29 de marzo de 2014

TE LLEVO EN MÍ (Soneto de amor, de Rubén Sada)

Arjona Delia y Rubén Sada, poemas de amor

TE LLEVO EN MÍ


Tu olor llevo impregnado en mi garganta
y tu sabor se infiltra hasta en mis poros.
Tus cabellos me entonan dulces coros,
tu sonrisa es la vida que me canta.

Llevo el sol de tu néctar, que me encanta,
y el sopor de tus sueños tan sonoros,
Y es el cielo, tu pecho que enamoro
y tus manos, que abrigan como manta.

Este inmenso amor, hoy se agiganta,
transitando el camino de la vida
cada mañana en que el sol se levanta.

Y en el centro de mi alma en la que anidas
hay toneladas de tu esencia, tanta,
que alcanzan para el resto de mis días. 
  


Rubén Sada  - 29-03-2014

26 de marzo de 2014

LOS SALONES DEL OTOÑO (Poema Díptico, de Rafael de Diego)

otoño, atumm, hdr


LOS SALONES DEL OTOÑO 

(Poema Díptico, de Rafael de Diego)

En esta tarde triste, en que la lluvia fría
cae sobre la ciudad, interminablemente,
nos atrae como un viejo amigo confidente
con sus rincones tibios, la quieta galería.

Los salones de otoño. Pinturas extranjeras
abriendo ante nosotros ideales visiones;
paisajes en que flotan peregrinas canciones
tanto ansiados por nuestras almas aventureras.

Después... entre el recuerdo de bohemios dolores
evocados delante de firmas que queremos
y añoranzas de amigos, que se hicieron pintores

sentimos concretarse nuestra melancolía
ante un rostro de niña, a quien jamás veremos
y que tal vez ya duerme bajo la tierra fría.

------

Bello rostro de niña, diseñándose apenas
entre grises de ópalo como luna con sombra;
nuestra alma soñadora parece que la nombra
igual que a la cautiva de las mismas cadenas.

Dolorosas pupilas, pupilas fraternales
llenas de un amor vago, humanamente ingenuo,
no sé qué angustia asilan, que destellan un ténuo
resplandor que adormece nuestros antiguos males.

(Junto al marco, después de una firma francesa,
nos turban unos números... corrieron muchos años),
Oh, emoción avivando nuestra amable tristeza,

de esa alma, que sería el alma que consuela,
sólo quedan, por sobre placer y desengaños
esas dulces papilas surgiendo de la tela.


Autor: Rafael de Diego. Año 1915 - de su libro LAS ANGUSTIAS.

Ver más poesías sobre el otoño:

