RAYOS CONSONANTES
—Reinaldo Figueroa—
Con sus rayos Consonantes
mi décima es sol que aflora,
con diez luceros de ahora
en el mismo cielo de antes.
Mezcla de Miguel Cervantes
y de Vicente Espinel,
un diccionario de miel
escrito en rojas pasiones
para que dos corazones
vivan en la misma piel.
—Rubén Sada—
Para que dos corazones
vivan en la misma piel,
se juntaron tu clavel
y tu rosa de pasiones.
Formaron lindas uniones
y de ese fruto bendito,
ha nacido un pimpollito
prueba de la bendición
que solo tiene un campeón
que se ha transformado en mito.
—Reinaldo Figueroa—
No sé si la bendición
con su mirada despierta,
ha traspasado la puerta
roja de mi corazón.
Soy el manantial que con
su sueño de ola y de sal
saltó desde el parietal,
hizo grande el desafío
y se está volviendo río
con tu afluente mental.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
“Cuyo verso está bendito”,
así dijo Rubén Sada,
argentino, que es espada
improvisando o escrito.
Por eso yo me permito
como tatuador sin piel,
dejar del modo más fiel
este verso de mensaje,
luz, sol, bendición, tatuaje
de ideas sobre un papel.
—Reinaldo Figueroa—
Soy bendición, aleluya
y mi rima ahora más crece
por todo lo que le ofrece
aquí la prédica tuya.
Mientras que Sada construya
el altar de lo divino,
seré quien en el camino
de la palabra se empapa,
porque Sada es como el Papa
del consonante argentino.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Con su afluente mental
corre más raudo tu río,
y el charco que llamo mío
suspira ante el manantial.
Tres maneras de un cristal
líquido que aquí se junta,
uno, el mío, que pregunta,
otro, el tuyo, que contesta
y el de Sada que es la fiesta
que tiene el filo en la
punta.
—Reinaldo Figueroa—
Mientras sea, Sada el mar
tan azul en quien confío,
yo llevo hasta él mi río
y lo hago desembocar.
Porque eso es como abrazar
un mundo lejano, extraño,
y voy aunque me haga daño
al mar inmenso y profundo,
no llega a un mar todo el
mundo
y menos de ese tamaño.
—Rubén Sada—
Vamos juntos a nadar
en un mar de poesía,
vamos juntos este día
con el sol a festejar.
Vuestros rayos van a guiar
por una playa amistosa,
a nuestra mente curiosa
que de décimas va ávida
correteando por la ingrávida
pasión de la nebulosa.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Es tal su profundidad
que si del muelle me zafo,
solo con un batiscafo
recorro su inmensidad.
Azul que con saciedad
te alfombra todo el camino,
oleaje donde el marino
mece sueños de horizonte,
si en vez de loro, un
sinsonte
lleva al hombro el argentino.
—González Rubier—
En medio de enormes mares
y monumentos escritos,
zarparon enormes gritos
de décimas ejemplares.
Tres poetas estelares
que llenan día tras día
corazones de alegría
con ese verso profundo
y van recorriendo el mundo
a través de la poesía.
—Reinaldo Figueroa—
Rafael, tú tienes algo
de diamante y de rubí,
cuando yo estoy junto a ti
es cuando mucho más valgo.
Me parece que cabalgo
en un potro de cultura,
y va mi cabalgadura
tan confiada al galopar
sin tenerme que aguantar
del pico de la montura.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Será que por tu caballo
aprendí lo que es carrera,
o que por tu guayabera
supe qué es feria de mayo.
Por tu canto sé del gallo
plumado despertador,
como sé que en el color
del Pinar que llevas dentro,
que el verde sale al
encuentro
esperanzando al amor.
—Rubén Sada—
Esperanzando al amor
del futuro ponen proa,
Rafael y Figueroa
y un humilde seguidor.
Desde Cuba al Ecuador
y de Argentina hasta el polo,
mueve nuestra vela Eolo
con la inspiración del
viento,
y entre Reinaldo y Sarmiento
Rubén no se siente solo.
—Reinaldo Figueroa—
El día que Rubén Sada
abre el sol de su espinela,
mis aguas tienen escuela
de manantial y cascada.
La corriente perfumada
salta desde la pendiente,
se agita rápidamente
entre arrullo y murmurío,
convirtiéndose en un río
el arroyo de mi mente.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Mira lo que es el teatro
que en la cuenta se equivoca,
que los que abrieron la boca
no fueron tres, sino cuatro.
Yo que esta estrofa idolatro
no quiero que tú en la prisa,
de sudarnos la camisa
recortes nada tu idea,
que el que con versos pelea
aquí no se minimiza.
—Reinaldo Figueroa—
Si quieres que corra aprisa
dame esperanza de un mar,
que va a venir a abrazar
mi agua con manos de brisa.
Te entregaré la sonrisa
de un agua tan dulce y pura,
hecha de literatura
y es posible Rafael,
que nos confundan la piel
en la desembocadura.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
En la desembocadura
nos podrían confundir
cuando nos vieran venir
sobre potros de agua pura.
