31 de octubre de 2009
LA ECUACIÓN DEL AMOR
18 de octubre de 2009
VISITA A LA FM POPULAR DE CLAYPOLE
sábado 17 de octubre de 2009
Rubén Sada en su visita a la Radio
4 de octubre de 2009
EL HUESO (Primer cuento corto de Rubén Sada, publicado en Antología de Cuentos de Bialet Massé, Córdoba)
EL HUESO
Al tratar de cruzar para tomarlo con sus mandíbulas, y en el mismísimo momento que puso la primera de sus patas en la caliente acera, un auto a alta velocidad casi le arrancó la pata.
—"¡Desgraciado!" —ladró con furia. "¿Por qué irán todos tan apurados en esta gran ciudad? ¿Es que todos están locos? Menos mal que saqué la pata de la calle justo a tiempo, sino ya me convertía en trípode."
La brisa soplaba cálida y provenía de la vereda de enfrente, trayendo el olor del hueso... ¡Qué hueso! Su olor era irresistible. Debía ser un hueso recién cortado, "Pobre vaquita," pensó, pero en definitiva, allí estaba el hueso. Ahora era 'su hueso' y debía recogerlo.
Otro arriesgado momento vivió, cuando en un nuevo intento de tener el hueso, nuevamente "Tuuuuu," un gigantesco camión cargado con arena, lo hizo retroceder, esta vez bañando sus ojos de una nube de fina arena que iba tirando a la vera del camino. "¡Qué camionero miserable!" pensó, "¿no vio que yo estaba por cruzar? ¡Así vienen los accidentes!" Al cabo de esperar un rato, la irritación producida por el polvo en sus ojos, se le fue, y comenzó a ver nuevamente... y, ¿qué veía?
Sí, ¡el hueso! Allí estaba, burlándose de él, y de todos los perros hambrientos del mundo. Había que hacer algo, alguien tenía que sacrificarse. "Quizás, tenga que arriesgar mi vida," pensó, "pero lo haré, porque ese hueso, es mío. Todo sea por los hambrientos del mundo. Es una causa justa."
—"Cómo quisiera ser un pájaro en este momento," —le dijo el perro. El pajarillo, asombrado de semejante confesión, le preguntó: "¿Para qué?" El perro le contestó: "Para volar al otro lado de la calle, con la facilidad que tú lo haces, y apoderarme de un hermoso hueso que me está llamando desde allí. ¿Lo ves? Allí está." El pájaro le respondió: "Si serías pájaro, el hueso no te interesaría, comerías semillas y bichos, así que de nada te serviría estar al otro lado de la calle. Mejor, escucha mi canto, mientras elaboras un plan para cruzar la calle."
Y así, despreocupado, se puso a gorjear hermosos trinos.
El perro ya se estaba poniendo nervioso, pues los autos seguían pasando a alta velocidad, sin respetarlo, y el pobre can no podía siquiera asomar su hocico fuera del cordón, a lo que exclamó: "Deja de trinar, pajarraco, que no es momento para el arte," y el asustado pájaro huyó sin rumbo. "Este tonto pajarito, piensa que la vida es una canción, y yo estoy preocupándome por comer. Arte, arte, ¡ARTE! Con el arte no se llena la panza. Para comer hay que sacrificarse."
Hasta que en un momento, en el que parecía que se apaciguaba la circulación de autos, el perro realizó un nuevo intento para cruzar, y de repente: "Tuuuuuuuu" un transporte escolar lleno de niños, que justo lo esquivó, sino, nos quedamos sin protagonista. Asustado por el bocinazo, retrocedió. "Otro asesino al volante," rabiaba el perro. "Pobres esos niños, colocan su vida en las manos de un conductor maníaco. Menos mal que yo viajo a pie, y conduzco yo mismo."
Los vehículos seguían pasando en ambas direcciones, sin detenerse, como la tarde. Las primeras sombras del ocaso, bañaban las copas de los árboles, produciendo algunas zonas de oscuridad, pero allí seguía brillando, 'su hueso'. Estaba quieto, en la misma posición, y él solo lo perdía de vista cuando algún camión largo pasaba un poco más lento por la calle, pero cuando las grandes ruedas del final del camión pasaban, ahhh... ¡Qué tranquilidad! Allí estaba todavía el hueso.