RUBÉN SADA - LOS COLORES DEL OTOÑO

25 de marzo de 2014

ORACIÓN FÚNEBRE A ALMAFUERTE

muerte de almafuerte poeta, pedro b palacios,

ORACIÓN FÚNEBRE A ALMAFUERTE

-Pronunciada en la muerte del poeta ante un público invisible-

Señores: Ha muerto el poeta del Hombre. Se ha sumergido  en la sombra, para siempre, aquella lira inmortal. No hay un hecho más trágico y sombrío para el espíritu que este súbito aniquilamiento de una de esas montañas de Dios, de esos focos solares de la conciencia humana que habían encadenado en su palabra al tiempo y parecín destinados a la eternidad. Ello nos da una tremenda evidencia de la muerte, que parece en tal momento rozarnos el corazón con su ala yerta. Y es que cada vez que muere una de estas cimas muere también algo dentro de nosotros mismos. Parece a nuestra conciencia que en la caída de estos gigantes debiera vestirse de luto la Naturaleza entera. Sin embargo, el Universo no se conmueve, y aun a veces ni siquiera se constrista ni se entera la inculta humanidad. Así ha muerto Almafuerte, calladamente, como se abisma un astro en la noche; circundado de sombra y de silencio. Un joven amigo suyo que le asistía me ha contado sus últimos momentos, tan solemnes, tan graves y tan puros como lo fueron moralmente todos los actos de su vida. Aunque estaba muy enfermo, nadie sospechaba su fin próximo; cuando, hallándose un momento solo con él, este joven observó que las lágrimas se deslizaban por las mejillas augustas del poeta. Inquirió alarmado el joven y Almafuerte le tranquilizó; indícole que alejara de su lado a sus otros amigos que le cuidaban y se quedase solo con él. Entonces le habló grave y serenamente como lo puede hacer sólo un alma olímpica en estos instantes únicos de suprema tristeza. Le anunció que iba a morir dentro de pocos minutos; y le confió sus pensamientos íntimos, su testamento privado. Y cuando le hubo expresado su voluntad póstuma, despidióse de él diciéndole con estoicismo sublime: "Ahora déjame solo que voy a morir". Salió el joven de la estancia y al trasponer el umbral miró de nuevo al poeta y observó que éste elevaba la vista a las alturas y después abatía sobre su pecho la soberana cabeza que había albergado mundos.  De este modo penetró Almafuerte en el reino de la Nada, con la triste, serena impavidez de Sócrates y de Cristo.  Almafuerte, señores, no es un poeta en el sentido literal de la palabra; y sobre todo no es un artista, a pesar de la belleza que resplandece en sus obras. Almafuerte es más que artista y que poeta: es un Profeta, un Apóstol, un fundador de religiones. Su rango no es el de Shakespeare, ni el de Goethe, ni el de Dante y Homero. Su rango está entre los padres de los pueblos y las civilizaciones : está entre Budha y Orfeo, entre Moisés y Jesús. El no ha formado sectas ni capillas, pero ha fundado una religión tan alta y aún más alta que las anteriores : la religión de la Humanidad, la religión del Hombre. Almafuerte no ha cantado la belleza, ni el amor humano; ni los hechos exteriores, ni la vida transitoria. Almafuerte ha cantado solamente lo que hay de eterno en el hombre, lo inmortal y lo divino de la vida humana; la ley moral que es el centro y la razón de ser de los orbes. Todos los poemas de Almafuerte, son himnos religiosos, honda y sobrehumanamente religiosos, donde resplandece como un dios el hombre interno y dicta su pragmática celeste "la sublime segunda naturaleza". Pero el misticismo de Almafuerte no ha sido la abstracción que se cierne sobre el hombre, como nube de incienso, y le envuelve y le ofusca el espíritu, ocultándole los cielos infinitos de su alma; su religión no está hecha de dogmas que amojonan y cercan el reinado interior, cerrándolo al universo circundante. Su religión y su misticismo arrancan de lo más hondo de las entrañas mismas del ser, y se remontan a los espacios y se extienden a todo el Universo; se dilatan en las lejanías más remotísimas e inescalables. No es el suyo, tampoco, un idealismo amasado con nardos e ilusiones, forjado en plácidos limbos e inconsciente de la realidad, como lo son casi todas las ideologías de los poetas y los ensueños de los redentores; la idealidad de Almafuerte, por el contrario, es un ímpetu loco de ascensión, es un ansia abrasadora de pureza, es una sed rugiente de divinidad y de alas. Pero él no desea jamás la redención para sí: la quiere para la chusma, para el caído y el reprobo, para el mísero y el vil, para el más ruin y más triste de los hombres. Y al hacer esto Almafuerte no trata de redimirse y enaltecerse a sí propio, por la caridad y el altruismo, como lo hace, en realidad, el espíritu cristiano : es que rompe y desgaja por estrechos, los raquíticos moldes de la humana justicia, es que corrige los códigos de una inicua moral utilitaria, es que reforma el mundo ; es que abre de par en par las puertas de los cielos para todos los hombres, a la vez que azota a éstos con los trallazos más duros y las más rudas violencias de su alma, para que despierten del letargo de la bestia y emprendan su ascensión hacia las cumbres, "el viaje supremo del vientre a las alas". Yo comprendo, señores, que mis palabras vais a juzgarlas osadas y desmedidas; y que hasta me haréis, quizá, el honor de motejarme de loco, arrojándome, así, sin merecerlo, este vocablo ya sacramental, por haber rebotado tantas veces sobre la testa jupiterina de los inmortales. Pero en honor al maestro y a vosotros mismos yo os debo decir ahora mi pensamiento integral sobre el Poeta. Debo deciros y os digo que mi convicción más honda, que mi concepto más íntimo, que lo que yo palpo y veo con las manos y los ojos de mi espíritu y mi alma es que Almafuerte es el hombre más humano, el más grande rebelde y el demócrata más puro que ha existido jamás; que ante la obra de Almafuerte se borra como una sombra la antigua sabiduría y comienza una nueva civilización . Ningún espíritu, hasta el presente, había entrado tan hondo como él en la conciencia humana; ningún otro había bajado a los profundos abismos del corazón del hombre; nadie como él había penetrado en las entrañas de la humanidad, para barrer de allí el fango y recoger las perlas, y fulminar y domar los tiranos y los monstruos con la audacia y la fuerza de un Hércules moral. Nadie tampoco, jamás, como Almafuerte, se rebeló contra todo despotismo : ya fuese el de la ciencia o el de la ignorancia; ya partiese de la chusma o del "Dios adusto y frío como el capataz de una cuadrilla de camineros" ; ya fuese la tiranía de la opinión, o la del César ensoberbecido que pretende someter al mundo. Nadie, en fin, como Almafuerte, se sumergió entre los parias y los hambrientos, unió su vida y su suerte a los miserables, renegó de toda cumbre que no fuese una cruz, e hizo "como los bueyes, mutualidad de yunta y compañero" con todos los aherrojados de la tierra. No encontraréis en la literatura o la poesía, ni aun en las más altas cumbres del espíritu humano, un ejemplo tan grande de humanismo; de bondad desbordada, rugiente y palpitante ; de renuncia de todo privilegio; de absoluto y silencioso sacrificio; de fulminación contra los Césares; de infinito desdén por toda aristocracia, aun inclusa la del genio. Sus palabras contienen una moral y un idealismo desconocidos hasta el presente para los hombres. Se encierra en ellas el germen de un nuevo ideal y los cimientos morales de una humanidad futura; en la cual no serán, como hasta hoy, quimeras irrealizables o vanas sombras equívocas la justicia, el amor y la libertad; esa excelsa trinidad de la conciencia humana, tan ensalzada teóricamente cuanto en los hechos escarnecida. Depositad, pues, en vuestros pechos, las palabras de Almafuerte ; enseñad a vuestros hijos, como la oración más pura, como el verbo de Dios mismo, los cantos y evangelios del poeta, y en el fondo de vuestra alma sentiréis germinar y florecer una nueva y más perfecta humanidad. 

