía. Se juzga generalmente que el poeta es un cantor canoro, un creador de belleza, un músico del sonido y la palabra y un colorista del verbo. Es el criterio que ha impuesto el modernismo decadente. No queremos lapidar a éste como hacen los clasicistas, los fanáticos admiradores de los moldes caducos. Pero tampoco aceptamos las mezquinas conclusiones de los modernos juglares. Estas ideas del decadentismo han sido sintetizadas por el más representativo de esa escuela, el  aristocrático y paradógico Oscar Wilde; y pueden ser concretadas en las siguientes afirmaciones tomadas de su ensayo “El crítico como artista”. “Discernir la belleza de una cosa es el punto más alto a que puede llegarse. Un sentido del color es más importante en el desarrollo del individuo que un sentido de lo justo y de lo injusto. La estética es más alta que la ética. El arte es inmoral. El artista verdadero es el que procede no del sentimiento a la forma, sino de la forma al pensamiento, a la pasión. “De tiempo en tiempo gritan ciertas gentes contra algún encantador poeta y artista porque “no tiene nada que decir” para usar su estúpida frase. Pero si tiene algo que decir lo dirá probablemente y el resultado será tedioso. Justamente porque no tiene ningún nuevo mensaje es por lo que puede hacer una obra bella. Tomará de la forma su inspiración, de la forma únicamente como lo hará todo artista verdadero. Una pasión real lo arruinaría. Toda mala poesía procede de sentimientos genuinos. La ciencia y el arte están fuera del alcance y de la esfera de la moral. La moral reside, pues, en la más baja y menos intelectual de las esferas”. No hay duda que Almafuerte sería un poeta secundario, anodino y hasta fastidioso, desprovisto de arte y de belleza, si se le juzga con el criterio de este príncipe de los estetas, de este héroe del dandismo. Si no se le supone a la existencia objeto moral alguno, si la finalidad exclusiva de la vida es el placer, entonces es innegable lo que Wilde afirma. Es lo mismo que en otro orden expresa Manuel Machado:  “No hay placer en los amores, No hay amor en el placer.”  Pero adoptar por criterio y por medida la norma del placer, equivaldría al derrumbamiento de la vida social y a la disolución progresiva y absoluta de todos los fundamentos de la existencia. He aquí el porqué constituye la poesía de Almafuerte una piedra de toque para los espíritus. Son enemigos de ella todos los estetas, todos los decadentes, los juglares, los bufones de todos los tiranos, los lacayos espirituales, los combinadores de “cocinitas literarias”, los pedantes pontificadores, los amoralistas, los inútiles para el progreso, los partidarios del placer a toda costa, “los canflinfleros del dolor eterno” ; y son admiradores de su obra, todas las almas sinceras y apasionadas, los amantes del bien y del progreso, los rebeldes conscientes y los libres, los peregrinos de rutas ideales, los hijos de la lucha y del dolor, los forjadores intrépidos de una nueva humanidad. Aquel campeón del arte por el arte a quien nos hemos referido. Osear Wilde, el idiólatra del placer y la belleza, fué a purgar en una cárcel las consecuencias de su concepto inmoral del arte y de la vida. Y entonces, solamente, se reveló a su espíritu el aspecto más profundo de la existencia, que antes se hallaba oculto para él bajo el manto sombrío del dolor. Y hostigado por el látigo implacable de este maestro cruel, escribió sus páginas más bellas y trascendentales, impregnadas de tristeza, de dulzura y bondad y animadas por el soplo de una moral muy pura, aun cuando siguiera él repudiando este concepto. Mas dejemos a los decadentes y opongamos a su voz meliflua el verbo potente y cálido de Víctor Hugo. He aquí el alto concepto viril y humano que tenía de la poesía aquel gran lírico que reunió en sí la dulzura de Horacio y de Verlaine y la iracundia fulminadora de los profetas bíblicos: “Existen dos clases de poetas: el poeta de la inspiración y el poeta de la lógica; pero existe también un tercer poeta, compuesto de ambos, que corrige, completa y resume ambos en una entidad más alta. Es decir, dos grandes figuras en una. Este tercer poeta es el más grande. Tiene la inspiración por cuanto obedece a su impulso, mas tiene la lógica por cuanto cumple el deber. El primero escribe “El cántico de los cánticos”, el segundo “El Levítico”, el tercero “Los Salmos y Las Profecías”. El primero es Horacio, el segundo Lucano, el tercero Juvenal. Y en otro sentido el primero es Píndaro, el segundo Hesíodo y el tercero Homero. “No pierde la belleza por ser buena. ¿Acaso el león es menos hermoso que el tigre por tener