MUÉRDAGOS OCRES
Muérdagos ocres que acusáis mi otoño,
cucarda de oro de mi vencimiento,
dadme el permiso de hermanarme al viento,
volátil viaje de un fugaz retoño.
Llevadme pronto al proverbial bisoño
donde el reloj que despertaba lento
fue el precio caro de mi apartamento
hoy derrumbado en temporal carroño.
¿Acaso pretendéis forjar laureles
en tiara de engañosas hojas muertas?
¡Dejadme zarandear mis cascabeles!
¡Regad a tus raíces medio yertas!
Y brotarán tus esperanzas ciertas
rociadas con las aguas de Cibeles.
© Rubén Sada. 23/05/2020.