MI NOMBRE
Mi nombre es fuego y es tierra,
es el aire, es el agua,
es el éter que en la fragua
derrite al arma de guerra.
Mi nombre semilla entierra,
la que siembran hombres buenos,
jamás la de los obscenos
pues mi orgullo es ser buen hombre,
no voy cambiarme el nombre
porque el nombre es lo de menos.
Mi nombre es una ilusión
que se mece con el viento,
es el más vital sustento
que alimenta al corazón.
Mi nombre es la vocación
de aprender con la confianza
que me legó mi crianza,
la que ha producido fruto
y aunque soy diamante en bruto
me pule bien la enseñanza.
Mi nombre ve tu llamado
y oye tu limpia mirada,
sintiendo en tu piel de hada
un tacto acaramelado.
Mi nombre ha sido entibiado
con tus labios de rubí,
tu largo pelo alelí
peino desde el hombro al codo,
no sé ni cuál es mi apodo
desde que te conocí.
Mi nombre es el antibiótico
que extingue la enfermedad,
es la poción que a la edad
le dará un cuidado exótico.
Mi nombre es un verso gótico
en la pluma de Quevedo,
es la fe del “sí, yo puedo”
que a la verdad involucra,
pues mi nombre nunca lucra
con las penumbras del miedo.
Mi nombre es danza en la hierba,
viento en los campos de orégano,
vengo del barro, del légano
que hace a la vil garra acerba.
Mi nombre, exquisita verba
vuelca desde el cielo lumbre,
versa ante la muchedumbre
y en mis letras la derramo,
con la fuerza con la que amo
me da el impulso la cumbre.
Mi nombre, estrellas brillantes
que fulguran con prodigio,
ansiando algo del prestigio
legado del gran Cervantes.
Mi nombre está en consonantes
con que he firmado convenios,
débil luz de mil milenios
que en la noche palaciega,
me cantó Lope de Vega,
el “fénix de los ingenios”.
© Rubén Sada. 6/03/2020.
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