EL CABALLO AMARILLO
“Miré, y he aquí un caballo amarillo,
y el que lo montaba tenía por nombre
Muerte, y el Hades le seguía”.
(Apocalipsis 6:8.)
en un caballo amarillo,
y con un pálido brillo
siega almas su machete.
La pandemia que arremete
con virus y enfermedad,
de enorme inhumanidad
a millones los infecta,
jaque mate de una secta
que impone perversidad.
Él es un caballo pálido
predicho en Apocalipsis,
la historia es la gran elipsis
que repite un ciclo válido.
Es un desalmado escuálido
que en un sangriento festín,
semejando a un monstruo ruin
nutre a los suelos y el Hades,
así fue en otras edades
y esta se aproxima al fin.
Su escalpelo es la ignorancia,
su espada es la falsedad,
cuenta con complicidad
de la máquina más rancia.
¿Su objetivo? Vil ganancia
inyectándonos toxinas,
que a la salud son dañinas
y así la cama de rosas
tiene púas dolorosas,
sin duelo, eternas espinas.
Virus de laboratorio
con diseños terroríficos,
inventados por científicos
de vademécum mortuorio...
Infectan el territorio
contaminando la estepa,
la estadística que trepa
más que hiedra venenosa
y a la libertad destroza,
su totalitaria cepa.
Del pecho honda congoja
se apodera y es visible
que la imagen tan horrible
mis pupilas tristes moja.
¡Qué terrible paradoja!
La ciencia y sus facultades
de curar enfermedades
es hoy la que las inventa,
con rapidez virulenta
calmando el hambre del Hades.
¿Hasta cuándo, oh Señor,
hemos de beber la inquina
del maligno que asesina
en nombre de un dictador?
Silencio ensordecedor
y un océano de duda
me dan refugio en tu ayuda
para huir de su colmillo,
pasa el caballo amarillo
y atrás viene la huesuda.
© Rubén Sada. 28/01/2020.
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