| Naborí |
Valiente
|
| 1 |
2
|
| Amor
–bálsamo en la herida |
Amor es desprendimiento |
| y sol
risueño en la frente– |
del humano corazón; |
| es el
Génesis, la fuente |
una manifestación |
| universal
de la vida. |
íntegra del sentimiento. |
| Por su
gracia indefinida, |
Sublime florecimiento |
| yo
explicaría el amor, |
de íntimas evocaciones; |
| no con
mi voz de cantor |
pulmón de nuestros pulmones, |
| sino con
veinte violines |
que más fuerza le pedimos |
| en un
bosque de jazmines, |
cuando en el alma sentimos |
| a los
pies de un surtidor.
|
todas sus palpitaciones.
|
|
3
|
4
|
| Érase la
iniciación |
Amor es lágrima ardiente |
| del
milagro de lo vivo: |
y carcajada sonora: |
| salió
Amor del primitivo |
está en el pecho que llora |
| huevo de
la Creación… |
y en el niño sonriente. |
| Todo
sintió la pasión |
Nada le es indiferente, |
| de
abrazarse y de fundirse; |
en todas partes está; |
| acaso
porque al abrirse |
y sólo el amor nos da |
| sus
pupilas luminosas, |
un aire de primavera, |
| tuvieron
seres y cosas |
cuando la ilusión primera |
| la
necesidad de unirse.
|
de la vida se nos va.
|
|
5
|
6
|
| Amor es
el Todo: es |
Por el amor a la vida |
| el
cuerpo eterno de un dios |
hay lucha de enero a enero, |
| que
quiso partirse en dos |
y el hombre derrite acero |
| para
juntarse después. |
sudando sangre molida. |
| Donde
una pareja ves |
Con la influencia crecida |
| fundiendo
sus voluntades, |
de su fuerza espiritual, |
| no veas
dos unidades |
el trabajo corporal |
| juntas
por afinidad, |
tiene sus evoluciones |
| sino una
sola unidad |
para las realizaciones |
| uniendo
sus dos mitades.
|
del progreso universal.
|
|
7
|
8
|
| Amor…
¿Qué cosa es amor? |
¡Qué sublime es el amor |
| Tal vez
la ley misteriosa |
de ese padre espiritual |
| que
enseñó a la mariposa |
que es el maestro rural |
| el
secreto de la flor. |
en su cívica labor! |
| Hoguera
cuyo calor |
Llegar al campo, al dolor |
| salva de
muerte al viajero |
de tanto niño olvidado, |
| que
transita por sendero |
arrancarlo del arado |
| helado
de invierno triste… |
donde mata su destino |
| fuerza
de atracción que existe |
para enseñarle el camino |
| entre el
imán y el acero.
|
que el geófago le ha negado.
|
|
9
|
10
|
| Amor no
es pedir: es dar |
Y por el amor también |
| la casa,
el lecho, la mesa… |
el hombre se ofusca y mata |
| Es
–según Santa Teresa– |
cuando la mujer ingrata |
| la
alegría de alegrar… |
no le corresponde bien. |
| Ser
feliz al escuchar |
Cuando traición y desdén |
| la risa
de los felices, |
marchitan su amor profundo, |
| ver los
humanos deslices |
cuando un loco furibundo |
| con el
perdón más profundo, |
se arrebata y busca el pecho |
| sentir
que el tronco del mundo |
que le ha robado el derecho |
| tiene en
nosotros raíces.
|
de ser feliz en el mundo.
|
|
11
|
12
|
| Hay el
amor de cristal |
Amor de novia, embeleso |
| de la
novia soñadora, |
de ternura apasionada, |
| embrujada
por la hora |
calabozo en la mirada |
| del beso
y del madrigal… |
para la prisión de un beso. |
| La
espera inquieta, puntual |
Vemos el instinto preso |
| como los
rayos solares, |
de unas inquietudes locas, |
| el
Cantar de los Cantares |
un afán rompiendo rocas |
| en voz
de aire sedeño, |
de vigilancia y cuidado, |
| y la
embriaguez de un ensueño |
cuando no se ha realizado |
| constelado
de azahares.
|
el impacto de dos bocas.
|
|
13
|
14
|
| Hay el
amor a la esposa, |
La esposa se da en amor |
| la sed
joven que disfruta |
como en caminos la vida, |
| la
realidad de la fruta |
cuando es bien correspondida |
| y la
ilusión de la rosa. |
por su firme adorador. |
| Mas,
cuando madre amorosa |
Pierde todo su esplendor |
| la mujer
se nos ha dado |
cuando la traición la hiere; |
| en el
hijo bien amado |
es un amor que requiere |
| que
hablará con nuestro dejo |
justa reciprocidad, |
| el Amor
es un espejo |
porque sin felicidad |
| vivo que
nos ha copiado.
|
se enferma, se agrava y muere.
|
|
15
|
16
|
| Madre
–tierra que se inunda |
La madre siente un amor |
| de
savia, vibra y florece–: |
hondo y desinteresado: |
| tu hijo
es un árbol que crece |
diríase un cuerpo alado |
| desde tu
entraña fecunda… |
para un vuelo superior: |
| Pero su
raíz profunda |
se crece junto al dolor, |
| se ha
quedado en tu matriz: |
ante el pecado medita; |
| por eso
no eres feliz |
es esa fuerza infinita |
| si tu
hijo llanto derrama: |
que el tiempo no la consume; |
| golpe
asestado a la rama |
rosa que se da en perfume |
| siempre
duele a la raíz.
|
hasta después de marchita.
|
|
17
|
18
|
| Amar a
un hijo es amar |
Amar a un hijo es saber |
| nuestra
carne, nuestros huesos; |
que todo no se ha perdido, |
| es como
ver nuestros besos |
que el árbol viejo y rendido |
| con el
milagro de andar. |
en otro empieza a crecer. |
| Y el
padre que ve enterrar |
Verlo jugar y correr |
| a un
hijo inmóvil y frío, |
es empezar a vivir… |
| es un
pájaro sombrío |
¡qué dicha verlo reír, |
| que en
un dolor de ala mustia |
porque en su risa inocente |
| se pone
a volar su angustia |
se está abriendo una simiente |
| al pie
del nido vacío.
|
de luz para el porvenir.
|
|
19
|
20
|
| Para que
con nuestra huella |
Amor grande el que yo siento |
| se torne
cristal el lodo, |
por aquella madre anciana, |
| hay que
amar: amarlo todo, |
desde allá con una cana |
| desde el
gusano a la estrella. |
me iluminó el pensamiento. |
| La
fulminante centella |
Levántate, monumento |
| se hará
un suave resplandor; |
de luz, de esperanza y fe; |
| la
espina se hará una flor, |
mirarte es saber por qué |
| el erial
se hará una huerta, |
nadie tanta luz expande… |
| cuando
no quede una puerta |
Allá está el amor más grande |
| cerrada
para el Amor.
|
del mundo, puesto de pie.
|