la facultad de enternecerse? Las quijadas que se abren para dejar el cachorro al abrigo de la madre ¿afean en algo la majestad de las melenas? ¿Desaparece el verbo inmenso del rugido porque la horrible boca que lo produce haya acariciado y lamido a Androcles? El genio que no acudiera a prestar socorro, sería deforme. Ser grande y no amar, es ser monstruoso. ¡ Sí, si ! ¡ Amemos ! . . . “Ser útil es no más que ser útil, ser bello es no más que ser bello ; pero ser útil y bello es ser sublime. Esto es lo que son San Pablo en el siglo I, Tácito y Juvenal en el II, el Dante en el XIII, Shakespeare en el XVI y Milton y Moliere en el XVII”. Y refiriéndose a Juvenal, cuya ira vengadora y justiciera fue superada por Almafuerte, que no era como aquel un ironista, sino un apostrofador Júpiterino, agrega Víctor Hugo: “Insistamos de nuevo en Juvenal. Pocos poetas han sido tan insultados, tan combatidos y tan calumniados como él. La calumnia contra Juvenal fue creada a tan largo plazo que todavía dura. Una pluma la deja y otra la toma. Los grandes aborrecedores del mal son aborrecidos por todos los aduladores de la fuerza y del éxito. ¿Queréis saber quiénes son los que tratan de obscurecer la gloria de los grandes seres que toman a su cargo el castigo y la venganza? Pues son la turba de serviles sofistas, los escritores que se arrancan la piel con la rozadura de los collares, los historiógrafos matones, los escoliastas bien retribuidos, los cortesanos y los sectarios. Gruñen alrededor de las águilas. No hacen con gusto justicia a los justicieros, y consiguen irritar a los señores e indignar a los lacayos. La indignación de la bajeza existe”. Almafuerte ha sido un poeta de la índole de Homero y de Juvenal, pero de más elevados ideales. Homero fue el cantor de la epopeya griega y Almafuerte ha cantado la epopeya interior del hombre actual. Juvenal fustigaba los vicios exteriores de su patria, y Almafuerte azota la maldad y la estolidez internas de todos los humanos. Pero además anuncia y practica una moral más alta y un ideal de ascensión y de perfeccionamiento. A quien se asemeja más su índole, es al gigantesco Esquilo, en la creación de su Prometeo. Por eso no es él artista ni poeta en el concepto inferior y usual de la palabra. Encarna en grado máximo el poeta ideal, tal como Víctor Hugo lo imagina y define en su obra sobre William Shakespeare, cuya lectura recomendamos a todos los detractores de Almafuerte, sobre todo si lo son sinceramente por no haber comprendido la magnitud de su obra. Para Almafuerte es el arte sólo un vehículo; es el arco con que arroja la flecha envenenada de sus apostrofes, o la envoltura sutil y vaporosa que engalana y embellece su gran pureza moral en el “Cantar de cantares”, o el bronce en que vacía y moldea su espíritu en “El Misionero” y en “La canción de un hombre”. Pero siempre su arte es adecuado al pensamiento que expresa. Hay una fusión perfecta en sus poesías entre la forma y el fondo. Una y otro están fundidos en unidad ideal. No hay una sola palabra que resulte forzada, ni verso ni ritmo alguno disonantes. Tiene esa rotundidez articulada y vibrante que es la característica del genio. Parece que sus versos estuvieran esculpidos y grabados. en duras piedras y solemnes bronces. Almafuerte, ante todo, es un sintético. Todos sus conceptos y poesías son grandes bloques de síntesis. Todo “El único y su propiedad”, en lo que tiene de fundamental y verdadero, está, sin que él lo haya leído, expresado en su poesía “Mancha de tinta”. La teoría de Schopenhaüer sobre la vida hállase contenida y superada en el “Jesús”. En “El misionero” y “La inmortal” están acumuladas en una magna síntesis las más altas teorías del idealismo humano. Y según afirma Emerson todo gran artista lo ha sido por la síntesis. La forma y la expresión que da a su verso Almafuerte es perfectamente clásica. Sin embargo no se atiene a los moldes ni a los ritmos consagrados, ni a las palabras arcaicas. Incorpora a su lenguaje términos populares y modismos criollos. Es que él habla un idioma natural y espontáneo, no respeta ni acata los límites estrechos del academicismo. En el prólogo a “Alemania contra el mundo” ha expuesto genialmente su criterio sobre el arte, fulminando a los literatoides, femeniles tejedores de frágiles encajes con palabras bonitas. El ritmo de su poesía es siempre rotundo y resonante como un batir de yunques, como un martilleo de forja, como un redoble marcial. Es, sin embargo, a veces, musical y cristalino, como en las “Milongas”; religioso y solemne, cual música sagrada en “Confíteor Deo”, “Gimió cien veces” y en el rugiente