LAS ILUSIONES
No se puede vivir sin ilusiones,
—me dijiste una vez— porque esas hadas
son descanso en las vidas ya cansadas
y viento generoso en los pulmones.
Quise cumplir al punto tus lecciones,
y todas las que había aletargadas
en mi conciencia, fueron animadas
a impulsos de mis mismas ambiciones.
Endeble quedé. Miles de bacilos
salidos, Dios lo sabe, de qué silos,
hicieron de mi carne su manjar.
En vista de esto decidí matar
todas las ilusiones, por probar,
¡Y ya he engordado veintitantos kilos!
Amador Porres