Con el estilo romancero de Federico García Lorca,
el poeta español Amador Porres nos entrega su
RECUERDO
¡Ay!La yedra de tu casa, ¡Ay!La yedra, yedra, yedra; espesa, espesa y nevada de pimpollitos de cera. Entre sus verdes ramajes yo vi tu cara morena. En abrazo cariñoso la yedra abrazó a la verja, y mis ojos traspasaron entre resquicios, la puerta. La Luna puso un aplauso, un ruiseñor, una endecha, la noche, un suspiro largo, tu carne, fuego en mis venas. Acecharon mis pupilas, espías y con promesas, horas, horas, horas, horas... ¡Me mataste con tu ausencia!
Nací triste, (no es romántica manía funeraria) nací triste y marcho triste por la vida, con mi hato, que se agranda día a día, de presagios y tristezas laceradas. ¿Qué ambiciono? ¿Qué dolor clava sus garras en mi espíritu, en mi cuerpo? ¿Qué misterios torturantes con sus ayes, negros ayes en la noche de mi alma, como bandadas de espectros giran, vienen, vuelan, huyen, rondan, graznan? Yo quisiera que a mis horas las ungiera la alegría, yo quisiera que las flores del almendro fueran blancas, y aurirrojos y encendidos los crepúsculos, las auroras sonrosadas... Yo quisiera... Pero extiendo la mirada por los setos ondulosos, por los valles, por los montes, por las nubes, por las aguas, y en los setos, en los montes, en las aguas, en las nubes, no hay colores ni rumores ni fragancias... Todo yace calcinado Como un dies sibilino, dies irae*, tremebundo arrebujado en su mortaja.
Amador Porres
*Dies Irae ("Día de la ira") es un famoso himnolatino del siglo XIII atribuido al franciscano Tomás de Celano (1200-1260), amigo y biógrafo de San Francisco de Asís. Suele considerarse el mejor poema en latín medieval, y difiere del latín clásico tanto por su acentuación (no cuantitativa) como por sus líneas en rima. El metro es trocaico. El poema describe el día del juicio, con la última trompeta llamando a los muertos ante el trono divino, donde los elegidos se salvarán y los condenados serán arrojados a las llamas eternas.
Mi cuerpo se consume en la tristeza como una planta en oquedad sombría; cuando anima su sangre la alegría recobra bríos y vital viveza. Solo revivirá de fortaleza con savia de tristeza el alma mía, que sólo la tristeza es poesía, que sólo poesía el alma reza. En lucha pertinaz estoy conmigo desde hace mucho tiempo, y no consigo acuerdo entre mi alma y su envoltura. Pero hay algo aquí dentro que me advierte que siendo aquesta lucha a vida o muerte tal acuerdo se hará en la sepultura.
(Soneto dodecasílabo dedicado a Santiago Abad González)
Hay magia en las manos del gran artesano,
conducen, producen, construyen y pintan.
Ingenio en su vista, talento en sus manos,
potencia en sus brazos y en su sangre, tinta.
La dura madera modela en el banco,
convierte la costra en belleza fluida.
Rescata a la roca del hondo barranco
hasta una casita que a los niños cuida.
Sus manos transforman cataclismo y ruina
en bellos prodigios y pulcros espacios.
Las piedras convergen en lindos palacios.
Transmuta los hierros, embellece el barro,
puliendo el grotesco hasta dermis bruñida.
Sus manos trabajan, moldean la vida.
Rubén Sada. (01/08/2014)
ACTUALIZACIÓN. Con fecha 12/08/2020, el poeta Joel Rojas (México) incluyó una hermosa respuesta en igual formato de soneto dodecasílabo, que aquí transcribo. Muchas gracias, amigo.
Me encanta ese ritmo, que en sus rimas pone sonetos hermosos que alegran el alma, la curan, la sanan, porque las compone, y la tranquilizan con su santa calma.
Es por eso pienso que usted es maestro si escribe sonetos, tiene buena mano, porque la usa firme con su pulso diestro con la maestría de un gran artesano.
Las letras que escribe, las transforma en oro cual si reencarnara al soberano Midas. Y lo hace con ángel, carisma y decoro
cual medicamento en sus justas medidas. Con perfectas dosis para cada poro de la piel, llevando cura a sus heridas.
