LA ESTATUA
Una estatua en esa esquina
a la intemperie reside,
y en el semáforo pide
una flor y obtiene espina.
La marea peregrina
de la gente pasa y pasa,
y ella sueña con la hogaza
que le calme la demencia,
en la calle indiferencia:
*aquella esquina es su casa.*
La estatua ofrece limpiar
los vidrios en forma audible,
pero creo, es invisible
a los autos del lugar.
Porque piensan en llegar
a empleos de paga escasa,
mientras la inflación arrasa
y depreda los bolsillos,
entre la niebla y los grillos,
*aquella esquina es su casa.*
A veces pulsa su mano
un cartón de letra muda,
que grita pidiendo ayuda
con la fuerza de un anciano.
Adorna el paisaje urbano
y cuando el calor la abrasa,
va a la fuente de la plaza
para refrescar ideas,
no importa que no la veas,
*aquella esquina es su casa.*
A veces hay baratijas
que ofrece a los transeúntes.
¿Qué son? Mejor no preguntes.
No lo saben ni sus hijas.
De inviernadas sin cobijas
se burla su piel payasa,
y el almanaque atenaza
sus manos duras de frío,
aun con tránsito vacío,
*aquella esquina es su casa.*
Y hace algún malabarismo
aunque en un circo no está,
come pan duro y chipá
con humor y hasta optimismo.
Todos los días lo mismo
mientras la ilusión retrasa,
la luna viste de gasa
y en abandonado coche
ha estacionado su noche:
*aquella esquina es su casa.*
© Rubén Sada. 19/06/2023.
a la intemperie reside,
y en el semáforo pide
una flor y obtiene espina.
La marea peregrina
de la gente pasa y pasa,
y ella sueña con la hogaza
que le calme la demencia,
en la calle indiferencia:
*aquella esquina es su casa.*
los vidrios en forma audible,
pero creo, es invisible
a los autos del lugar.
Porque piensan en llegar
a empleos de paga escasa,
mientras la inflación arrasa
y depreda los bolsillos,
entre la niebla y los grillos,
*aquella esquina es su casa.*
un cartón de letra muda,
que grita pidiendo ayuda
con la fuerza de un anciano.
Adorna el paisaje urbano
y cuando el calor la abrasa,
va a la fuente de la plaza
para refrescar ideas,
no importa que no la veas,
*aquella esquina es su casa.*
que ofrece a los transeúntes.
¿Qué son? Mejor no preguntes.
No lo saben ni sus hijas.
De inviernadas sin cobijas
se burla su piel payasa,
y el almanaque atenaza
sus manos duras de frío,
aun con tránsito vacío,
*aquella esquina es su casa.*
aunque en un circo no está,
come pan duro y chipá
con humor y hasta optimismo.
Todos los días lo mismo
mientras la ilusión retrasa,
la luna viste de gasa
y en abandonado coche
ha estacionado su noche:
*aquella esquina es su casa.*
Rubén, un poema muy inspirado y bien hecho. Me gustan los poemas que ven la belleza donde los demás no vemos nada; son poemas que nos rescatan. Gracias.
ResponderBorrarEs un honor recibir tu visita en mi blog, estimado profesor. Tus palabras me honran. Muchas gracias por leerme y dejarme este valioso comentario. Desde Argentina, un gran abrazo.
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