SOLEDAD
(Frente al Río de la Plata, Buenos Aires)
Atravieso soledades,
en medio de un crudo invierno,
en muelles sin pescadores
debajo de un cielo inmenso.
Mientras admiro este bello
paisaje bien costanero,
aquí viene a visitarme
mi niño, mi amigo interno.
Paisaje de soledad...
¡Todo es lejano silencio!
Sólo estoy conmigo mismo
sólo pienso, sólo siento...
Zumbadores de hojas libres
movidas, que arrastra el viento
y un frío atroz que me hiela
y me asalta cada hueso.
Toda esta agua no alcanza
a llenar el hondo hueco
de este vacío que hoy
me taladra el esqueleto.
Arrojo en el horizonte
mis más hondos pensamientos
que se apoderan de mí,
de mi alma en desconsuelo.
A estos pájaros, si existo
o no, les importa un bledo.
Tampoco al pato que vuela
graznando su aullido negro.
¿Para qué volar como él,
si acabaré bajo el suelo?
¿Por qué tan lleno este río
mientras de sed, aquí muero?
Allá atrás, en la ruidosa
metrópoli, alzada lejos,
miles de hombres y mujeres
viven perdiendo su tiempo.
Van despegando en aviones
hacia su destino incierto,
esperando ahí su turno
en la fila de los muertos.
Y me pienso: soy igual,
pues yo también eso espero.
¿Por qué tengo tanto espacio
si en este mundo no quepo?
¿Por qué creí en el amor
si este no iba a ser eterno?
¿Son los rechazos, cenizas,
que quedaron del incendio?
¿Serán el amor y el odio
dos partes del mismo juego?
¿Es la dicha, enfermedad,
y la soledad, remedio?
Entonces, allá habrá miles
de engañados, muy enfermos,
que viven buscando dicha,
felicidad en lo externo...
Creyendo que vivir es
satisfacer sus deseos,
cubriendo agujeros de
felicidad con obsequios,
comprando lo último que
aparece, lo más nuevo,
gastando en banalidades
para tapar el desprecio.
Creo que esta soledad
no se cura con dinero,
y aunque tuviera millones
si tú no estás, tengo cero.
Y es por esta soledad
frente al estuario desierto
que el futuro viste gris,
igual que este río, muerto.
© Rubén Sada.
Escrito en Costa Salguero, mirando el Río de la Plata
en la mañana del 19-07-2008.