Voy caminando en el valle
de la sombra más profunda,
mientras temo que la inmunda
peste en mi organismo encalle.
El poder quiere que calle
y ya puedo oler su hedor,
mas, soy un trabajador
de la palabra y del verbo,
venceré este trago acerbo:
¡La fe tiene un Salvador!
¡Líbrame, Dios, del engaño,
la mentira y el perjuro!
Tú ves mi corazón puro
y que a nadie yo hice daño.
Soy cordero en tu rebaño
y voy siguiendo al pastor,
en el hato de tu amor
yo quiero seguir viviendo,
¡Déjame seguir creyendo!
¡La fe tiene un Salvador!
Y que tu Espíritu Santo
te ruego, Dios, me proteja,
aunque ya mi carne vieja
no le encuentre el ritmo al canto.
¡Arrópame con tu manto
que abriga y da su calor!
¡Dame tu poder, Señor!
Necesito en la hora aciaga
que tu milagro se haga...
¡La fe tiene un Salvador!
Yo nunca quise esta guerra
que en el este han inventado,
por el poder codiciado
que busca herir a la tierra.
Y hoy este virus que aterra
nos sumergió en el dolor,
mató más que Holodomor
clavando al hombre su lanza,
pero queda una esperanza:
¡La fe tiene un Salvador!
Oh, Señor, hoy te suplico
que fijes tu vista en mí,
¡si a un humilde colibrí
con plumaje has hecho rico!
Los colores multiplico
respetando a cada flor,
regando cual sembrador
que trabaja y no se encierra,
a la fe mi alma se aferra,
¡La fe tiene un Salvador!
Solo soy vaso de arcilla
en manos de un alfarero,
y hoy me siento prisionero
de la muerte que mancilla.
Buscando cruzar la orilla
con el timón a estribor,
cruzaré un mar de clamor
sin mirar qué dejo atrás,
sin olvidarme jamás:
¡La fe tiene un Salvador!
© Rubén Sada. 27/04/2021.