Fue entonces al anochecer, que los gatos salían a merodear por el barrio. Su amigo, el gato Michifuz estuvo mirándolo desde antes, y se reía de él, porque le causaba gracia el fracaso del perro por cruzar. Entonces se le acercó, y le dijo: "Deja de intentarlo, amigo. No lo lograrás. ¿No ves que este es el resultado de la modernidad? Cada vez más autos, cada vez más contaminación, cada vez más barullo... y cada vez más perros hambrientos y abandonados."
—"Sí, sí, tú me dices eso, porque eres un gatito 'fifí', alimentado en tu casa, bien limpio, duermes en una mullida cesta con colchón de espuma y los niños te acarician todo el día. No conoces el hambre, nunca lo conociste. No imaginas lo que es revolver la basura, para encontrar... encontrar nada, nada que sea comible. Quisiera ver qué harías siendo un gato callejero, si pensarías igual que ahora. ¡No! El hueso es mío, y no lo dejaré, no me resignaré. Lucharé por él. ¡Mataré por él!"
—"Como quieras, es tu decisión" replicó el gato, "pero yo no lo intentaría más. Adiós."
En ese instante, en que el gato se va, parecía que la calma se apoderaba también de la calle, pero no. Justo cuando nuestro amigo, nuevamente pone la otra pata en la calle, una potente luz le ciega los ojos. Era la luz de una motocicleta, que lo encandiló, y que a altísima velocidad le pasó raspando, y... fuuuuzzzzz. "Menos mal que nadie me lleva en moto," pensó, "pues es muy peligrosa. Por lo menos yo tengo cuatro patas, y no dos ruedas. Estos humanos que arriesgan la vida, por nada. Hablando de arriesgar, me tengo que arriesgar nuevamente. Todo sea por el hueso. El hueso es mío, es solo mío y de nadie más".
En eso que se le fue el efecto de la luz en los ojos, se le acercó una hermosa perra blanca y limpia y moviendo la cola, lo olfateó.
—"Hola," —le dijo la perrita.
—"Hola", —respondió nuestro amigo, con tono de mal humor.
—"¿Esperas a alguien?" —preguntó ella.
—"No," —contestó refunfuñando. —"Mejor dicho, sí, espero que dejen de pasar estos endemoniados autos por la calle, para tomar ese hueso que está en la vereda de enfrente. El hueso es mío, porque yo lo vi primero, y no permitiré que otro perro me lo quite. Pero... si me ayudas a tomarlo, podríamos compartirlo... y quién sabe, pasaríamos una velada de ensueño juntos."
—"Bueno, te ayudaré," —respondió la perra.— "Para cruzar la calle, tienes que mirar adelante, al objetivo. ¿Cuál es nuestro objetivo? El hueso. Solo miras para adelante, y comienzas a cruzar. Los autos, pararán cuando te vean. Tú solo cruza, sin miedo. Mira siempre adelante, a la meta. Y avanza paso a paso, paso a paso, hasta que llegues a ella. Sin miedo, vamos. ¡Hazlo!"
—"¿Estás loca?" —Replicó el perro. —"Esta calle está llena de asesinos al volante. Tendrías que ver la cantidad de compañeros canes, que he visto aplastados por conductores perricidas y hasta ahora yo me salvé de estar entre ellos."
"Aunque, pensándolo bien, debería hacer un nuevo intento, y todo sea por el hueso... uy, uy, el hueso, me olvidé del hueso, lo perdí de vista, uuuu... me parece que ya no está, no, no ya no está, efectivamente, ya no está allí donde 'yo' lo dejé, el hueso era mío y me lo robaron, me lo robaron, ¡Policía! ¡Policía! Me robaron el hueso, uy, ¡qué bronca, me lo robaron! ¡Qué sinvergüenzas! ¡Sacarle el pan de la boca a un hambriento! ¡Y ahora se me fue la perrita, me desapareció mi nueva compañera de repente. ¿No será que ella se fugó con el hueso? ¡Qué mala suerte!"
...
"Bueno, pero ya que hoy no pude dormir la siesta, y ya viene la noche, me voy a dormir, y seguiré soñando con lo imposible... cruzar la calle y seguir vivo. Está a la vista que el hueso no era para mí, y cuando 'no es pa'uno, no es pa'uno.'
