¿A QUÉ HUELE LA CIUDAD?
La ciudad huele a café
cuando por un bar camino,
huele a pizza, fainá y vino
Huele a iglesias, huele a fe,
huele a lujo y vanidad,
aulas de universidad
y marchitas plazoletas,
ahora díganme, poetas:
¿a qué huele la ciudad?
La ciudad huele a parejas
tomándose de la mano,
huele a un smog cotidiano
y a ventanales con rejas.
Huele a cuentos, moralejas
en una charla de bar,
huele al mantel familiar
con fideos en domingo,
y un olor que no distingo
pero me hace llorar.
La ciudad huele a cemento
y a colmenas sin amor,
a mil balcones sin flor
en almas de pavimento.
La ciudad huele a lamento
de una boquita pintada,
huele a niñez vulnerada
y a graffiti con doctrina
y en el hueco de una esquina
a dulce garrapiñada.
La ciudad huele a la venta
y a ambulantes vendedores,
huele a incautos compradores
de cosas que alguien inventa.
Huele a volantes de imprenta
que nadie acepta ni mira,
huele a un muerto que respira
revolviendo la basura,
huele a fuentes de agua pura
que por ser libre delira.
La ciudad de guantes blancos
huele a sirenas, alarmas,
a forajidos con armas
en las cajas de los bancos.
Huele en varios de sus flancos
al jacarandá y al tilo,
a paloma y cocodrilo,
a cucaracha y ratón,
a pan duro y a mansión,
huele a hachís y fentanilo.
Huele a transporte atestado
y a montañas de cartones,
a falsas licitaciones
con la firma del Estado.
Huele a sitio vigilado
por cámaras enjauladas,
a calles siempre cortadas
por el miedo y su negocio,
la ciudad hoy huele a ocio
y huele a puertas cerradas.
© Rubén Sada - 13/08/2022.
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