*EL FRESNO ÁUREO*
Queriendo imitar al soly alcanzar un podio láureo,
un fresno se tornó áureo
y creció en cada arrebol.
Flanqueado por un bemol
trino alerta de zorzales,
tiñó todos sus ramales
de un dorado casimir…
¡Su copa quiso vestir
del color de los trigales!
Entonces le pregunté
pretendiendo ser su amigo:
—¿Acaso quieres del trigo
el color de su quinqué?
Del alto fresno escuché:
—¡No me tales! Te soy franco:
Quiero ser “Banco”, no “banco”.
Por eso guardo el tesoro
y en mi copa tengo el oro
que en otoño al sol le arranco.
Fui genética semilla
encapsulada en la sámara,
y volé hasta la recámara
de la tierra en una orilla.
Hoy mi hermosa copa brilla
con un dorado vestido
pero aguanto un atrevido
viento otoñal que desnuda
y despoja en forma ruda
mi riqueza de un soplido.
Mi dorado toca el cielo
y mis ramas colosales
se propagan proverbiales
descolgándose en un velo.
Caen una a una en vuelo,
¡son cadáveres de guerra!
Mientras mi raíz se entierra
en el mantillo carroño,
y derramo en cada otoño
gotas de sol en la tierra.
Hoy tengo miedo al invierno
que con aliento canalla
me desviste, me avasalla
y amenaza el brote tierno.
Con mi resguardo paterno
tantas aves protegí,
al zorzal y al colibrí
yo les di mi protección,
fui del planeta pulmón
y hoy me toca el turno a mí.
Al verlo tan compungido
y cada día más triste,
mi voz lo abrazó: “¡Persiste!
¡No has de darte por vencido!
¡Aguanta! ¡Mantente erguido!
Ya pasarán tus reveses,
solo has de esperar tres meses
la naciente primavera
y una fresca regadera
te hará revivir con creces”.
Rubén Sada. 21/05/2022. PROSOPOPEYA: Consiste en atribuir cualidades propias de un ser racional o animado a otro inanimado. Como en este ejemplo en que el fresno dorado dialogó conmigo.
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