Hice un pacto con el viento, para que sople en mi libro pues sé que al leerlo, vibro aleteando el sentimiento. Le pedí que con su aliento cada página me pase mis ojos leerán la frase que ante mi vista se exhiba, pues mientras yo lea y viva de este libro tomo clase. Y empezó a soplar Eolo, y me abrió la primer hoja, do leí la paradoja del ser que se siente solo. “¡Da tu aire a mi
bronquiolo! ¡Insufla el arte y sus
dones! ¡Necesito
inspiraciones que me hagan compañía! Te pagaré con poesía, ten piedad, ¡no me
abandones!” Y el viento sopló otra vez y otra hoja me mostró, do seguí leyendo yo recuerdos de mi niñez. “De valores soy mi
juez y de estos tengo un
costal, la palabra es mi
arsenal y al escribir soy
prolijo, cada poema es mi hijo, y leer, ¡mi capital!”
¿Qué misterio encierra el viento? ¿Contra quién su ensañamiento se hace bramido feroz? ¿Qué hipócrita fingimiento late en su sañuda voz? ¿Quién irritó sus lebreles? ¿Sus invisibles corceles qué persiguen tan en alto? ¿Quién los dispara al asalto de ramas y chapiteles?
¿Qué golpe de rabia ahueca su fragor que sube y sube? ¿Por qué su furor se obceca en llegar hasta la nube y sus caireles desfleca? ¿De qué países remotos, desolados y ateridos, proceden esos gemidos? ¿De qué pulmones ignotos esos potentes silbidos? ¿Es amenaza? ¿Es reproche lo que dice el vendaval cuando su alarma infernal va gritando por la noche con petulancia triunfal? Y en esas negras conjuras de la noche con el viento, ¿qué gigantes coyunturas se retuercen al tormento de restallantes torturas? Sus nerviosos aletazos ¿qué apocalipsis proclaman? Sus gargantas ¿por qué braman? con verbo de latigazos? ¿A qué víctimas reclaman? Amador Porres (Año 1955).
Si el viento no sopla no será ya viento, ni brisa, ni aliento, pues muere y no acopla. No envía mis besos, silencian mis coplas, y si él no resopla se callan mis rezos. Si no sopla el viento te mantiene lejos, y se ponen viejos tu verbo y tu acento. Si no hay ya festejos callaré. Lo siento.