Debe ser el destino, que así lo quiso. O, no sé por qué será. No hay nada que hacer. Seguiré soñando con la música de los pájaros (como la del que se me voló), con la perrita (que también se me fue), y con el hueso (como el que me robaron)... pero que era 'mi hueso' ¿se los dije?..."
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16 de septiembre de 2009
HA ANOCHECIDO EN MEDIODÍA
HA ANOCHECIDO EN MEDIODÍA
Y así lo dijo hace siglos, el Viracocha Pachaya, que sin duda había escuchado la profecía de los mayas,
pues algunos años antes hubo conquistas hispanas.
Y así lo auguró el Inca, en quechua, con sus palabras:
“Vendrán monstruos desde el mar, que nos quitarán el alma:
Hombres pálidos, barbudos, dejarán tierra asolada,
vestirán ropa de hierro, que se abre y se desarma
tendrán tubos que vomitan un fuego que hiere y mata.”
Y llora su imperio el Inca, el Gran Inca Huáyna-Cápac,
y entre dos hijos guerreros, el territorio se rasga.
Llega guerra fratricida que los divide y desangra
entre dos hermanos Cápac: Huáscar y Atahualpa.
Y este ahora es capturado en su tierra, Cajamarca,
por Pizarro y demás hombres sobrevenidos de España.
Apresado allí Atahualpa promete pagar fianza:
Una sala llena de oro, y dos de valiosa plata.
Corren los incas, prestos a salvar a su monarca,
Llevando puras riquezas para llenar dichas arcas,
Y así queda desolado y vacío el Quri Kancha,
porque a Europa llevan todo y lo que queda lo arrasan.
Llora, Atahuallpa llora, duele la traición blanca
y llora también su muerte su esposa la Schyri Pacha,
mientras los conquistadores le instituyen pena máxima,
poniendo fin al imperio y a la cultura incaica.
La rapiña hoy continúa, quinientos años no es nada,
en el Imperio del sol hoy siguen sudando lágrimas
que se transforman en oro saqueado de las montañas,
pues viene otra vez Pizarro, ¡esta vez viene con máquinas!
Y se repite la historia del saqueo y las desgracias,
en este pueblo amerindio, Quito, Cuzco y sus comarcas.
Es tan solo un corto instante para las garras del águila.
¡Viene de nuevo la muerte! ¡Defiéndenos Atahualpa!
¡Libérate de los garfios! ¡Despierta ya, Abya Yala!
¡Que no exista desunión entre naciones hermanas!
Que cese ya la rapiña, y grite al ultraje: “¡Basta!”
Es la noche en mediodía… ¡Chaupi Punchapi Tutayarca!
© Rubén Sada, 11-09-2009.
6 de septiembre de 2009
MARIPOSAS EN TU ESPALDA (DECASÍLABO SIMPLE)
MARIPOSAS EN TU ESPALDA
2 de septiembre de 2009
CLASE DE QUÍMICA
CLASE DE QUÍMICA
23 de agosto de 2009
UN TESORO PRECIOSO: EL AGUA (Poema de Sara Rojas)
UN TESORO PRECIOSO ¡EL AGUA!
Se escucha en silencio
del maravilloso paisaje
el quejido del cerro Famatina
por la cruenta explotación de sus minas.
Se desliza gota a gota el agua o en torrentes
a su pesar, y sufriendo contamina.
Contamina las vertientes y las napas,
se secan los sembradíos, mueren los peces,
las montañas todas se estremecen,
la misma tierra sufre desgarrada.
"Los árboles mueren de pié"
con la dignidad que corresponde,
cargados de frutos, olivares y vides,
mecen sus gritos de protesta al viento,
unidos al coro de los pájaros
en un gemir casi eterno.
Mueren niños, mujeres y hombres
que no son más dueños del suelo
ni de esos ríos, nadie, nadie puede apagar la sed.
La montaña se achata de pavor
se destruyen los glaciares.
Con dinamita vuelan la belleza, ¡Qué dolor!
y a cíelo abierto es el gran daño.
Miles de firmas y protestas ¿para que sirven?
No, esto no tiene perdón.
