15 de marzo de 2023

EL PUENTE (Un cuento de Rubén Sada)

 

EL PUENTE

Febrero destila el vapor del estío en el rostro de Jack, que a pesar de caminar buscando la sombra de los árboles, riega con sudor cada paso en el bosque que recorre. Cada mañana sale con denuedo a buscar exóticas orquídeas salvajes con el propósito de cultivarlas y, luego de multiplicarlas, las vende en el mercado de flores. Está obsesionado por encontrar, según había escuchado de su abuela, una especie única entre las treinta mil que existen y que solo se puede encontrar en “el bosque espinoso”. Desde hace un mes viene explorando cada centímetro del área, sin resultados, pero con muchos peligros. Cada gota de sacrificio derramada, vale la pena si consigue “la orquídea diamantina”. Cada gota de sangre vertida por alguna espina, tendrá su recompensa cuando llegue a la meta soñada.

En una de sus tantas recorridas, escucha a lo lejos catorce campanadas, traídas por el viento como si estuvieran allí en el bosque. Pero son de la iglesia del pueblo cercano.

—Pero, ¿cómo puede ser, si el reloj me indica que son las 12:00 del mediodía? ¿Catorce campanadas? ¡Qué extraño! Ah, debe ser porque hoy es 14 de febrero y la fe cristiana celebra el amor y la familia.

Cuando sonó el último gong, un arcoíris se le apareció delante. Quiso tocarlo y descubrió que era sólido. Tenía la forma de un puente... ¡Era un puente! La curiosidad pudo más y decidió cruzarlo. ¿Qué habría del otro lado?

Al tocar tierra, se esfumó el frondoso bosque que había dejado atrás. Jack apareció en un país de fantasía. Un camino con orquídeas a ambos lados lo condujo a una bellísima casa donde lo recibió Lilly, la mujer que siempre había soñado encontrar. Ella lo hizo conocer el reino mientras él se sorprendía con todo lo que veía, muy distinto a la dura realidad que había vivido de joven, porque hasta ese momento no conocía otra cosa que su sacrificado mundo.

Al principio, se sintieron extraños el uno al otro, pero pronto descubrieron que tenían mucho en común. Jack estaba cautivado por la belleza y la imaginación de Lilly, mientras que ella estaba impresionada por la inteligencia y la determinación de Jack. A medida que pasaban tiempo juntos, se fueron conociendo mejor y su amor comenzó a crecer. Lilly le enseñó a Jack todos los rincones de su reino y vivían aventuras increíbles. Jack, a su vez, le mostró a ella cómo capturar belleza, aun en la dura realidad, porque a pesar de que él era fuerte, también era muy sensible. Juntos encontraron el equilibrio entre ambos mundos, separados por el puente.

Un día, él invitó a Lilly a conocer su anterior realidad, la espinosa. Ambos decidieron volver a cruzar el puente en sentido contrario hasta encontrar “la orquídea diamantina”. Pero al regresar pasó lo inesperado: Se encontraron con Samuel, un malvado científico y sus secuaces, que al ver a Jack y a Lilly juntos, intentaron separarlos para estudiar el efecto de la soledad en un paisaje de espinas. Pero los enamorados no se dejaron intimidar y lucharon hombro a hombro y corazón con corazón contra los pseudocientíficos, demostrando que el amor verdadero es más fuerte que cualquier dificultad pasajera y puede soportar un bosque espinoso y hasta ser un bálsamo a las heridas. Desde ese momento los amantes viven felices, cruzando cada día el puente entre el mundo real y el reino de fantasía, donde su amor florece en orquídeas de un día. Y así descubren que la fantasía y la realidad pueden coexistir en armonía gracias al magnífico puente que para siempre unirá a los dos mundos: Un arcoíris de paz. ¿Habrá sido este puente la tan buscada “orquídea diamantina” de la que hablaba su abuelita?

© Rubén Sada. (Arg). 1/02/2023.


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