(Al mismo estilo poético del “Apóstrofe [a la
humanidad]”, de Almafuerte)
I
No sé bien yo qué razones
te planteas, te propones,
con tus garras despreciables
que
violentas, se dedican a robar.
Pero sí sé qué mereces
y es penalidad con creces,
propinándote el zarpazo
que
vos mismo propinás a los demás.
Pesadilla de los justos,
fuente de odio y de disgustos,
fabricante de honda ruina,
la
ignominia de Argentina y más allá.
Desde sombras, bien oculto,
vejas, matas a los cultos,
y acuchillas a mujeres
de
materna, colosal humanidad.
II
Enemigo de la patria,
terrorista, antipatria
del fascismo y la violencia,
sos
la lacra que hace inicua sociedad.
Traidor de un pueblo activo,
ojalá que estando vivo
se te pudran ambas manos
y
que no las uses más para matar.
Sos el cáncer, sos la peste,
sos el miasma de las huestes
de demonios que pululan
a
la espalda del mismísimo Satán.
Que te arrojen al Masaya
por tus odios tan canallas,
y erradiquen tu presencia
y
tu esencia de atributo criminal.
III
Con mis verbos le disparo
a tu ánima de avaro
pues te abusas, delinquiendo,
violas,
robas y asesinas sin razón.
Yo detracto a quien defiende
tu accionar y que pretende
presentarte como víctima,
cuando
sos el responsable del horror.
Te apostrofo, te maldigo,
te declaro mi enemigo,
y abomino tu existencia
peligrosa
para el buen trabajador.
Ni derechos, ni humanos
porque nunca a tus hermanos
les brindaste más clemencia
ni
piedad que les demuestre compasión.
IV
Aunque el juez lo determine,
que en las calles tú camines,
fabricando la violencia
y
sembrando las semillas del terror,
no mereces estar libre.
Los que son de tal estirpe
no ameritan leyes blandas
redactadas
por ningún legislador.
No mereces ni el recuerdo
por no estar del todo cuerdo,
tu carroña es la vergüenza
del
acólito sagrado de la luz.
Instituyes la violencia,
matas gentes indefensas,
pretendiendo la defensa
de
abogados tan bandidos como tú.
V
Nuestros gritos de socorro
son apóstrofes al chorro
y mereces un castigo,
un
castigo fulminante, si es que hay Dios.
Ya no hay cura para el alma
cuando hay sangre en tus dos palmas,
porque buscan la venganza
tus
venenos ponzoñosos de escorpión.
No mereces ni el indulto
pues tu afrenta es un insulto,
tu progenie es tan infame
que
maldigo a la mamá que te parió.
¡Cultiva el amor profundo!
¡Aborrece tu acto inmundo!
¡O erradícate del mundo!
Para
así limpiar el suelo de tu hedor.
*** Un 𝐀𝐏𝐎́𝐒𝐓𝐑𝐎𝐅𝐄 es una figura literaria de diálogo que consiste en dirigirse, durante un discurso o narración, generalmente con emoción o vehemencia, a un interlocutor que puede estar presente, fallecido o ausente, a objetos inanimados personificados o incluso al propio autor u orador. Generalmente se utiliza el vocativo o el imperativo. El empleo de este recurso es muy común en las plegarias u oraciones, en los soliloquios y en las invocaciones. El poeta argentino Pedro B. Palacios (Almafuerte) escribió hace un siglo dos apóstrofes célebres que siguen teniendo mucha vigencia. No se debe confundir con el signo "apóstrofo" (').