ANTONIO HERRERO.


20 de marzo de 2014

DALE LAS GRACIAS AL PIBE (Poema de Juan Arrestía)

poema, padre, hijo

DALE LAS GRACIAS AL PIBE

I

Qué decís, vení, acercate,
no te quedés ahí parao,
me mirás como extrañao,
vamos, vení, acomodate.
Chapá una silla, sentate,
¡Sirva, mozo! ¿Qué tomas?
Como sonánbulo estás 
y no soy ningún extraño,
está bien que pasen los años,
mas creo que te acordás.

II

Ya sé que el mismo no soy,
me ves más viejo, lo sé,
los años que "allá" pasé 
me están deschavando hoy.
Pero aquí me ves, estoy,
decidido a comenzar,
mas, antes quiero aclarar
con vos una situación 
que aprieta mi corazón 
como queriéndolo ahogar.

III

Siempre me había extrañado,
perdóname, Dios, la queja,
de que estando yo entre rejas
vos no me hayas visitado.
Después que libre he quedado
seguí buscando el por qué
y al final lo averigüé...
¡No, no importa quién me lo dijo!
No te alarmes, tengo un hijo,
y ando sin armas, ya ves.

IV

En los momentos primeros
pensé en buscarte y cobrarme
pero llegué a controlarme
casi me he vuelto cordero.
Mas, hoy que te encuentro, quiero
gritarte tu proceder:
Pensaste que la mujer
del amigo encarcelado
iba a ser pa' tu bocado
y otra victoria a tu haber.

V

No, no te levantés, sentate,
ya lo dije, no te alarmes,
tan sólo vas a escucharme 
después que me oigas, andate.
De que yo existo, olvidate,
como yo me he de olvidar,
pero hoy que te puedo hallar 
sin buscarte, creemelo, 
este placer damelo,
de que así te pueda hablar.

VI

Y gritarte frente a frente 
tu rastrera y vil ofensa, 
con la mujer indefensa 
te hiciste el prepotente...
sin que llegara a tu mente 
¡de aquel amigo, el recuerdo,
te has portado como un cerdo!
Dale las gracias a un pibe
que desde hace un tiempo vive 
en mi más puro recuerdo.

VII

Y ahora sí, andate ya,
no te detengas un paso 
mientras sujeto mis brazos 
porque me pueden fallar;
"Cachorro', ya voy pa allá,
gracias, pibe, has detenido
la mano que hubiera herido 
con puñala mortal 
al que ofendió la moral 
de tu madre ¡hijo querido!

©Juan Arrestía - El poeta nochero, de Quilmes

Emancipación (Soneto para mi hijo Eduardo Sada)

Eduardo Sada, Rubén Sada


EMANCIPACIÓN


Hoy da comienzo el resto de tu vida
con la dicha de haberte emancipado.
¡Cuán felices de ver un hijo criado,
que siempre nos brindó tanta alegría!

