LA
ANTESALA DEL ADIÓS
Cuando el achaque se instala
en el viaje de regreso,
dolorido sufre el hueso
que a la tierra se regala.
Pero existe una antesala
antes de esa despedida,
vocación comprometida
con la ciencia y con Dios,
la antesala del adiós
le prolongará la vida.
Viene bien darse una vuelta
por esta blanca antesala,
hacer una corta escala…
y la molestia: ¡resuelta!
La salud quedará esbelta,
si algún tornillo se afloja,
y una humana paradoja
se arreglará en la camilla:
o le indican la amarilla,
o sacan tarjeta roja.
La antesala del adiós
nuestro respeto merece
y a todo aquel que padece
le dan curación veloz.
Jura el médico ante Dios
un juramento hipocrático,
de no comportarse apático
cuando peligra la vida,
mitigar dolor y herida
y algún caso problemático.
Un positivo reporte
en sitios de ambiente tibio,
donde encontrar el alivio
y poder mirar al norte.
Si uno no halla el pasaporte
al sombrío más allá,
mimado amanecerá
entre enfermeras amables,
con mangueras y unos cables
que lo traerán más acá.
Y si el adiós no es pa’ uno
y la osamenta repunta,
una receta le apunta:
“respete dieta y ayuno”.
Y el galeno, que oportuno,
su indicación clara enmarca,
lo manda pa’ su comarca
y usted se pone feliz,
volverá a casa en remís,
si aún no lo halló la parca.
A la noble vocación
que viste de blanco traje,
va mi sincero homenaje
que brota del corazón.
Quien arriesga su pulmón
y en su mano amor anida,
en la lucha bendecida
ha de merecer loor...
¡La bendición del Señor
llegue a tener en su vida!
© Rubén Sada, 10/08/2016.