VIEJA CALLE RIVADAVIA
I
Rivadavia más o menos
del 25 al 40,
todavía se comenta
de nostalgia el cuore lleno.
Cuando había terrenos
en esa arteria querida.
Lógicamente la vida,
con su eterno caminar,
cambia todo de lugar
y al progreso nos convida.
II
Pero aunque uno lo quiera
los recuerdos nos dominan,
aún creo estar en la esquina
campaneando la diquera.
Muchachita quinceañera,
los domingos por la noche,
cuando no andaban los coches
y de una a la otra punta,
tratábamos de ir en yunta
dando amorosos reproches.
III
De cuando el corso doblaba
por Mitre hasta Olavarría,
y el Clown nunca se aburría
pues Colombina lo amaba.
De cuando se intercambiaban
esos ramitos de flores,
y mil promesas de amores
escuchaba la princesa,
que lucía su belleza
en el palco de colores.
IV
Cuando “mamá” y la vecina
a ese corso nos llevaban,
y por 5 nos compraban
rollitos de serpentinas.
Las sillas de la cocina
poníamos junto al cordón,
lejana y bella visión
de carnavales pasados,
que en el recuerdo han quedado
pero firmes de emoción.
V
Recuerdan muchachos de antes
al salir de la Colón
en cruz con la Exposición
el almacén de Durante.
Pa’recetarte un calmante
justito enfrente Dorado,
los chops que habrás tomado,
te acordás Oscar Damiano
con Adrogué, mano a mano,
allá en el Maxim sentados.
VI
Semáforos no existían
en esa esquina bendita,
un botón en la garita
el tráfico dirigía.
En el quiosco nos vendía
Garufi los cigarrillos,
ya entraba a vender anillos
Butín en la librería,
y Persichini cosía
pa’darle a las pilchas brillo.
VII
La pizza del Tropezón
con porciones de fugazza
que llevábamos pa’casa
al terminar la función
del viejo cine Colón.
Otro crimen del progreso,
yo no la bronco por eso,
pero a veces de pasada
le tiro de madrugada
el más rante de mis besos.
VIII
Cuántas damas del lugar,
en ese tiempo pebetas,
pasaban por la Silueta
pa’hacerse fotografiar.
En la Casa Nina entrar
a buscar el par de lentes,
siempre atento y diligente
vendiéndonos las camisas,
estaba José Camicia
atendiendo a sus clientes.
IX
Una altura que da susto
hay al llegar a la esquina,
si se habrán vestido minas
allá en la tienda El Buen Gusto.
En la otra vereda justo
el almacén Merediz,
época linda, feliz,
donde también tuvo brillo
el quiosco de cigarrillos
del padre de Kontomich.
X
La antigua Mina de Oro
y de Sabri La Ben Hur,
que aquí por la zona Sur
tallaban en tiempos de oro.
Rivadavia, que hoy añoro,
cuando aún te ensuciaba el barro
y en la Bouquet un par de tarros
los pagaba 7 mangos,
y eran compases de tangos
cuando los carros pasaban.
XI
Y la farmacia de Roca,
el crédito radical,
que supo ser caporal
en épocas como pocas.
No caminaba la coca
ni cítricos envasados,
empanadas, vino, asado,
por esos tiempos corrían,
y Chorroarín nos barría
la calle de lado a lado.
XII
Justo en la esquina de Alvear
estaba el café de Viola,
donde afinaba la gola
Pancho Roumieu pa’cantar.
Como invitándote a entrar
don Pánfilo con su tienda,
aflojándote las riendas
ya Fornabaio vendía
billetes de lotería
pa’el Ministerio de Hacienda.
XIII
El viejo cine Sarmiento
donde ahora está el Rivadavia,
cuando lo bancaba Palla,
fotógrafo del momento.
Si me parece que siento
el timbre cuando anunciaba
que la función comenzaba,
y pegada en la pared
la foto de Mae West
y Tom Mix que galopaba.
XIV
La iglesia frente a la plaza
donde con gran emoción
yo tomé la comunión
en esa sagrada casa.
La vida que pasa y pasa,
no ha conseguido borrar
el beso que supo dar
mi madre aquella mañana,
clara, límpida, lejana,
que jamás podré olvidar.
XV
La escuela Nº 1
donde cursé el sexto grado,
los años que allí he pasado
en mis recuerdos acuno.
No he visto más a ninguno
de aquellos, mis compañeros,
la maestra de tercero,
la Fracuellí, la Mariana,
qué lindo sería mañana
volver a estar en primero.
XVI
La Municipalidad
en la esqiuna de Sarmiento,
donde hombres de talento
bregaron por la ciudad.
Hoy te sobra autoridad
mi vieja calle quilmeña
para gritar que sos dueña
de una hermosura sin par
muy difícil de igualar
en esta zona sureña.
XVII
Rivadavia de un pasado
romántico y emotivo,
son los versos que te escribo
por el cariño inspirados.
Cuando me lleve a su lado
la que a todos nos iguala,
cuando se quiebren las alas
del gorrión que hay dentro mío,
perdurará el albedrío
con el cual canté tus galas.
Juan Arrestía (de su libro POR ESAS CALLES DE QUILMES)