y doloroso “Trémolo”; o restallante y zigzagueante, como látigo y centella, en el magnífico “Apóstrofe”. Esta última poesía, sobre todo, que ha despertado la ira y la indignación de los mediocres (I) por las palabras violentas y apasionadas que contiene y la forma original en que está escrita, es la más bella que, como forma poética y contenido ideológico y moral, existe en la literatura castellana. (A pesar de que el señor Rafael Alberto Arrieta la considere tan defectuosa, y el señor Alberto Mendióroz juzgue que ni merece el nombre de poesía). Libre de toda rima y de métrica uniformidad, sin más elemento poético que el ritmo, la acentuación trisilábica sobre la cual está compuesta, y que le da un vigor y agilidad marcial, y una solemnidad imprecatoria y un Ímpetu iracundo que tal vez no podría alcanzarse en ningún otro idioma y que con seguridad no podría haber expresado ningún otro poeta, constituye el ejemplo más típico y más alto de poesía libre; y conserva a la vez los caracteres esenciales del verso tanto o más que la poesía más armoniosa. Recorre allí el poeta todas las formas y matices del sentimiento: ora impreca indignado, apostrofa, maldice y fulmina; ora se apiada y conmueve y gime enternecido; ora canta melodioso como un arpa y se lamenta nostálgico ante la horrenda desolación, o hace estallar su desprecio formidable sobre este mundo efímero; y termina sepultando en los infiernos para eternamente y en la sola compañía de Satán, al autor del espantable, universal fratricidio. Ningún otro poeta que Almafuerte ha podido escribir una poesía que por su arte y su sentimiento y su violencia intensísima haya estado a la altura de la infernal tragedia presente, abarcando y superando por sublimidad moral, el espectáculo horrendo, apocalíptico y repugnante del salvajismo desenfrenado y triunfador. Pero ese ímpetu, esa furia, la energía colosal que representa y que late y refulge de igual modo en todas las poesías fundamentales de Almafuerte —en el magnifico “Dios te salve”, en la vasta “Inmortal”, en el gigantesco “Misionero”, en “La sombra de la patria”— es algo que ofende profundamente a los pobres literatos academicistas, eunucos del sentimiento, a las insignes y oscuras medianías, que ofician de pontífices sacramentales y que según es fama, han llegado en su ridículo heroísmo de analfabetos espirituales, y en su calidad de catedráticos, a “suspender” a sus alumnos por citar a Almafuerte en los exámenes, o por considerarle un gran poeta. Para tales señores representantes de la literatura oficial vamos a reproducir — ya que no admiten ellos otra autoridad que la de los nombres consagrados —este párrafo de Víctor Hugo, en el cual hallarán sintetizadas sus objeciones contra Almafuerte, y donde tal vez se sientan aludidos: “Los genios, los espíritus como Esquilo, como Isaías, como Juvenal, como el Dante y como Shakespeare, son seres imperativos, tumultuosos, violentos, furiosos, extremados, jinetes en caballos alados, seres “exagerados”, que “pasan de raya”, proponiéndose un fin propio, que “exceden los límites”, caminando a pasos, que, por lo grandes, son escandalosos, saltando bruscamente de una idea a otra, y del polo Norte al polo Sur, recorriendo el cielo en un momento, poco clementes con los que tienen cortos alientos, agitados por todos los vientos del espacio, y al mismo tiempo seguros en los saltos que dan sobre el abismo, indóciles con los Aristarcos, refractarios a la retórica oficial, ásperos con los literatos asmáticos, rebeldes a la higiene académica, y seres, en suma, que prefieren la espuma del Pegaso a la leche de burra. Los bravos pedantes son tan bondadosos, que les tienen lástima. La ascensión provoca la idea de caída. Los paralíticos piadosos tienen compasión de Shakespeare. ¡Está loco! ¡Sube demasiado alto!  La muchedumbre de pedantes se atonta y se incomoda; Esquilo y el Dante obligan a cerrar los ojos a estos críticos. ¡Esquilo está perdido! ¡El Dante va a caer ! Remóntase un dios y estas gentes exclaman : “¡Que te rompes la crisma!”


(I) Véase una nota al final del número extraordinario de la revista "Nosotros" consagrado en homenaje a Rubén Darío, con motivo de su muerte. Y en cuanto al concepto que tienen de Almafuerte los críticos de "Nosotros", léanse los artículos zoilescos de Roberto F. Giusti, ese campeón insigne de la mediocridad pontificante. Es de notar que "Nosotros" publicó un extraordinario a la muerte de Darío y otro a la de Rodó, y cuando murió Almafuerte sólo le consagraron un artículo en el que
juzgaban su obra despectivamente. 


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