GUITARRA EN VENTA
—Rubén Sada—
Mi guitarra estuvo en venta
pero luego descubrí
que en acordes de Fleurí
su diapasón se sustenta.
Su milonga se emparenta
con la décima española,
su vibración tiene aureola
y al verla y publicitarla,
todos quisieron comprarla
y en mi casa hicieron cola.
—Edgardo Laluz—
Querido amigo Rubén,
no haga plata esa guitarra,
deje que suelte la amarra
de su sonoro vaivén.
Y le aconsejo también
que se imponga el desafío,
la acaricie con su brío
de su sueño payador,
que ella le dará calor
cuando usted tiemble de frío.
—Rubén Sada—
¡Qué alegría leer su verso,
querido amigo Laluz!
Tal vez me alumbre su luz
en este oscuro universo.
Es mi duda que me ha inmerso
en la crucial epopeya
al ver tan bella doncella
le pregunto, contendor:
¿quién me dará ese calor?
¿Será la guitarra o “ella”?
—Edgardo Laluz—
Son distintos los calores,
usted quiere amor carnal,
yo hablo del musical
que acompaña a payadores.
Andando en estas labores
acepto su desafío
y no crea que me río,
a mi modesto entender,
por lo que pude leer
usted se ha muerto de frío.
—Rubén Sada—
Viejo, adulto, joven, niño,
cuando uno no tiene un cobre,
es la receta del pobre:
¡Calefacción a cariño!
Si no hay gas, aquí escudriño
pegarme una calentada
con milongas y payada
más caliente que el infierno,
'aura' que viene el invierno,
¡qué linda es la guitarreada!
—Edgardo Laluz—
La guitarra es como un vicio
y al calor de su encordada
me recodo de pasada
el precio de ese servicio.
Pagarlo es un sacrificio,
yo también aquí escudriño,
Rubén Sada no es un niño
y es el pensamiento mío
que aparte de pasar frío
está falto de cariño.
—Rubén Sada—
La guitarra es un recuerdo,
un verso que da calor,
es el fogón del amor
que se arrima a un mate lerdo.
Ingresa en el lado izquierdo
del pecho su melodía,
alimenta fantasía
del arte payadoril,
la guitarra es un candil
que alumbra de poesía.
—Edgardo Laluz—
Antes de ser instrumento
fue árbol y entre sus ramas
cantaron en las mañanas
aves y hasta silbó el viento.
¡Mire si tendrá argumento
para transitar la senda!
Por eso quiero que entienda
lo que en el verso le digo,
es un pedido de amigo
que por favor: no la venda.
—Rubén Sada—
Pues, he tenido el honor
de haberlo aquí superado,
porque yo le he preguntado
con motivo inspirador:
“El contrapunto, señor,
¿qué cosa dicen que es?”
Y le pregunto otra vez
si su verso tiene luz...
¡Respóndame, don Laluz!
¡Dígalo con lucidez!
—Edgardo Laluz—
Otra vez, amigo Sada,
debo disipar su duda,
si es que el ingenio me ayuda,
respondo su encrucijada.
Contrapunto en la payada:
responderle al contendor,
opacar su resplandor
con verdad o con falacia,
siempre apelando a la gracia
y al sentido del humor.
—Rubén Sada—
—Edgardo Laluz—
Muy buena, amigo Rubén,
su respuesta se valora,
su verba es superadora
y sus conceptos también.
Y ya que está en el vaivén
con mi pregunta prosigo,
como usted es un amigo,
cuénteme aquí mano a mano,
observando el cuerpo humano:
¿Por qué se inventó el ombligo?
—Rubén Sada—
—Edgardo Laluz—
Es parejo, un hombre orquesta,
mi querido contendor...
Y lo sé conocedor
cuando en versos manifiesta.
Es muy buena la respuesta,
no encuentro mínima grieta
y no es una jugarreta,
yo pensé así, sin excusas:
"¡Para juntar las pelusas
que larga la camiseta!"
—Rubén Sada—
Yo no sé si sé juntar,
mas, volviendo a la guitarra
hace décadas se amarra
a mi modo de cantar.
Ella me ayuda a volar
y consuela toda herida,
porque la tengo adherida
y su música me anota
la armoniosa y dulce nota:
¡la más dulce de mi vida!
© Rubén Sada y Edgardo Laluz. 15/05/2019.
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