La tarde se perfilaba calurosa. Era muy tedioso aguantar el calor en la calle, por eso el perro solo atinó a echarse en la vereda fresca, debajo de la sombra de un frondoso árbol, al comenzar la tranquila hora de la siesta. De repente, y cuando el perro estaba dispuesto a disfrutar de esa merecida pausa, luego de tanto andar en el fragor del sol buscando algo que roer, nuestro callejero amigo, fue sobresaltado por un ruido, un fuerte ruido a hueco, producido por un gran hueso que cayó del camión recolector de cebo que pasa una vez por semana por la carnicería de la otra cuadra. Allí había caído, en la vereda del frente. Era un hermoso hueso, algo nunca visto, brillante, grande, y hasta tenía todavía restos de carne fresca en sus costados, como una auténtica burla para los canes que mendigan en la calle, como él.
Al tratar de cruzar para tomarlo con sus mandíbulas, y en el mismísimo momento que puso la primera de sus patas en la caliente acera, un auto a alta velocidad casi le arrancó la pata.
—"¡Desgraciado!" —ladró con furia. "¿Por qué irán todos tan apurados en esta gran ciudad? ¿Es que todos están locos? Menos mal que saqué la pata de la calle justo a tiempo, sino ya me convertía en trípode."
La brisa soplaba cálida y provenía de la vereda de enfrente, trayendo el olor del hueso... ¡Qué hueso! Su olor era irresistible. Debía ser un hueso recién cortado, "Pobre vaquita," pensó, pero en definitiva, allí estaba el hueso. Ahora era 'su hueso' y debía recogerlo.
Otro arriesgado momento vivió, cuando en un nuevo intento de tener el hueso, nuevamente "Tuuuuu," un gigantesco camión cargado con arena, lo hizo retroceder, esta vez bañando sus ojos de una nube de fina arena que iba tirando a la vera del camino. "¡Qué camionero miserable!" pensó, "¿no vio que yo estaba por cruzar? ¡Así vienen los accidentes!" Al cabo de esperar un rato, la irritación producida por el polvo en sus ojos, se le fue, y comenzó a ver nuevamente... y, ¿qué veía?
Sí, ¡el hueso! Allí estaba, burlándose de él, y de todos los perros hambrientos del mundo. Había que hacer algo, alguien tenía que sacrificarse. "Quizás, tenga que arriesgar mi vida," pensó, "pero lo haré, porque ese hueso, es mío. Todo sea por los hambrientos del mundo. Es una causa justa."
Un pájaro que se hallaba parado en el cable de la electricidad, se acercó al hueso. Desde allí, saltó y luego voló rápidamente al lado del perro, y comenzaron a charlar.
—"Cómo quisiera ser un pájaro en este momento," —le dijo el perro. El pajarillo, asombrado de semejante confesión, le preguntó: "¿Para qué?" El perro le contestó: "Para volar al otro lado de la calle, con la facilidad que tú lo haces, y apoderarme de un hermoso hueso que me está llamando desde allí. ¿Lo ves? Allí está." El pájaro le respondió: "Si serías pájaro, el hueso no te interesaría, comerías semillas y bichos, así que de nada te serviría estar al otro lado de la calle. Mejor, escucha mi canto, mientras elaboras un plan para cruzar la calle."
Y así, despreocupado, se puso a gorjear hermosos trinos.
El perro ya se estaba poniendo nervioso, pues los autos seguían pasando a alta velocidad, sin respetarlo, y el pobre can no podía siquiera asomar su hocico fuera del cordón, a lo que exclamó: "Deja de trinar, pajarraco, que no es momento para el arte," y el asustado pájaro huyó sin rumbo. "Este tonto pajarito, piensa que la vida es una canción, y yo estoy preocupándome por comer. Arte, arte, ¡ARTE! Con el arte no se llena la panza. Para comer hay que sacrificarse."
Hasta que en un momento, en el que parecía que se apaciguaba la circulación de autos, el perro realizó un nuevo intento para cruzar, y de repente: "Tuuuuuuuu" un transporte escolar lleno de niños, que justo lo esquivó, sino, nos quedamos sin protagonista. Asustado por el bocinazo, retrocedió. "Otro asesino al volante," rabiaba el perro. "Pobres esos niños, colocan su vida en las manos de un conductor maníaco. Menos mal que yo viajo a pie, y conduzco yo mismo."
Los vehículos seguían pasando en ambas direcciones, sin detenerse, como la tarde. Las primeras sombras del ocaso, bañaban las copas de los árboles, produciendo algunas zonas de oscuridad, pero allí seguía brillando, 'su hueso'. Estaba quieto, en la misma posición, y él solo lo perdía de vista cuando algún camión largo pasaba un poco más lento por la calle, pero cuando las grandes ruedas del final del camión pasaban, ahhh... ¡Qué tranquilidad! Allí estaba todavía el hueso.
