EL PUENTE
Febrero
destila el vapor del estío en el rostro de Jack, que a pesar de caminar buscando
la sombra de los árboles, riega con sudor cada paso en el bosque que recorre. Cada
mañana sale con denuedo a buscar exóticas orquídeas salvajes con el propósito
de cultivarlas y, luego de multiplicarlas, las vende en el mercado de flores. Está
obsesionado por encontrar, según había escuchado de su abuela, una especie
única entre las treinta mil que existen y que solo se puede encontrar en “el
bosque espinoso”. Desde hace un mes viene explorando cada centímetro del área,
sin resultados, pero con muchos peligros. Cada gota de sacrificio derramada,
vale la pena si consigue “la orquídea diamantina”. Cada gota de sangre vertida
por alguna espina, tendrá su recompensa cuando llegue a la meta soñada.
En
una de sus tantas recorridas, escucha a lo lejos catorce campanadas, traídas
por el viento como si estuvieran allí en el bosque. Pero son de la iglesia del
pueblo cercano.
—Pero,
¿cómo puede ser, si el reloj me indica que son las 12:00 del mediodía? ¿Catorce
campanadas? ¡Qué extraño! Ah, debe ser porque hoy es 14 de febrero y la fe
cristiana celebra el amor y la familia.
Cuando sonó el último gong, un arcoíris se le apareció delante. Quiso tocarlo y
descubrió que era sólido. Tenía la forma de un puente... ¡Era un puente! La
curiosidad pudo más y decidió cruzarlo. ¿Qué habría del otro lado?
Al
tocar tierra, se esfumó el frondoso bosque que había dejado
atrás. Jack apareció en un país de fantasía. Un camino con orquídeas a ambos
lados lo condujo a una bellísima casa donde lo recibió Lilly, la mujer que
siempre había soñado encontrar. Ella lo hizo conocer el reino mientras él se
sorprendía con todo lo que veía, muy distinto a la dura realidad que había
vivido de joven, porque hasta ese momento no conocía otra cosa que su
sacrificado mundo.
Al
principio, se sintieron extraños el uno al otro, pero pronto descubrieron que
tenían mucho en común. Jack estaba cautivado por la belleza y la imaginación de
Lilly, mientras que ella estaba impresionada por la inteligencia y la
determinación de Jack. A medida que pasaban tiempo juntos, se fueron conociendo
mejor y su amor comenzó a crecer. Lilly le enseñó a Jack todos los rincones de su
reino y vivían aventuras increíbles. Jack, a su vez, le mostró a ella cómo capturar
belleza, aun en la dura realidad, porque a pesar de que él era fuerte, también
era muy sensible. Juntos encontraron el equilibrio entre ambos mundos,
separados por el puente.
Un
día, él invitó a Lilly a conocer su anterior realidad, la espinosa. Ambos
decidieron volver a cruzar el puente en sentido contrario hasta encontrar “la
orquídea diamantina”. Pero al regresar pasó lo inesperado: Se encontraron con
Samuel, un malvado científico y sus secuaces, que al ver a Jack y a Lilly
juntos, intentaron separarlos para estudiar el efecto de la soledad en un
paisaje de espinas. Pero los enamorados no se dejaron intimidar y lucharon hombro
a hombro y corazón con corazón contra los pseudocientíficos, demostrando que el
amor verdadero es más fuerte que cualquier dificultad pasajera y puede soportar
un bosque espinoso y hasta ser un bálsamo a las heridas. Desde ese momento los
amantes viven felices, cruzando cada día el puente entre el mundo real y el
reino de fantasía, donde su amor florece en orquídeas de un día. Y así descubren
que la fantasía y la realidad pueden coexistir en armonía gracias al magnífico
puente que para siempre unirá a los dos mundos: Un arcoíris de paz. ¿Habrá sido
este puente la tan buscada “orquídea diamantina” de la que hablaba su abuelita?
© Rubén Sada. (Arg). 1/02/2023.