Cada año que pase, cada día,
construirás la empresa de ser hombre
con la suerte y coraje de tu nombre,
con tesón, empuje y valentía.

Con júbilo apoyamos tu camino,
deseando que la vida te sonría.
¡Gran gozo, es ver tu autonomía!

Y como padres, dichosos nos sentimos...
Orgullosos, de ti, como argentino...
¡cuando hacés realidad tus fantasías!

Con mucho cariño, mamá y papá. 

Rubén Sada (24-09-2010)

¿POR QUÉ ME TRATAS ASÍ?

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¿POR QUÉ ME TRATAS ASÍ?



Dime qué te he hecho yo,

¿por qué me tratas así?
¿por qué me maltratas tanto?
¿por qué esa inquina hacia mí?

¿Por qué esa saña conmigo?

¡Será que te hace feliz!
Ni me querés como amigo,
¿por qué me querés ver sufrir?

Si siempre te he respetado,

¿por qué ahora discutir?
¿Por qué no pensás sumarnos
en vez de pensar dividir?

Tu buen trato lograría

una amistad sin fin.
Sino, el fin de una amistad
puede comenzar aquí.

Pues si no me respetás

como yo, respecto a ti...
si me hablás en duros términos,
más duros que un adoquín...

quiero que esta vez sepas

que me iré lejos de aquí,
para remendar mi alma
y vendar la cicatriz...

con alguien que no me trate

igual que a un pobre infeliz,
como vos me estás tratando,
y además de un modo hostil.

No sos mi madre ni padre,

y podemos disentir.
Pero siempre con respeto
pues la meta es construir.

Por favor dime qué hice,

¿por qué me tratas así? 

Rubén Sada. 30/04/2011


17 de marzo de 2014

SI TENÉS UNA PROTESTA, ESTARÁ EN VOS LA RESPUESTA

poesía, piqueteros, piquetes, protestas, cortes de calles

SI TENÉS UNA PROTESTA,
ESTARÁ EN VOS LA RESPUESTA


En este mundo oxidado en que el amor no vale nada,
una crisis de valores trepó a cifras muy altas.
El interés por el otro, que por el piso se arrastra,
consigue que el altruismo se cotice en franca baja.

En este paisaje urbano aparece la protesta,
de grupos de piqueteros que en la calle manifiestan,
impidiendo al que conduce llegar bien a su vivienda,
luego del duro día que saben que a todos cuesta.

A vos te hablo, piquetero, para quien la vida es cruenta,
también lo es para mí, que trabajo por monedas.
No me hagas más difícil llegar a casa de vuelta,
que hoy trabajé como esclavo, puse el hombro en la pelea.

No vayas a echar la culpa a tu padre ni a tu madre,
ni acuses a los gobiernos de lo que tú mismo haces.
La máquina de impedir siempre produjo afrentas,
mejor produce la máquina que de trabajar intenta.

Y dejá de quemar gomas, que contaminación causan,
y que al cáncer de pulmón le celebran una fiesta,
Encontrarás otras formas de protestar, pero sabias,
protestas que multipliquen, en vez de producir restas.

Sé que ejerces el derecho que la ley te ha concedido,
protestar sin darte nunca por vencido, ni aun vencido,
pero yo también lo tengo, atención, préstame oído,
y si yo respeto el tuyo, ¡vos también respetá el mío!

Si fuera que con piquetes se solucionan problemas,
si se detuviera el hambre, si se pararan las guerras,
si mejorara la vida del decadente sistema,
piquetearíamos al mundo, y que todo se resuelva.

Hay veces no sé por qué, el volcán de adentro estalla,
ni entiendo por qué también de allí emerge la protesta,
mas, compruebo que mi mente, no silencia ni se acalla
y busca en “otra propuesta” una fehaciente respuesta.

Los causantes de la crisis no van por calles cortadas,
y no escuchan sus oídos al que ruega y nadie salva.
Por tal no entiendo por qué el corte es al que trabaja,
cuando tal vez el que corta sea el que tenga la respuesta.

