(Rafael de León)
Mira cómo se me pone
la piel cuando te recuerdo.
Por la garganta me sube
un río de sangre fresco
de la herida que atraviesa
de parte a parte mi cuerpo.
Tengo clavos en las manos
y cuchillos en los dedos
y en mi sien una corona
hecha de alfileres negros.
Mira cómo se me pone
la piel ca vez que me acuerdo
que soy un hombre casao
y sin embargo, te quiero.
Entre tu casa y mi casa
hay un muro de silencio,
de ortigas y de chumberas,
de cal, de arena, de viento,
de madreselvas oscuras
y de vidrios en acecho.
Un muro para que nunca
lo pueda saltar el pueblo
que anda rondando la llave
que guarda nuestro secreto.
¡Y yo sé bien que me quieres!
¡Y tú sabes que te quiero!
Y lo sabemos los dos
y nadie puede saberlo.
¡Ay, pena, penita, pena
de nuestro amor en silencio!
¡Ay, qué alegría, alegría,
quererte como te quiero!
Cuando por la noche a solas
me quedo con tu recuerdo
derribaría la pared
que separa nuestro sueño,
rompería con mis manos
de tu cancela los hierros,
con tal de verme a tu vera,
tormento de mis tormentos,
y te estaría besando
hasta quitarte el aliento.
Y luego, qué se me daba
quedarme en tus brazos muerto.
¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!
Nuestro amor es agonía,
luto, angustia, llanto, miedo,
muerte, pena, sangre, vida,
luna, rosa, sol y viento.
Es morirse a cada paso
y seguir viviendo luego
con una espada de punta
siempre pendiente del techo.
Salgo de mi casa al campo
sólo con tu pensamiento,
para acariciar a solas
la tela de aquel pañuelo
que se te cayó un domingo
cuando venías del pueblo
y que no te he dicho nunca,
mi vida, que yo lo tengo.
Y lo estrujo entre mis manos
lo mismo que un limón nuevo,
y miro tus iniciales
y las repito en silencio
para que ni el campo sepa
lo que yo te estoy queriendo.
Ayer, en la Plaza Nueva,
—vida, no vuelvas a hacerlo—
te vi besar a mi niño,
a mi niño el más pequeño,
y cómo lo besarías
—¡ay, Virgen de los Remedios!—
que fue la primera vez
que a mí me distes un beso.
Llegué corriendo a mi casa,
alcé mi niño del suelo
y sin que nadie me viera,
como un ladrón en acecho,
en su cara de amapola
mordió mi boca tu beso.
¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!
Mira, pase lo que pase,
aunque se hunda el firmamento,
aunque tu nombre y el mío
lo pisoteen por el suelo,
y aunque la tierra se abra
y aun cuando lo sepa el pueblo
y ponga nuestra bandera
de amor a los cuatro vientos,
sígueme queriendo así,
tormento de mis tormentos.
¡Ay, qué alegría y qué pena
quererte como te quiero!
Autor: Rafael de León
Rafael de León y Arias de Saavedra, nació un jueves 6 de febrero del bisiesto 1908 en Sevilla, la actual capital de la región de Andalucía (España), en la misma calle en donde casi 34 años antes nació el conocido poeta Manuel Machado. El año 1916 ingresa Rafael de León en el internado del colegio
jesuita "San Luis Gonzaga" del Puerto de Santa María (Cádiz),
pueblo natal del conocido poeta Rafael Alberti, con el que,
por ser casi coetáneos coinciden en dicho colegio: Años antes,
había pasado por allí el alumno Juan Ramón Jiménez, otro
insigne poeta andaluz.
Años más tarde, estudiaría en otros colegios privados de
órdenes religiosas en las localidades andaluzas del Palo
de Málaga y de Utrera (Sevilla). En el año 1926 inicia
en la universidad de Granada, los estudios de la carrera
de Derecho. Allí llegó a conocer a otro insigne poeta:
Federico García Lorca, con quien entabla una buena amistad.
Tiene Rafael, -a decir de algunos de sus estudiosos-, una
impregnación del estilo poético de García Lorca que se
resuma a través de toda su obra.
En 1932, Rafael se traslada a Madrid bajo la influencia del gran músico sevillano Manuel Quiroga, que junto con el autor teatral Antonio Quintero, llegaría a formar el prolífico trío "Quintero, León y Quiroga" con el que tienen registradas más de cinco mil canciones.
De ningún poeta español de este siglo que acaba, han sido tan
recitadas sus poesías y tan cantadas las letras de sus canciones,
pero incomprensiblemente sigue siendo el gran ausente al hacer recuentos dentro del ámbito de la cultura popular española de posguerra.
La obra poética de Rafael de León, queda dividida
en esos dos grandes apartados: poesías propiamente dichas, y
letras para canciones. En muchos casos unas y otras tienen
un inconfundible parentesco por derivar, alimentarse o
inspirarse las unas de las otras, o viceversa. En casi toda su obra, inspirada en ambientes muy típicos de Andalucía, queda reflejado el gracejo popular andaluz, indicado por las palabras en cursiva, para mejor entender que no pertenecen al correcto lenguaje español. Su primer libro de poesías «Pena y alegría del amor» aparece publicado en 1941.
Hacia el final de su dilatada carrera de letrista, escribió
para los cantantes Nino Bravo, Raphael y Rocío Dúrcal; y una
de sus letras ganó el primer premio del Festival de la Canción
de Benidorm, el año 1965 bajo el título de "La luna de Benidorm".
Casi todas sus letras fueron musicadas por el prolífico compositor Manuel Quiroga, pero otras letras fueron musicadas por Juan Solano, Augusto Algueró y Manuel Alejandro. El estilo de estrofa poética más abundantemente empleado es el del romance octosílabo; pero en algunas otras se pueden encontrar estrofas de seguidilla, soleá, copla, romancillo, redondilla, y más raramente el soneto y la lira. Aunque tiene algunas poesías con versos alejandrinos y rima blanca (sin rima), su obra es en general una rima de alta sonoridad ya que incluso en muchos de sus romances introduce la rima consonante.
Luego de la década del sesenta,vieneron unos años bajos para la obra de canciones y poesías de nuestro gran poeta Rafael de León, el cual fallece un jueves madrileño frío y gris (9-12-82), en el más cruel olvido sin ni siquiera haberse llevado en vida la satisfacción de un merecido homenaje de cariño y agradecimiento a toda su importante y prolífica obra poética.
(Texto tomado de Internet)