EL SAUCE Y EL CEIBO
Escuché al borde de un río
un sauce, de esos llorones,
derramar sus lagrimones
en perlas de llanto frío.
Desbordado del hastío
por no ser un árbol fuerte,
lo oí maldecir su suerte
al lado de un ceibo en flor,
mientras cantaba un dolor
que lo arrimaba a la muerte.
—¡Sí que sos afortunado!—
Le dijo al ceibo el buen sauce.
—Han hecho feliz al cauce
los rubíes que le has dado.
El río te ha compensado
con su nutritivo riego,
y yo, en cambio, no lo niego,
solo lágrimas le doy,
y en la inclinación que estoy
a su corriente me entrego.—
El ceibo responde ahora:
—No sabes lo que es sangrar
y en el barro derrochar
tantos besos cada hora.
Veo que tu copa llora
mientras mimas al afluente,
tú acaricias la vertiente
con cada perla de plata,
y a la noche una tocata
de ranas aquí se siente.—
Lamenta el sauce, clamando:
—Tanto cansancio me asiste
y mi melena está triste,
que el tiempo me va arrugando.
Mi espalda se está inclinando
y ando de brazo caído,
ya no me queda ni un nido
que me cante en la mañana
como a tu copa galana
y al coral de su vestido.—
Concluye el ceibo, confiado:
—¡Mira siempre al horizonte!
Peor ser tronco en el monte
y a la tala ir nominado.
Este río enamorado
necesita de tu esplín,
cada ocaso es un festín,
dale tu canto y tus gotas,
yo le voy a dar mis notas
estrelladas de carmín.—
© Rubén Sada. 11/03/2024.
un sauce, de esos llorones,
derramar sus lagrimones
en perlas de llanto frío.
Desbordado del hastío
por no ser un árbol fuerte,
lo oí maldecir su suerte
al lado de un ceibo en flor,
mientras cantaba un dolor
que lo arrimaba a la muerte.
Le dijo al ceibo el buen sauce.
—Han hecho feliz al cauce
los rubíes que le has dado.
El río te ha compensado
con su nutritivo riego,
y yo, en cambio, no lo niego,
solo lágrimas le doy,
y en la inclinación que estoy
a su corriente me entrego.—
—No sabes lo que es sangrar
y en el barro derrochar
tantos besos cada hora.
Veo que tu copa llora
mientras mimas al afluente,
tú acaricias la vertiente
con cada perla de plata,
y a la noche una tocata
de ranas aquí se siente.—
—Tanto cansancio me asiste
y mi melena está triste,
que el tiempo me va arrugando.
Mi espalda se está inclinando
y ando de brazo caído,
ya no me queda ni un nido
que me cante en la mañana
como a tu copa galana
y al coral de su vestido.—
—¡Mira siempre al horizonte!
Peor ser tronco en el monte
y a la tala ir nominado.
Este río enamorado
necesita de tu esplín,
cada ocaso es un festín,
dale tu canto y tus gotas,
yo le voy a dar mis notas
estrelladas de carmín.—
PROSOPOPEYA: Consiste en atribuir cualidades propias de un ser racional o animado a otro inanimado. Como en este ejemplo en que dos árboles conversan al lado de un río.