Hay que escuchar el corazón del pueblo
que pide Patrimonio Nacional del Famatina,
soberbio con su nieve eterna
jugando a las escondidas el sol en sus grietas.
El ojo satelital descubre partículas de oro y cobre
en las quietas y milenarias rocas,
y ahí empieza el calvario ¡Pobre Alumbrera!
Estás padeciendo la codicia ajena.
¡Basta de contaminación!
¡Basta de plomo, mercurio, zinc, cianuro y cadmio!
¡Pongámonos de pié, cuidemos el Planeta!
¡Exijamos un cambio!
EL AGUA ES EL MAYOR TESORO.
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SARA ROJAS (Buenos Aires, Argentina)
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Más lecturas sobre la depredación ambiental en ARGENTINA
18 de agosto de 2009
COMO SE CONTAMINA EL RÍO DE LA PLATA
3 de agosto de 2009
SEMBRANDO, de Marcos Rafael Blanco Belmonte
SEMBRANDO
De aquel rincón bañado por los fulgores
del sol que nuestro cielo triunfante llena;
de la florida tierra donde entre flores
se deslizó mi infancia dulce y serena;
envuelto en los recuerdos de mi pasado,
borroso cual lo lejos del horizonte,
guardo el extraño ejemplo, nunca olvidado,
del sembrador más raro que hubo en el monte.
Aún no se si era sabio, loco o prudente
aquel hombre que humilde traje vestía;
sólo sé que al mirarle toda la gente
con profundo respeto se descubría.
Y es que acaso su gesto severo y noble
a todos asombraba por lo arrogante:
¡hasta los leñadores mirando al roble
sienten las majestades de lo gigante!
Una tarde de otoño subí a la sierra
y al sembrador, sembrando, miré risueño;
¡desde que existen hombres sobre la tierra
nunca se ha trabajado con tanto empeño!
Quise saber, curioso, lo que el demente
sembraba en la montaña sola y bravía;
el infeliz oyóme benignamente
y me dijo con honda melancolía:
—Siembro robles y pinos y sicomoros;
quiero llenar de frondas esta ladera,
quiero que otros disfruten de los tesoros
que darán estas plantas cuando yo muera.
—¿Por qué tantos afanes en la jornada
sin buscar recompensa?— dije. Y el loco
murmuró, con las manos sobre la azada:
—«Acaso tú imagines que me equivoco;
acaso, por ser niño, te asombre mucho
el soberano impulso que mi alma enciende;
por los que no trabajan, trabajo y lucho;
si el mundo no lo sabe, ¡Dios me comprende!
»Hoy es el egoísmo torpe maestro
a quien rendimos culto de varios modos:
si rezamos, pedimos sólo el pan nuestro.
¡Nunca al cielo pedimos pan para todos!
En la propia miseria los ojos fijos,
buscamos las riquezas que nos convienen
y todo lo arrostramos por nuestros hijos.
¿Es que los demás padres hijos no tienen?...
Vivimos siendo hermanos sólo en el nombre
y, en las guerras brutales con sed de robo,
hay siempre un fratricida dentro del hombre,
y el hombre para el hombre siempre es un lobo.
»Por eso cuando al mundo, triste, contemplo,
yo me afano y me impongo ruda tarea
y sé que vale mucho mi pobre ejemplo
aunque pobre y humilde parezca y sea.
¡Hay que luchar por todos los que no luchan!
¡Hay que pedir por todos los que no imploran!
¡Hay que hacer que nos oigan los que no escuchan!
¡Hay que llorar por todos los que no lloran!
Hay que ser cual abejas que en la colmena
fabrican para todos dulces panales.
Hay que ser como el agua que va serena
brindando al mundo entero frescos raudales.
Hay que imitar al viento, que siembra flores
lo mismo en la montaña que en la llanura,
y hay que vivir la vida sembrando amores,
con la vista y el alma siempre en la altura».
Dijo el loco, y con noble melancolía
por las breñas del monte siguió trepando,
y al perderse en las sombras, aún repetía:
—«¡Hay que vivir sembrando! ¡Siempre sembrando!...»
Marcos Rafael Blanco Belmonte
En la foto, el poeta Rubén Sada en la calle BLANCO BELMONTE de Córdoba, Andalucía, España |