© Rubén Sada. 21/01/2012.
(Del libro Poesía Antisistema)

4 de marzo de 2014

CUANDO ESTALLE LA BURBUJA

burbuja financiera, burbuja económica, engaño del dinero

CUANDO ESTALLE LA BURBUJA


CUANDO ESTALLE LA BURBUJA

Yo soy el dueño de todo
pero nunca tengo nada.
¡El día que yo me canse,
van a arder las llamaradas!
(Jorge Cafrune / Horacio Guarany)

¿Qué van a hacer cuando estalle la burbuja
hecha, voraz, con codicioso engaño?
La injusticia social aumenta el daño
y los pueblos, rehenes de esta puja.

¿Qué van a hacer con el odio furibundo
que fragmenta, divide, luego astilla?
¿Una moderna "toma de Bastilla"
que hederá olor a muerte, inmundo?

¿Qué harán para que ese genocidio
quede oculto, impune y no se note?
¿Qué van a hacer cuando la bomba explote
y muerda sus venenos como ofidio?

¿Qué van a hacer? ¿Acaso un exterminio
hará a los poderosos más felices?
¿Qué harán con sus sangrantes cicatrices?
¿Podrán luego asegurar su dominio?

No habrá muchos sucesos disponibles
que les impliquen pacíficas respuestas,
cuando las masas, embistan, funestas,
empuñando un carácter irascible.

La mejor solución, harto posible,
es el camino del amor, bendito.
Y que se lance humanizado, el grito
"¡Viva la paz! ¡La vida es preferible!"

© Rubén Sada, 04-03-2014


explosión de la burbuja financiera

3 de marzo de 2014

APÁRTATE DE LAS DROGAS (Soneto anticonsumo)

APÁRTATE DE LAS DROGAS 

(Soneto anticonsumo)

Yo te avisé con lujo de detalles
que las drogas te dejan "seca" el alma.
Hoy andás como zombie por las calles,
cual mendigo al que nadie extiende palma.

No quisiste atender a mi mensaje,
a pesar que te advertí y no entendías.
Con pesadas mochilas de bagaje
hoy transcurren, anémicos, tus días.

Condenado estarás, porque vos mismo
elegiste un camino irreversible.
Hoy los narcos lanzáronte al abismo...

y se ríen de ti, por ya inservible.
Pero tengo esperanza de que escuches
que "¡La droga mata!" y contra ella luches.

© Rubén Sada (03-03-2014)

Publicado en el libro "POESÍA ANTISISTEMA",

Octavo libro de Rubén Sada.

2 de marzo de 2014

APÓSTROFES (de Almafuerte) [Al hombre, a la humanidad]

APÓSTROFES 

(Escrito por Almafuerte, al hombre, a la humanidad)

I

    Yo sé bien, que dos razones,
    -Dos tendencias, dos pasiones-
    Se conflictan o se besan,
En el campo de tu pecho, sin cesar:
    El furor de lo apremiante
    Del minuto, del instante,
    Y el fervor de lo intangible
Lo mediato, lo después, lo más allá.
    Como el tallo de la hiedra,
    Que no sube por la piedra
    Solamente con los garfios
De su breve, de su múltiple raíz;
    Porque salva las distancias
    Con las guías de sus ansias
    Con los brotes de sus sueños
Con las alas de su instinto de subir.

II

    Yo sé bien que muchas veces.
    Tú vacilas, tú decreces.
    Por exceso de cualquiera
De las dos aspiraciones de tu ser;
    Pues el hombre verdadero
    Ni es deleite, todo entero,
    Ni es, tampoco, todo fiebre.
Todo anhelos inauditos de ascender...
    Como el tallo de la hiedra.
    Que se dobla y se desmedra.
    Si le faltan en el muro
Circunstancias aparentes de arraigar
    Y el placer y las pasiones
    Serán siempre los arpones
    Con que vayas escalando
La divina, la suprema claridad.

III

    Yo sé bien, que muchas veces,
    Ni aprovechas, ni mereces,
    Los progresos de que gozas.
Magnos, buenos y seguros, desde Adán;
    Pues te invade la locura
    De ostentar tu investidura.
    Cual un sol que no supiese
Nada más que relucir y deslumbrar.
    Pues te colmas del ardiente
    Fanatismo del presente,
    Sin pensar que te ha tocado,
De las épocas humanas, la peor,
    En que todos van vacíos,
    Van inertes y van fríos,
    Como témpanos del polo,
¡Cual burbujas irisadas por el sol!

