TÚ
¡Cuántas noches yo pasé despierto,
cuando todo duerme como estando envuelto
en la quietud, que es lo único que allí existe!
Pero de repente tú te apareciste
sonriente el rostro y de cabello suelto.
Me besaste enamorada y luego te fuiste,
y contigo mi sueño se marchó, disuelto.
Allí, estando yo sobre mi lecho
tu soñadora frente reclinaste
compasiva, refugiándote en mi pecho,
y a través de ese ritmo intermitente
mi corazón y sus latidos escuchaste
y quisiste refugiarte bajo mi techo
para vivir conmigo eternamente.
No me abandones en tu presencia grata.
El que estés aquí mis inquietudes calma,
con esa serena tranquilidad innata
que nos suaviza las asperezas del alma
pues la soledad me destruye y me mata.
Eres para mí el único consuelo
de incurables tristezas, remedio eres.
Tú, a quien lo más recóndito revelo.
Tú, superior a todas las mujeres,
mañana, tarde y noche de mi cielo.
© Rubén Sada. 1 de Mayo de 1981.