A UN BOLLITO DE PAPEL ARRUGADO
arrugado, ¡pisoteado!
Y allí me quedé, pasmado,
observando ese detalle.
No sé si respuesta halle
a esta duda sin cuartel:
me pregunto, ¿quién fue él
y qué le pudo pasar?
¿Cómo vino a terminar
hecho un bollo de papel?
que escribió un chico a su novia?
¡Tanta incógnita me agobia
y el misterio no se aparta!
¿Y si la joven, ya harta
de promesas sin cumplir,
a su incierto porvenir
le sumó desilusión?
¡La estrujó más que a un limón!
¡No quiso ese souvenir!
de un almacén mayorista?
¿Si de un cliente fue lista
y ya efectuó su mandado?
Si este bollo despreciado
hacia el fin del recorrido,
ya cumplió su cometido:
(ser guardián de la memoria)…
¡Que lo vindique la historia!
No lo asesinen, les pido.
¿No habrá sido algún poema
que tuvo versos de amor,
de un poeta el borrador
y se arrepintió del tema?
¡Cuánto error, cuánto dilema
para expresar lo inefable!
¡Cuánto intento inalcanzable
volcando amor a un papel,
para hallar el fin más cruel
de la misma mano amable!
que el olvido ahí aplasta,
a ser útil dijo “Basta”
y se encontró con la muerte?
¡Lo escuché reclamar fuerte
y su queja aquí calibro!
Oí su reclamo y vibro
pues comprendo su desdicha:
“¿Por qué no tuvo la dicha
de ser página de un libro?”
por el triste desenlace,
de quien con desprecio yace
en la calle, putrefacto:
“Con tu celulosa pacto:
¡Te he venido a rescatar
de la hiel del muladar,
y al volver a revivir
serás papel de escribir
pues te voy a reciclar!”
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