Pero al rato tu figura
sería de más nitidez,
mientras la mía al revés,
se iría descomponiendo,
porque yo ya estoy haciendo
mis trillos a la vejez.
—Reinaldo Figueroa—
La nieve tal vez, quizás,
te pintó de blanco el pelo,
pero aún cruza por tu cielo
el cometa más fugaz.
No hagas caso a Satanás
si te viene a confundir,
que tú no te vas a ir
del guateque de gargantas,
menos cuando tienes tantas
cosas buenas por decir.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Mi pelo es fatalidad
de nieve para alto vuelo,
porque me pintan el pelo
los barberos de la edad.
Yo ya pasé la mitad
del tiempo al que no has
llegado,
tú eres futuro inspirado
entre juveniles muecas
y yo entre las bibliotecas
no he incluido mi legado.
—Reinaldo Figueroa—
No te sientas condenado
entre lo triste y la mueca,
que la mejor biblioteca
la tienes en el costado.
Tienes el mejor legado
de frase y de rimas buenas,
de gardenias y azucenas
para redimir antojos,
en esos jardines rojos
que florecen en tus venas.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
En el jardín de mis venas
entre rosa y alelí,
hay abejas que por ti
me repletan las colmenas.
Pero en líricas escenas
junto al toque del laúd,
los versos como un alud
de metáforas te crecen,
porque ellos favorecen
primero a la juventud.
—Reinaldo Figueroa—
Tú no me creas tan joven,
no soy una primavera,
se me muere de ronquera
por los años mi Beethoven.
Es triste ver que nos roben
lo alegre que se incrementa,
también en mí ya se ausenta
la risa entre los abrazos,
te estoy siguiendo los pasos,
lo que tú no te das cuenta.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Rei, tu Beethoven es rico,
mi Mozart va en retirada,
solo es joven la mirada
al contar cincuenta y pico.
Cuando mi voz fue abanico
más que brisa, fui huracán,
mas los años que nos dan
con agilidad se fugan,
y el verbo ir nos conjugan
en presente, pues se van.
—Reinaldo Figueroa—
Yo no quiero conjugar
el verbo de la partida,
mejor démosle a la vida
dos alas para volar.
Una que me hable de mar,
otra de valle y bajío,
una de tabaco y frío,
otra de azul verdadero,
para ver a Varadero
bañando a Pinar del Río.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Mejor conjugar regreso
que partida hacia el ocaso,
mejor bienvenida, abrazo,
que adiós, nos vemos y un
beso.
Mejor carne, sangre y hueso
que mármol triste y sombrío,
mejor guateque y bohío
por el tema de un te quiero,
para ver en Varadero
vegas de Pinar del Río.
—Reinaldo Figueroa—
Conjugo mejor mi rima
en la segunda persona,
decir mi amigo razona
y es el que mejor camina.
Tu décima es quien me anima
en el verbo del intento,
nunca conjugo el lamento
si quien más a mí me ayuda,
a nadie le cabe duda
de que es Rafael Sarmiento.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Si soy ayuda en tu andar
y brújula en tu terreno,
no es mucho, si Nazareno
eres tú para mi altar.
Tú eres balsa si hallo mar,
caballo si voy a pie,
taza si quiero café,
guano cuando estoy sin techo,
y si se vacía el pecho:
amor, esperanza y fe.
—Reinaldo Figueroa—
Tú eres también, Rafael,
del pie de mi inspiración,
para caminar bastón
con una curva de miel.
El renglón donde el papel
mejor nivela su trazo,
para mi sed eres vaso
de agua clara y transparente,
eres con tu sol naciente
la brújula de mi paso.
—Rubén Sada—
Me halagan vuestras menciones,
creo no merecer tanto,
apenas suena mi canto
entre vuestras oraciones.
Lealtad a sus atenciones
que me honran a granel,
ese sentimiento fiel
también vaya por vosotros,
dos juglares, ¿qué? ¡Dos
potros
en el prado de Espinel!
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Del mar de las espinelas
Sada, tú eres luz de un faro,
entre huracanes amparo
para cordajes y velas.
Por ti hoy son nuestras
espuelas
relucientes como rayos,
pero que donde los gallos
cantan después de matar,
aprendieron a sembrar
vida como hacen los mayos.
—Rubén Sada—
Anduve medio atareado
editando nuestro libro,
mas, de este encuentro
calibro
¡qué nivel que han alcanzado!
Son potros corriendo el prado
del arte de improvisar,
más veloces que un jaguar,
rayos cual fugaz estrella,
vuestra décima es la bella
que yo no puedo alcanzar.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Su décima tiene tanto
o más arte que la mía,
porque haciendo poesía
es igual a la que canto.
Yo, que ante nadie me
espanto,
el verso suyo respeto,
por eso cuando en inquieto
avatar de la escritura
alguien me exige cultura
lo busco como amuleto.