IV

    Sin mirar, sin haber visto.
    Que ser hombre, ya es ser Cristo;
    Que ser Cristo, ya es ser sabio;
Que ser sabio, ya es ser luz de Jehová;
    Que ser Él, o su destello
    Ya es ser justo, manso y bello;
    Que ser bello, manso y justo.
Ya es ser viva negación de vanidad;
    Que los vanos van vacíos.
    Displicentes y sin bríos,
    Como barcos errabundos
Sin el lastre, sin la carga de la fe;
    Que sin fe, todo se cierra
    Por el aire y por la tierra.
    Cual pupila temerosa
¡Tras el párpado brutal de lo soez!

V

    Sin mirar, sin haber visto,
    Que ya todo estaba listo
    Sendos miles de centurias
Más atrás de tu presencia baladí;
    Que tus raras invenciones
    No son más que proyecciones:
    Los capullos que se abren
¡Y los frutos que se cuajan para ti!
    Peregrino que reposas.
    Por la fuerza de las cosas.
    Donde mismo se desatan
Las guedejas cristalinas del raudal...
    Del raudal apetitoso
    Que ha venido silencioso
    Por los senos de la tierra,
¡Con las ansias inefables de brotar!

VI

    Que tu alma, que tu día,
    Van preñados, todavía.
    Del primer fecundo beso
Del primer fecundo labio creador;
    Y aquel beso fue tan hondo,
    Que ha lanzado al mismo fondo
    De los siglos de los siglos
Su profunda, generosa radiación.
    Pues habrás perdido el nombre,
    Serás ángel, más que hombre,
    Correrás, en un segundo
De una estrella en otra estrella, sin caer,
    Y aquel fúlgido progreso
    Será el hijo de aquel beso.
    Será un punto de las ondas
¡Que aquel ósculo vibró, la primer vez!

VII

    Yo sé bien que vas lanzado.
    Cual un bruto desbocado
    Que las bridas no sujetan,
Y a quien deja el conductor de gobernar,
    Aguardando vigilante,
    Que vencido, jadeante.
    Se desplome, de rodillas.
¡Faz a faz del infinito, el animal!
    Porque Dios, como el auriga
    Cuenta más con tu fatiga
    Que con ese frágil freno.
Que con esa turbia luz de tu razón;
    Y ha sacado del hastío.
    Como al mundo del vacío,
    Los estados más hermosos.
Los destellos más sublimes de tu yo.

VIII

    De tu yo, que rompe y deja,
    Cual un sol que se despeja,
    La prisión de unos sentidos
Que no saben ciertamente lo que ven,
    Y fulgura justiciero,
    Cual un rey sin consejero,
    Cual un soplo todo libre
¡Que no tiene resistencias que vencer!
    Tan lucífero, tan claro
    Como él mismo, cual un faro
    Cuya bomba de colores
Destrozó con su violencia, el huracán;
    Tan profundo, tan vidente,
    Que partiendo del presente,
Desde un polo al otro polo
¡Surcaría, de una vez, la eternidad!

IX

    Juicio libre, juicio puro.
    Matemático, seguro.
    Como rectas ideales
Que cruzaran los abismos de zafir.
    Como van por el vacío
    Sin retardo ni desvío,
    Los pedruscos y los bronces
¡Y el vellón y la pelusa más sutil!
    Misma luz, misma potencia
    Misma vida, misma ciencia
    Misma ley del Universo,
Mismo bien, misma razón, misma verdad,
    Que cayeron fulminados.
    Luminosos, imantados,
    Cual recónditos conjuros.
Por los tiempos de los tiempos, en Adán.

X

    Yo sé bien, que Dios ha puesto,
    Cual un doble muro enhiesto,
    Los zarzales dolorosos
Que flanquean, palmo a palmo, tu carril;
    Que debajo de tu planta,
    Cada día, se levanta,
    Yo no sé, qué senda púa.
Que te impone, que te manda proseguir;
    Que no besa, que no toca,
    Ni tu mano, ni tu boca
    Donde no hallen escondidos
Escorpiones trepitantes de furor;
    Pues la vida del más justo,
    Cual un lecho de Procusto,
    No le deja ni un repliegue.
Ni un minuto bien gozado de pasión.

XI

    Que te sigue la jauría
    Más hambrienta, más bravía,
    Galopándote a los flancos
Por el arduo cuestarriba del deber;
    Que circulas como fiera
    Perseguido por doquiera
    Como el toro que conducen
Con las picas del dolor, al redondel.
    Que te arrastra de las crines
    Un tropel de querubines
    Afanosos, cual hormigas
Que rasuran de sus rosas al rosal,
    Y callados y severos,
    Como van los carceleros,
    Siempre mudos como mudos.
Vigilando su cuadrilla criminal.

