LEVIATHÁN
Leviathán busca el poder
aunque ya lo tiene todo,
de arrepentirse no hay modo,
cetro y oro ha de querer.
Desparramó por doquier
una pandemia muy cruenta,
armas nucleares ostenta
más un virus inventado,
y una guerra ha comenzado
sin que el mundo se dé cuenta.
Cabalga el rojo caballo
que tiene por nombre guerra,
y el jinete en mano aferra
una espada, sombra y rayo.
Provocan terror, desmayo
sus amenazas nucleares,
disparando a los hogares
destruye el ser familiar,
poniendo un cirio al altar
de la muerte y del dios Ares.
Encarnándose en Caín
el monstruo mata a su hermano,
llenando el lagar del llano
con litros de vida y fin.
Odios tiñen de carmín
y el trigo se torna en heno,
cuando aturdiendo va el trueno
ascendiendo desde el mar,
y el volumen del lagar
llega a la altura del freno.
El monstruo-estado regresa
y anochece en esta elipsis,
nuevo ciclo, Apocalipsis
que al mundo causa sorpresa.
Tiene más de una cabeza
pero ninguna razona
solo anhela la corona
de la mismísima nada,
y aun en tierra desolada
tenerlo todo ambiciona.
El monstruo atroz se devora
la vida de sus devotos
y convierte en sueños rotos
la felicidad que aflora.
De esta bestia destructora
en la Biblia está el reporte,
y Daniel hizo su aporte
con una imagen que aterra,
entre dos que aman la guerra:
Si acaso el monstruo nos traga
como a Jonás la ballena,
roguemos no ser su cena
ni la sangre que lo embriaga.
Al final, la noche aciaga
y el escarlata alazán,
destrucción enfrentarán
y en divino proceder,
un furioso anochecer
vendrá para Leviathán.
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