—Rubén Sada—
Usted es fuerza de viento,
es el pampero, es el zonda,
usted Sarmiento es la honda
que a David convirtió en
cruento.
Lo mejor de usted, Sarmiento,
es que lleva con afán
a modo de capitán
del barco de donde estoy,
que si su amuleto soy,
usted es mi talismán.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Amuleto y talismán,
así de unidos seguimos,
uvas del mismo racimo,
lava del mismo volcán.
Espiral de Leviatán,
Atlántico y duplicado,
dos manzanos y un pecado,
dos costillas para Eva,
dos alumnos y una prueba
de excelente resultado.
—Rubén Sada—
Usted es punto y es cántico,
usted es guía y es brújula,
usted es la rima esdrújula
del Pacífico al Atlántico.
Usted, Sarmiento es romántico
y es maestro en esta escuela,
del arte que se modela
con el don de la palabra,
y hace siempre abracadabra
modelando la espinela.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Dentro de una carpa artística
somos una rima mágica,
haciendo décima trágica
en temporada operística.
Usando un poco de mística
vamos aliviando el tráfico,
para que no sea sáfico
el verso en una temática,
hacemos con matemática
gramatical nuestro gráfico.
—Rubén Sada—
Usted siempre me persuade
a la bondad más benigna,
nunca huye de la consigna
y la talla como al jade.
Jamás la esdrújula evade
y su décima de artista
de su altura nunca dista.
Festejaré con coñac
que usted, Sarmiento es un
crac
del deporte repentista.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Un crac yo, que casi ciego
llegué a patear el balón,
y ni siquiera a crayón
llevo número en el juego.
Que siempre en todo me
entrego
puede resultar verdad,
mas, no soy ni la mitad
de lo que en soñar me antojo,
pero en su mira está el ojo
benigno de la amistad.
—Rubén Sada—
Ante su décima arisca
mejor me escapo de juerga,
porque en sus versos alberga
ingenios de su nevisca.
La fuerza de su ventisca
me da miedo y no le miento,
me esconderé en el convento
sagrado de su amistad,
refugiado en su bondad,
querido Rafael Sarmiento.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
No se esconda en mi convento
sin torre, y menos campana,
soy un cura sin sotana
frente al altar de un
lamento.
Sada, soy tan solo un cuento
que se acaba a la mitad,
pero por mi necedad
se estira y llega hasta el
alba,
donde del callar se salva
por la voz de la amistad.
—Rubén Sada—
Yo soy un simple aprendiz
que tiene todo y le falta,
la nevisca de su alta
cumbre de blanco matiz.
Su amistad es directriz
para seguir en su huella,
queriendo alcanzar su
estrella
y escalar allí en su cumbre,
la estrella que me da lumbre
y en el ingenio destella.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Tengo la cumbre nevada
por insomnios tormentosos
que saben de los dichosos
pellizcos de la estocada.
Pero a la izquierda mi aldaba
suena si llama un amigo,
y comparto horno y trigo
para que cuezan el pan
aquellos que hambrientos van
partiendo su fe conmigo.
—Rubén Sada—
A su décima gloriosa
mi verso rinde alabanza,
la amistad en la balanza
pesa más que cualquier prosa.
Mientras mi mente reposa
usted le pone fervor,
eso que versa mejor
dice que es tan solo un
cuento,
ínclito poeta Sarmiento:
¡será el cuento del amor!
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Yo no tengo el pedigrí
de una familia poeta,
no hay en mi historia
completa
juglares; solo salí.
Llegué de cuarenta y
me hice improvisador,
del tropezón al error,
pero cuando no fue tanto
el error, me entregó el canto
su anillo de eterno amor.
—Rubén Sada—
Su décima es terremoto
que derriba mi castillo,
me ara, pasa el rastrillo
extingue fauna en mi coto.
No alcanzo ni a copiloto
pues su décima domina,
y a mi avioneta la inclina
llevando todo mi aporte
directamente a su norte
desde el sur de mi Argentina.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Haré que su nave suba
y si es que acaso se inclina,
es porque desde Argentina
vuele directo hasta Cuba.
Ron de caña y vino de uva
suelen combinar muy bien,
y como tengo el sostén
de su verbo diferente,
haré de tangos un puente
para visitarlo en tren
—Rubén Sada—
Usted tiene algo valioso
que es la amistad en el gen,
y le agradece Rubén
tanta agua de su pozo.
Con un abrazo afectuoso
me despido desde aquí,
no hace falta pedigrí,
ni historial, ningún
prontuario,
le alcanza con el erario
del maestro Naborí.
—Rafael Sarmiento Enríquez—
Gracias, amigo Rubén,
dejaré en esta jornada,
mil gracias maestro Sada,
multiplicadas por cien.
Yo las guardaré también
en el baúl del latido,
y cuando en un recorrido
de versos me encuentre flojo,
la llevaré hasta el ojo
con que nos mira el oído.
© Reinaldo Figueroa, Rafael
Sarmiento Enríquez, Rubén Sada y González Rubier.
23/03/2020.
23/03/2020.