EL PATO DE LA
BODA
—Soy un orgulloso pato
y me encanta el matrimonio,
pero cuido el patrimonio,
no quiero pasar mal rato.
Esgrimiré mi alegato
con los versos de esta oda,
del porqué no me incomoda
concurrir a un casamiento,
verán que nadie está exento
de ser pato de la boda.
Fiestas, banquetes de lujo
y manjares bien servidos,
de punta en blanco vestidos
mil champagnes con su embrujo.
Violinistas con su influjo
tocan canciones de moda,
en un jardín que se apoda
“La quinta del nuevo Edén”,
creo que me hará muy bien
ser el pato de la boda.
Todos van a la gran fiesta
fantástica de la noche,
donde pulula el derroche,
la diversión y la orquesta.
La opulencia manifiesta
me encanta, no me incomoda,
a mi gusto se acomoda
“vivir el momento" dado,
me alegra, como invitado,
ser el pato de la boda.
Ahí se está acercando el novio
de la mano de la novia,
de tanta emoción, me agobia
pero no padezco oprobio.
Todo es limpio, no hay microbio
ni en el vino ni en la soda,
ya veo gente beoda
pero estoy bien donde estoy,
¡qué feliz me siento hoy
de ser pato de la boda!—
Pero de pronto un anuncio
he comenzado a escucharlo:
—“Todo el gasto hay que pagarlo”.
—¿Pagarlo yo? Pues, ¡renuncio!
En mi defensa pronuncio
que esta fiesta es una jod@,
hubo malversación, toda,
despilfarro y desperdicio,
no quiero el injusto vicio
de ser pato de la boda.
No quiero que me faenen
ni que al culpable yo encarne,
no debe pagar mi carne
los platos de los que cenen.
¿Tal siembran? Tal es que obtienen
y si a ninguno incomoda,
se retira este rapsoda
que solo quiere vivir
y no puede resistir
ser el pato de la boda.
© Rubén Sada. 31/08/2021.