MONOGRAFÍA DE
FELIPE LUJÁN ARELLANO
Desde
los pagos de Monte
transitando
por el llano,
viene
Felipe Arellano
galopeando
el horizonte.
No
hay verso que no remonte
si se
trata de cantar,
y a
la hora de pensar
se
hace librepensador
quien
proclama con valor
y
dignidad al payar.
Y así
fue de libertario,
improvisando
Felipe,
sin nadie
que lo constipe
ni lo
calle en su escenario.
Con
un acento emisario
su
canto de compromiso
era
un mensaje macizo
que
hasta lo estaqueó en la jaula
por evidenciar
al maula
con
la fuerza del granizo.
Sos
mi ejemplo, payador,
en tu
cantar solidario,
y
ambos lados del estuario
te
rinden máximo honor.
La fe
del agricultor
se
hace real cuando va
sembrando
lo que amará
aún
si el sol no siempre brilla…
¡ten
fe de que tu semilla
de
seguro brotará!
Caminaste
por las huellas
del
payador Martín Castro,
le
fuiste siguiendo el rastro
a la
luz de sus estrellas.
Tus
poéticas epopeyas
viajando
cual golondrina
junto
al gran Carlos Molina,
íntegramente
sociales,
payadores
colosales…
¡un orgullo de Argentina!
Autor:
Rubén Sada.
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PAYADOR FELIPE LUJÁN ARELLANO (Biografía)
Nacimiento:
25 de mayo de 1933 en Monte (Prov. de Buenos Aires).
Fallecimiento:
2 de septiembre de 2005.
Felipe Luján Arellano fue un cantor libertario, un
militante social. Incluso en las instancias más difíciles de nuestra historia
contemporánea y por el compromiso de su canto y la dignidad de su idea, fue
también uno de los tantos que debió sufrir la cárcel, la tortura, la violencia
de la represión dictatorial.
Desde siempre, estuvo donde se le requirió, presente
en toda aquella convocatoria que significara una instancia solidaria y si bien
su canto alternó los escenarios más importantes del continente, estuvo también
y prioritariamente en las fábricas ocupadas, los sindicatos en huelga, los
campamentos obreros o las trincheras estudiantiles, llevando un mensaje siempre
fiel a la concepción social que era además la columna vertebral de su canto.
Aunque nació en la Guardia del Monte, en la República
Argentina, cuando llegó a esta Banda Oriental “apareó” su canto al de los más
importantes poetas repentistas criollos y especialmente formó una dupla
contundente por algunos años con el Bardo del Tacuarí, Carlos Molina. Aunque no
es la ocasión de hacerlo, es imprescindible reafirmar un concepto sobre Felipe
Luján y “su” canto: fue sin lugar a dudas, el más importante, trascendente y
librepensador de todo cuanto payador argentino hubiese jamás pisado esta orilla
del río. Y eso, seguramente es mucho decir. La memoria registra tenidas
versificadas suyas trascendentes con juglares chilenos, brasileños, argentinos
y por supuesto, orientales de todos los pagos.
Felipe Luján Arellano, payador de Monte (Buenos Aires) |
En sus propias palabras: “Soy el menor de doce
hermanos, cinco mujeres y siete varones; hijos de Claudia Laucirica e Higinio
Arellano. Vivimos en campaña, somos arrendatarios dedicados a la producción
agrícola ganadera. En mi niñez, en períodos breves, pasamos por “La Elina y El Totoral”
con suerte muy esquiva. Sólo concurrí tres años a la escuela primaria en el
paraje llamado “La Costa”, a 100
km . de Capital Federal, cuatro leguas del entonces
pueblo de Monte. A los nueve años de edad ya trabajaba jornadas enteras en
tareas del campo. Poco a poco y casi sin darte cuenta pasás de niño a muchacho
y de ahí a hombre. De niño soñaba con ser maestro; dicen que era sobresaliente.
Fue imposible seguir una carrera a pesar de las recomendaciones de mi maestra.