XII

    Que cual dos enamorados
    Que platican reclinados
    En los cómodos cojines
De las cómodas butacas del vagón,
    Van soñando dulcemente,
    Mientras marchan rectamente
    Por los rieles invisibles,
Para ellos, como el alma y como Dios.
    Así corre a su destino,
    Proyectando en el camino
    Mil graciosas necedades.
Que jamás entre sus palmas palpará,
    Desde el joven al anciano,
    Desde el rey al artesano.
    Toda entera y verdadera,
La inconsciente, soñadora humanidad.

XIII

    Que es verdad abrumadora
    Que la gran locomotora
    Que conduce todo eso
De la estepa de los siglos, a través,
    En las mismas estaciones,
    A los mismos corazones,
    Fracasados o triunfantes.
Los arroja sin mirar en el andén.
    Pues el mismo pensamiento,
    Y hasta el mismo sentimiento,
    Pueden ser los de un lacayo
Despreciable favorito del Señor...
    O el espíritu sublime
    Que somete, que redime
    La soberbia de las almas
¡Con su noble, su cristiana negación!

XIV

    Que hay un tic en cada vida.
    Que la entrega sometida
    Como res indiscutible
Del misterio, del destino, del azar;
    Y fracasan, o prosperan
    Quieran ellas o no quieran,
    A los golpes o los besos
¡De la misma incognoscible voluntad!
    Que bordamos afanosos
    Arabescos prodigiosos
    En la púrpura sagrada
Del ingenio, del deseo y la ilusión,
    Mientras van insospechables
    Cien demonios formidables
    Trabajando en el secreto.
De aquel mismo generoso corazón.

XV

    Que ninguno hasta el presente
    Se ha escrutado con la lente
    De la sola razón pura,
Bien adentro, bien al fondo de su ser;
    Que no hay sol y no hay bacterio
    Que no vayan al misterio.
    Cual un médium insensible
Que no tiene la conciencia de quién es;
    Ni hay discurso, ni hay idea,
    Por olímpica que sea
    La molécula purpúrea
De la sangre de genial que los creó,
    Que repitan dos segundos
    Los acentos tremebundos
    De la misma verdad misma
Que resuena en lo recóndito del yo.

XVI

    Yo sé bien que vas seguro
    Dentro mismo del oscuro,
    Viejo cauce, lecho enorme.
Sendo abismo, largo túnel en que vas,
    Como río entre ribazos
    Como niño entre los brazos
    Que lo mecen, que lo llevan
Donde ansía la ternura maternal;
    Que, tal vez, sonríe tierno.
    Sin enojos, el Eterno,
    Cuando ruges y protestas
Con el torpe razonar de Lucifer,
    Que no siente la armonía
    Del dolor y la alegría,
    Del deber y del derecho.
De la santa libertad y de la ley.

XVII

    Pues sabrás que Dios es bueno
    Como el mismo pan moreno,
    Que los pobres de la tierra
Santifican con su llanto y su sudor;
    Y más manso, todavía
    Que la propia luz del día
    Que se vuelca y distribuye,
Sin negar al más infame, su fulgor:
    Y es en vano que te mofes
    De sus leyes y apostrofes
    Con apóstrofes geniales,
Su existencia, su poder y su bondad;
    Porque nada le conmueve,
    Y en su blanca faz de nieve
    No sublevan tus injurias,
Ni una ráfaga de cólera, jamás.

XVIII

    Que más lejos de los astros,
    Donde ya no quedan rastros
    De la lógica del cosmos,
Misma lógica misérrima del ser;
    Más allá de donde ahito
    De rodar, el infinito
    Se prosterna y enrarece,
¡Todavía poderoso, manda Él!
    Y por más que vas huyendo
    De su código estupendo
    Por miríadas de centurias,
Cual un hijo que se fuga del hogar...
    Como el pez en el acuario,
    Y en su celda, el visionario,
    Y en sus órbitas las orbes,
Del alcance de sus manos, no saldrás.

XIX

    Y yo sé, perfectamente,
    Que mi verba, que mi mente,
    Que mi trágica persona,
Que mi débil, hiperbólico clamor,
    Para ti, será tan vano,
    Como el rasgo de un insano,
    Que al salir acometiese,
Con sus gritos enigmáticos, al sol;
    Para ti, será lo mismo,
    Que oponer al cataclismo.
    Catapultas de sarcasmos
Y sollozos y protestas de mujer,
    Y a los ecos clamorosos
    De los mares tumultuosos,
    Con rescriptos y con varas.
¡El silencio de las tumbas, imponer!