Fue entonces al anochecer, que los gatos salían a merodear por el barrio. Su amigo, el gato Michifuz estuvo mirándolo desde antes, y se reía de él, porque le causaba gracia el fracaso del perro por cruzar. Entonces se le acercó, y le dijo: "Deja de intentarlo, amigo. No lo lograrás. ¿No ves que este es el resultado de la modernidad? Cada vez más autos, cada vez más contaminación, cada vez más barullo... y cada vez más perros hambrientos y abandonados."
—"Sí, sí, tú me dices eso, porque eres un gatito 'fifí', alimentado en tu casa, bien limpio, duermes en una mullida cesta con colchón de espuma y los niños te acarician todo el día. No conoces el hambre, nunca lo conociste. No imaginas lo que es revolver la basura, para encontrar... encontrar nada, nada que sea comible. Quisiera ver qué harías siendo un gato callejero, si pensarías igual que ahora. ¡No! El hueso es mío, y no lo dejaré, no me resignaré. Lucharé por él. ¡Mataré por él!"
—"Como quieras, es tu decisión" replicó el gato, "pero yo no lo intentaría más. Adiós."
En ese instante, en que el gato se va, parecía que la calma se apoderaba también de la calle, pero no. Justo cuando nuestro amigo, nuevamente pone la otra pata en la calle, una potente luz le ciega los ojos. Era la luz de una motocicleta, que lo encandiló, y que a altísima velocidad le pasó raspando, y... fuuuuzzzzz. "Menos mal que nadie me lleva en moto," pensó, "pues es muy peligrosa. Por lo menos yo tengo cuatro patas, y no dos ruedas. Estos humanos que arriesgan la vida, por nada. Hablando de arriesgar, me tengo que arriesgar nuevamente. Todo sea por el hueso. El hueso es mío, es solo mío y de nadie más".
En eso que se le fue el efecto de la luz en los ojos, se le acercó una hermosa perra blanca y limpia y moviendo la cola, lo olfateó.
—"Hola," —le dijo la perrita.
—"Hola", —respondió nuestro amigo, con tono de mal humor.
—"¿Esperas a alguien?" —preguntó ella.
—"No," —contestó refunfuñando. —"Mejor dicho, sí, espero que dejen de pasar estos endemoniados autos por la calle, para tomar ese hueso que está en la vereda de enfrente. El hueso es mío, porque yo lo vi primero, y no permitiré que otro perro me lo quite. Pero... si me ayudas a tomarlo, podríamos compartirlo... y quién sabe, pasaríamos una velada de ensueño juntos."
—"Bueno, te ayudaré," —respondió la perra.— "Para cruzar la calle, tienes que mirar adelante, al objetivo. ¿Cuál es nuestro objetivo? El hueso. Solo miras para adelante, y comienzas a cruzar. Los autos, pararán cuando te vean. Tú solo cruza, sin miedo. Mira siempre adelante, a la meta. Y avanza paso a paso, paso a paso, hasta que llegues a ella. Sin miedo, vamos. ¡Hazlo!"
—"¿Estás loca?" —Replicó el perro. —"Esta calle está llena de asesinos al volante. Tendrías que ver la cantidad de compañeros canes, que he visto aplastados por conductores perricidas y hasta ahora yo me salvé de estar entre ellos."
"Aunque, pensándolo bien, debería hacer un nuevo intento, y todo sea por el hueso... uy, uy, el hueso, me olvidé del hueso, lo perdí de vista, uuuu... me parece que ya no está, no, no ya no está, efectivamente, ya no está allí donde 'yo' lo dejé, el hueso era mío y me lo robaron, me lo robaron, ¡Policía! ¡Policía! Me robaron el hueso, uy, ¡qué bronca, me lo robaron! ¡Qué sinvergüenzas! ¡Sacarle el pan de la boca a un hambriento! ¡Y ahora se me fue la perrita, me desapareció mi nueva compañera de repente. ¿No será que ella se fugó con el hueso? ¡Qué mala suerte!"
...
"Bueno, pero ya que hoy no pude dormir la siesta, y ya viene la noche, me voy a dormir, y seguiré soñando con lo imposible... cruzar la calle y seguir vivo. Está a la vista que el hueso no era para mí, y cuando 'no es pa'uno, no es pa'uno.'
Debe ser el destino, que así lo quiso. O, no sé por qué será. No hay nada que hacer. Seguiré soñando con la música de los pájaros (como la del que se me voló), con la perrita (que también se me fue), y con el hueso (como el que me robaron)... pero que era 'mi hueso' ¿se los dije?..."
© Rubén Sada, Quilmes, Buenos Aires, Argentina. 23-03-2009.