LA PUERTA DEL CEMENTERIO
"¡Dios mío, qué solos se quedan los muertos!" (Gustavo Adolfo Becquer, RIMA LXXII)
Andaba en la calle oscura
y lo que cuento, no asombre,
desde el aire oí mi nombre,
(no me piensen sin cordura).
Desde un dintel, de la altura
con un halo de misterio
protegiendo al cautiverio
ella me intimidó, cuando
yo la oí: me estaba hablando…
La puerta del cementerio…
Y en su defensa decía
esta carcelaria puerta:
—“Soy la bienvenida muerta
de la vida en agonía.
¡Cuánto ajenjo hay en mi encía,
que amarga mi paladar!
Mi aguijón he de clavar
en personas ricas, pobres,
viendo mejillas salobres
de congoja familiar.
“A los muertos yo
secuestro
y sus cosas les confisco,
la parca les da el mordisco
y al final un padrenuestro.
Luego en un cofre siniestro
vestidos de un blanco traje
y desnudos de equipaje
atraviesan mi dintel,
con el último clavel:
boleto al último viaje.
y lo que cuento, no asombre,
desde el aire oí mi nombre,
(no me piensen sin cordura).
Desde un dintel, de la altura
con un halo de misterio
protegiendo al cautiverio
ella me intimidó, cuando
yo la oí: me estaba hablando…
La puerta del cementerio…
esta carcelaria puerta:
—“Soy la bienvenida muerta
de la vida en agonía.
¡Cuánto ajenjo hay en mi encía,
que amarga mi paladar!
Mi aguijón he de clavar
en personas ricas, pobres,
viendo mejillas salobres
de congoja familiar.
y sus cosas les confisco,
la parca les da el mordisco
y al final un padrenuestro.
Luego en un cofre siniestro
vestidos de un blanco traje
y desnudos de equipaje
atraviesan mi dintel,
con el último clavel:
boleto al último viaje.
“Aunque mis rejas abiertas
se muestren de par en par,
a nadie dejo escapar
de mis ergástulas yertas.
Yo no soy como esas puertas
que parecen una noria,
soy la puerta de la gloria
y al que me cruza sentencio
al génesis del silencio
bajo el humus de la historia.
que juzga, pena y absuelve,
quien me atraviesa no vuelve
y se torna en impalpable.
Soy la puerta incuestionable
y tras de mí, van en pos
días, años, en veloz
caída cual meteorito,
soy la puerta al infinito…
¡Yo soy la puerta de Dios!”
su arrogante alocución,
medité, ¡cuánta razón
tuvo mi férrea exponente!
Crucé a la acera de enfrente
respetando su criterio,
comprendí el asunto serio
que describo en esta endecha,
pues también tengo una fecha
de entrada en el cementerio.
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