XX

    Que del modo que las gotas
    Van cayendo como notas,
    De repliegues en repliegues,
Por los pétalos rizados de la flor,
    Sin sentir, las infelices,
    Que reflejan los matices
    De las hojas que recorren
Como perlas temblorosas de sudor.
    Sin noción, las pobrecitas,
    de las fuerzas infinitas
    Que tu ser originaron
En los senos del jazmín o del clavel,
    Sin saber, las degradadas,
    Al rodar, electrizadas
    Como lágrimas furtivas.
Dónde mismo, su cristal, han de romper.

XXI

    Así pongo vacilante,
    Sobre cada consonante,
    Las ideas que me brotan,
Ni lo sé, ni lo sabré, para qué fin;
    Así va, fugaz y terso.
    Reflejando cada verso
    Las bellezas o las sombras
De los días que lo vieron, al surgir;
    Así marcha mi discurso.
    Sin pensar en el concurso
    De las hondas energías
Que lo exprimen en mi seno, sin dolor;
    Así vibra mi elocuencia
    Sin la mínima conciencia
    De los círculos postreros
Donde tenga que cesar su vibración.

XXII

    Pues, cual busca el arroyuelo
    Sollozante, sin consuelo
    Sucesivos desniveles
Sometido por la ley de su nivel,
    Así voy, como el arroyo
    De un apoyo en otro apoyo
    De declives en declives
¡Sin poder y sin querer y sin saber!
    Y lo mismo que las olas
    No se yerguen por sí solas
    Ni disponen sus orientes
Con su ronco, su perpetuo resonar,
    Mis arranques inauditos,
    Y mis quejas, y mis gritos,
    Nada explican, nada pueden,
Como el eco más insólito del mar.

XXIII

    Mas tal vez, por eso mismo,
    Se desborda mi heroísmo,
    De las ánforas secretas
Donde yace prisionero su licor,
    Cual un vino delicado,
    Neciamente abandonado
    Por la incuria de los hombres
En el fondo de mi triste corazón.
    Como aquellos manantiales,
    Que detrás de los zarzales,
    En el seno de las rocas,
Purifican y retienen su cristal;
    Como todos los nacidos
    Para ser escarnecidos.
    Cuando suenan los clarines
De cualquier evolución providencial.

XXIV

    Y tal vez por eso mismo,
    Restallante de lirismo
    Lo fatal y lo imposible
Me deleita contrariar y resolver:
    Cual un ángel del Averno,
    Partidario del Eterno,
    Que a los réprobos absortos
Predicase las bellezas del Edén;
    Cual un punto de la esfera,
    Que ser punto no quisiera,
    Y en la cumbre de los soles
Resolviese proclamar su rebelión;
    Cual un ente miserable
    Que soñando lo inefable.
    Desde el fondo de la sombra.
¡Suspirase por su cruz de redentor!

XXV

    Y delante de la furia
    Con que rueda tu centuria
    Como tropa de bisontes
Poseída del delirio de migrar,
    Cual innúmera majada
    Perseguida y azotada
    Por las lluvias invernales,
Que la llevan sin saber a donde va.
    Como férvido torrente
    Que a la faz de la pendiente
    Se desploma fragoroso
Sin más ley que la maldita de caer:
    Yo, la brizna sin historia,
    Vil sobrante, vil escoria,
    me levanto formidable,
¡Me propongo fulminar tu estolidez!

XXVI

    Sí vacía, sí pomposa,
    Sí ruin, sí delictuosa,
    Sí maligna, sí cobarde,
Sí proterva, sí bestial humanidad:
    Pon la faz arrebolada
    Más abajo de la nada,
    Más abajo, todavía,
Pues te voy a maldecir y apostrofar;
    Soy tu padre, tu poeta,
    Tu maestro, tu profeta,
    Tu señor indiscutible,
¡Tu verdugo sin entrañas y tu juez!
    No me asustas : te domino,
    Te someto, te fascino
    Con la luz esplendorosa.
¡Con el hierro incandescente de la fe!


Autor: Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte)


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APÓSTROFE: Ret. Figura que consiste en cortar de pronto el hilo del discurso o la narración, ya para dirigir la palabra con vehemencia
en segunda persona a una o varias presentes o ausentes, vivas o muertas, a seres animados o a cosas inanimadas, ya para dirigírsela a sí mismo en iguales términos.

Más Apóstrofes:

APÓSTROFE - de Pedro Bonifacio Palacios (Almafuerte)

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