Hubo que quedarse sólo con los sueños. De adolescente garabateé los primeros
versos intuitivamente, los “escondía”. La relación con los caminantes “linyeras”,
despertó mi inquietud. Muchos miles de hombres y no pocas mujeres, familias
enteras sin trabajo se trasladaban en los trenes de carga en épocas de
zafrales, cientos caminaban junto a los rieles, largas distancias. Donde había
hospitalidad, hacían noche, y mi gente siempre les tenía un lugar. Mi padre era
hombre muy campero, gran jinete, buen domador y mis hermanos y yo lo teníamos
como nuestro modelo, quizás ídolo, y así seguimos sus pasos.
Durante mi pasaje por la milicia conocí músicos
excelentes, cantores, aspirantes a poetas y payadores, como yo. Para entonces
publicaba versos en el periódico de mi pago, “La voz de Monte”. Tras los primeros
ensayos camperos descriptivos, ya en serio, escribí “Primer día de clase”,
bastante conocido; enseguida “Décimas al peón rural” con toda su carga de
injusticia social; esto a los veintiún años. El paisaje aquí era bonito pero el
paisaje sin el hombre, pierde su parte fundamental. Ya me le había atrevido al
gran soneto e incluso en versos mayores escribí filosofando.
Mis hermanas, (sólo una que quedó con mamá), se habían
marchado a trabajar en fábricas en la Capital, donde formaron sus familias. Los
dueños de los campos mismos, sin aviso, los venden con nosotros adentro. Y hay
que pelear una compensación para dejarlos y comprar algo cerca del pueblo.
Mi padre me hablaba de la magia de los payadores que había
conocido. Yo lo oía, casi incrédulamente. En 1954 conocí a Martín Castro, uno
de los más grandes poetas sociales de nuestra América, con su actitud
libertaria incólume y su postura irreductiblemente insobornable. Y allí mi
payador se sintió respaldado y se reafirmó en su concepción social humanista,
opinante y combativa.
Él mismo [Martín Castro] en 1955 me invitó a su casa,
donde escuché al más grande repentista que hasta ahora oí: Luis García Morel,
de piel negra, enciclopédico, con toda su luz interior. Yo ya milongueaba discretamente y tímidamente solté
mis pájaros juveniles que en aquel ambiente fueron muy bien recibidos. Muchas
emisoras radiales del Uruguay entraban en aquella zona. Atrevidamente estaba
convencido que podía alternar entre ellos. Una gira extensa junto a una
embajada artística de estas tierras, me dio la oportunidad ansiada para cruzar
el río ancho como mar (año 1958). En 1959, semana de turismo, fui contratado
por los empresarios Riverón Lungo para participar en el Parque Central. Las
inundaciones me conmovieron y solidariamente me quedé, anduve con los
socorristas y conocí la idiosincrasia de la gente de este país.
En 1960 no vine, pero en su transcurso me codeé con
todos los demás grandes de ambas márgenes. Martín Castro fue el hilo conductor,
quizás el puente fraternal, por su prestigio. Contratado por Dalton Rosas Riolfo
-1961- vengo a la cancha de Bella Vista. Aquí se origina la huelga de payadores
entre los que estoy. Intentamos fundar “La casa del payador”, hubo gran apoyo
popular pero el culto a la personalidad, el individualismo pudo más que la
conciencia y uno a uno los colegas se fueron desprendiendo. Sólo Nepomuceno Fernández
y yo no volvimos con el zar de las criollas. En esa época formamos nuestra
familia con Reyna Mathías. Y con Carlos Molina formamos la dupla de payadores
que con alguna intermitencia, marcó toda una época del canto social repentista”.
Felipe Luján Arellano muere como todos los
hombres, los artistas, los peleadores de su estirpe: en una digna pobreza
material, en el año 2005. Desde hace varios meses andaba por allí un proyecto
de ley para que el Parlamento le concediera una pensión graciable para
acompañar solidariamente sus últimos años. Pero también, como sucede muchas
veces, este tipo de acciones de justicia y reconocimiento, llegará demasiado
tarde. La burocracia centenaria de este sistema, fue más lenta que el destino.
(Fuentes consultadas: Varios sitios en Internet y poesía propia como introducción homenaje).
(Fuentes consultadas: Varios sitios en Internet y poesía propia como introducción homenaje).
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