*EL MONUMENTO*
Dormido en esta plaza
despierta el monumento,
no hay temporal ni viento
Testigo fue del tiempo
y bronce fue su estatua,
con una mano fatua
saluda a un colibrí.
Escucha los susurros
de álamos cercanos,
observa a dos ancianos
románticos de amor,
a niños en la hamaca
camino hacia el colegio,
y pájaros egregios
con plumas de color.
De pronto unas palomas
se posan en sus hombros,
y dejan sus escombros
de índole cloacal.
El prócer las perdona
pues son su compañía,
decreta una amnistía
de aseo comunal.
La estatua es un pasado
de hazaña en el presente,
El símbolo latente
de un pueblo en libertad.
Es vívido homenaje
regado con la gloria
del río de la historia
que nunca va hacia atrás.
El mármol y el granito
de eternas primaveras,
de día huele a esperas,
gas-oil y actividad.
De noche hay reflectores
en una fuente-oasis
parecen paparazzis,
¡qué gran celebridad!
Pero, una madrugada
en la ciudad desierta,
llegó la garra experta
que roba con maldad.
Y un vándalo asesino
munido de una maza,
al héroe de la plaza
destruyó sin piedad.
Qué absurda la ironía
que el bronce del guerrero
que antaño dio su vida
hoy no se defendió.
Fue un héroe por la patria
y aquí sus herederos
son zánganos rateros
sin honradez ni honor.
—¡Perdón, prócer eterno
que no sirvió de nada
la lucha tan valiente
por la que usted murió!
¡Perdón, insigne amado,
que un pueblo de canallas
no tenga las agallas
de actuar contra el ladrón!
¡Perdón, señor ilustre,
no somos todos malos.
También hay gente buena.
Le ruego su perdón.—
Y oyéndome, la estatua,
lloraba su escultura,
la espada de la altura
juró reparación.
Juró venganza plena
por Dios y por los cielos,
juró asestar flagelos
a los que hacen mal.
Y usando el poderoso
malinche de la historia
convirtió a todo el pueblo
en estatuas de sal.
© Rubén Sada. 16/07/2023.
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