*ROMANCE DE LA ARDILLITA*
Chispita fue una ardillita
que se vino a la ciudad,
colada en un tren de carga
La deslumbraban las luces
y en su carácter audaz,
pegó un salto hasta un vagón
de baja velocidad.
Los ruidos no la asustaban,
su coraje pudo más,
esta valiente ardillita
anhelaba un nuevo hogar.
Soñaba ver gente nueva
y comer maní en un bar,
las luces la encandilaban
imaginando el manjar.
Llegó el tren a la estación
y la ardilla muy locuaz,
preguntaba a las personas
para dónde ir al pinar.
Pero allí no había pinos
ni árboles donde trepar,
solo farolas quemadas,
peligros y oscuridad.
Desde la altura unas gárgolas
de feo aspecto espectral
parecía se burlaban
de su torpe ingenuidad.
El hambre vino a Chispita
pues de tanto deambular,
no encontraba ni una nuez
ni almendras ni restaurant.
Luego sintió un olorcito
que le pareció caviar,
y venía desde un tacho
en la esquina nocturnal.
Debe ser que la promesa
de encontrar el buen maná,
se le estaba por cumplir
aunque fuera muy fugaz.
Porque cuando se acercaba
al horrible muladar,
se cruzaron dos borrachos
y la quisieron matar.
La creyeron una rata
royendo un trozo de pan,
y con una escoba rota
la iban corriendo a la par.
Mas, Chispita era una chispa
de magna electricidad,
y su salto escurridizo
no pudieron alcanzar.
Ella trepaba a los techos
de cemento y de metal,
y a contramano en las calles
escapaba en diagonal.
Huyendo hasta la estación
y asustada por demás,
se tomó el tren de regreso
hacia el bosque paternal.
Su desilusión fue grande
pero llegó a vislumbrar
que su paraíso estaba
en su lugar natural.
Cuántas veces nos creemos
un cuento espectacular,
hasta que al fin el engaño
asoma, empieza a brillar.
Cuántas veces damos crédito
a edenes en tal lugar,
y al final, el paraíso
sigue siendo nuestro hogar.
© Rubén Sada. 11/5/2024.