Lapidando a los pobres del planeta los sicarios dictan orden del día: Esclavizarlos con la economía, perforando gargantas con saeta. Empujarlos a "próspera" pileta con la deuda inhumanamente fría, asfixiarlos con fraudes y agonía y enroscarles soga al cuello, que aprieta. El pueblo, de misérrimo salario, ora víctima del fraude bancario, sólo cambia servidumbre por deuda. Siendo esclavo, cada vez más adeuda, y el interés del prestamista leuda, engrosando la soga del sicario. Rubén Sada - 11/08/2014
(1) Infoxicar: Conjunción de las palabras “información” e “intoxicar” Con esta palabra me refiero a la información engañosa que se difunde habitualmente por los medios del poder, con el objetivo de generar confusión y así lograr puntuales objetivos de dominación. La estrategia es utilizada habitualmente por casi todos los gobiernos políticos y sus socios banqueros, a conveniencia.
Si el viento no sopla no será ya viento, ni brisa, ni aliento, pues muere y no acopla. No envía mis besos, silencian mis coplas, y si él no resopla se callan mis rezos. Si no sopla el viento te mantiene lejos, y se ponen viejos tu verbo y tu acento. Si no hay ya festejos callaré. Lo siento.
Cuando ya nada se espera personalmente exaltante,
más se palpita y se sigue más acá de la conciencia,
fieramente existiendo, ciegamente afirmado,
como un pulso que golpea las tinieblas,
cuando se miran de frente
los vertiginosos ojos claros de la muerte,
se dicen las verdades:
las bárbaras, terribles, amorosas crueldades.
Se dicen los poemas
que ensanchan los pulmones de cuantos, asfixiados,
piden ser, piden ritmo,
piden ley para aquello que sienten excesivo.
Con la velocidad del instinto,
con el rayo del prodigio,
como mágica evidencia, lo real se nos convierte
en lo idéntico a sí mismo.
Poesía para el pobre, poesía necesaria
como el pan de cada día,
como el aire que exigimos trece veces por minuto,
para ser y en tanto somos dar un sí que glorifica.
Porque vivimos a golpes, porque apenas si nos dejan
decir que somos quien somos,
nuestros cantares no pueden ser sin pecado un adorno.
Estamos tocando el fondo.
Maldigo la poesía concebida como un lujo
cultural por los neutrales
que, lavándose las manos, se desentienden y evaden.
Maldigo la poesía de quien no toma partido hasta mancharse.
Hago mías las faltas. Siento en mí a cuantos sufren
y canto respirando.
Canto, y canto, y cantando más allá de mis penas
personales, me ensancho.
Quisiera daros vida, provocar nuevos actos,
y calculo por eso con técnica qué puedo.
Me siento un ingeniero del verso y un obrero
que trabaja con otros a España en sus aceros.
Tal es mi poesía: poesía-herramienta
a la vez que latido de lo unánime y ciego.
Tal es, arma cargada de futuro expansivo
con que te apunto al pecho.
No es una poesía gota a gota pensada.
No es un bello producto. No es un fruto perfecto.
Es algo como el aire que todos respiramos
y es el canto que espacia cuanto dentro llevamos.
Son palabras que todos repetimos sintiendo
como nuestras, y vuelan. Son más que lo mentado.
Son lo más necesario: lo que no tiene nombre.
Son gritos en el cielo, y en la tierra son actos.
Yo vi el fulgor del sol, de las estrellas, sentí caricias, vientos estivales. Pero nunca he visto nubes más bellas que las que hay en el cielo de Pradales. Inmaculada impoluta, doncellas, blancas hadas de espuma y de cristales, a su celeste amor dibujan huellas y aclaman esta unión blancos nupciales. Son su vivienda el ocaso y la aurora, están felices, cielo y nube amante, imperturbable, pura a toda hora. Hasta que nubes negras, flanco entrante, aturden, gritan al cielo un instante traicionando a la blanca. El cielo llora.
Rubén Sada. (01/08/2014)
Rubén Sada, en Pradales, Segovia, España. Julio de 2014