UN LATIR DE POESÍA
El subsuelo del poder
del antro profundo y sucio,
vitupera a un tal Vespucio,
que nos dio su nombre ayer.
América es un quehacer
de violencia y corrupción,
el poder de la nación
lo poseen tenebrosas
manos sucias, deshonrosas,
viles, garras de un halcón.
En estos violentos páramos
mil epitafios se escriben
de aquellos que muertos, viven
y desde ayer imitáramos.
¡Si solo los recordáramos!
Si copiáramos su historia,
y honráramos su memoria,
grande haríamos la América,
del antro profundo y sucio,
vitupera a un tal Vespucio,
que nos dio su nombre ayer.
América es un quehacer
de violencia y corrupción,
el poder de la nación
lo poseen tenebrosas
manos sucias, deshonrosas,
viles, garras de un halcón.
mil epitafios se escriben
de aquellos que muertos, viven
y desde ayer imitáramos.
¡Si solo los recordáramos!
Si copiáramos su historia,
y honráramos su memoria,
grande haríamos la América,
con la gesta bien homérica
de imitar su trayectoria.
Un pueblo que pide pan
y le hacen morder salmuera,
y un puñetazo en la pera
es lo que al final le dan.
Un hueso vacío, el plan
que ni se lo das al perro,
mientras a la fe me aferro
y me oculto en la poesía,
ya lo advirtió la hidalguía
de un luchador: Martín Fierro.
de imitar su trayectoria.
y le hacen morder salmuera,
y un puñetazo en la pera
es lo que al final le dan.
Un hueso vacío, el plan
que ni se lo das al perro,
mientras a la fe me aferro
y me oculto en la poesía,
ya lo advirtió la hidalguía
de un luchador: Martín Fierro.
El aire es irrespirable
y se puede oler el tufo,
porque gobierna un tartufo
fácilmente manejable.
La Argentina es impensable
y el día a día escudriño,
está faltando cariño
que en la sangre es natural,
dicen “distancia social”
y nos tratan como a un niño.
es lo que dice mi espejo,
y encima que ya estoy viejo
estoy al fondo del horno.
Observo gris el contorno
y el horizonte está oscuro,
el aire se siente impuro
y desangra mi esperanza,
he perdido la confianza
en tener mejor futuro.
detrás del cual esconderme,
por que mi mente no enferme
o esté en blanco mi libreto.
Es refugio, les prometo,
de vital cosmogonía,
es la mejor melodía
que se toca con el alma,
y es lo que me da más calma:
“Un latir de poesía”.
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