[1] Hecha la ley, hecha la trampa y vos te jactabas haciendo las dos. Ahora el daño cometido te quema y sufrís condena, cachetada atroz. Cayó tu mentira, te ves perdido, pero a tus ruegos nadie presta oído. La almohada te grita en silencio y es tu descenso la ley del talión.
[estribillo] Ríe… y todo el mundo reirá contigo. Llora… y llorarás solo al reflejarte en el espejo roto que te acorrala vencido. Rodarás de la cima por la peña, y un filo sin piedad te hará leña… ¡Leña del árbol caído! ¡Leña del árbol caído!
[2] Tu propio amigo te pisa, te aplasta sin piedad, se desmorona tu relato y las mentiras, son ruinas. El tiempo se burla, se ríe en tu cara, mientras ruedas sin fin, en esta cruel maraña. Cayó tu mentira, te ves perdido, pero a tus ruegos nadie presta oído. La almohada te grita en silencio y es tu descenso la ley del talión.
[Puente] Enfrenta el abismo, no hay vuelta atrás, la indiferencia te besa, te da su abrazo mortal, pero en las sombras, la furia renace y viene a cobrarse justicia, el juicio final.
[estribillo] Ríe… y todo el mundo reirá contigo. Llora… y llorarás solo al reflejarte en el espejo roto que te acorrala vencido. Bajarás de la cima por la peña, y un filo injusto te hará leña… ¡Leña del árbol caído! ¡Leña del árbol caído!
[Coda] ¡Cómo arde tu mundo, sin compasión! Las llamas de la culpa llegan al cielo, y en el último acorde, grita tu desvelo. Tu lucha ha terminado, y también tu canción! ¡Ya sos leña del árbol caído!
*BÉCQUERDANCE - RIMA XII* *PORQUE SON, NIÑA,
TUS OJOS VERDES*
¿Porque son, niña, tus ojos,
verdes como el mar te quejas?
Verdes los tienen las náyades,
verdes los tuvo Minerva,
y verdes son las pupilas
de las hurís del Profeta.
El verde es gala y ornato
del bosque en la primavera.
Entre sus siete colores
brillante el iris lo ostenta.
Es tu mejilla temprana
rosa de escarcha cubierta,
en que el carmín de los pétalos
se ve al través de las perlas.
Las esmeraldas son verdes, verde el color del que espera y las ondas del océano y el laurel de los poetas.
Y sin embargo, sé que te quejas,
porque tus ojos crees que la afean:
pues no lo creas, pues, no lo creas.
Que parecen sus pupilas,
húmedas, verdes e inquietas,
tempranas hojas de almendro
que al soplo del aire tiemblan.
Es tu boca de rubíes
purpúrea granada abierta
que en el estío convida
a apagar la sed con ella.
Las esmeraldas son verdes, verde el color del que espera y las ondas del océano y el laurel de los poetas.
Y sin embargo, sé que te quejas,
porque tus ojos crees que la afean:
pues, no lo creas, pues, no lo creas.
Que parecen, si enojada
tus pupilas centellean,
las olas del mar que rompen
en las cantábricas peñas.
Es tu frente que corona
crespo el oro en ancha trenza,
nevada cumbre en que el día
su postrera luz refleja.
Las esmeraldas son verdes, verde el color del que espera y las ondas del océano y el laurel de los poetas.
Y sin embargo, sé que te quejas,
porque tus ojos crees que la afean:
pues, no lo creas, pues, no lo creas.
Que, entre las rubias pestañas,
junto a las sienes, semejan
broches de esmeralda y oro
que un blanco armiño sujetan.
¿Porque son, niña, tus ojos
verdes como el mar te quejas?
Quizás si negros o azules
se tornasen, lo sintieras.
Las esmeraldas son verdes, verde el color del que espera y las ondas del océano y el laurel de los poetas.
Espíritu sin nombre, indefinible esencia, yo vivo con la vida sin formas de la idea. Yo nado en el vacío, del sol tiemblo en la hoguera, palpito entre las sombras y floto con las nieblas.
Yo soy el fleco de oro de la lejana estrella, yo soy de la alta luna la luz tibia y serena. Yo soy la ardiente nube que en el ocaso ondea, yo soy del astro errante la luminosa estela.
[Estribillo] Yo, en fin, soy ese espíritu, desconocida esencia, perfume misterioso de que es vaso el poeta.
Yo soy nieve en las cumbres, soy fuego en las arenas, azul onda en los mares y espuma en las riberas. En el laúd soy nota, perfume en la violeta, fugaz llama en las tumbas, y en las ruinas yedra.
Yo atrueno en el torrente y silbo en la centella y ciego en el relámpago y rujo en la tormenta. Yo río en los alcores, susurro en la alta yerba, suspiro en la onda pura y lloro en la hoja seca.
[Estribillo] Yo, en fin, soy ese espíritu, desconocida esencia, perfume misterioso de que es vaso el poeta.
Yo ondulo con los átomos del humo que se eleva y al cielo lento sube en espiral inmensa. Yo en los dorados hilos que los insectos cuelgan, me mezco entre los árboles en la ardorosa siesta.
Yo corro tras las ninfas que en la corriente fresca del cristalino arroyo desnudas juguetean. Yo en bosques de corales que alfombran blancas perlas, persigo en el océano las náyades ligeras.
[Estribillo] Yo, en fin, soy ese espíritu, desconocida esencia, perfume misterioso de que es vaso el poeta. (BIS)
Yo en las cavernas cóncavas do el sol nunca penetra, mezclándome a los gnomos contemplo sus riquezas. Yo busco de los siglos las ya borradas huellas
y sé de esos imperios de que ni el nombre queda.
Yo sigo en raudo vértigo los mundos que voltean, y mi pupila abarca la creación entera. Yo sé de esas regiones a do un rumor no llega, y donde informes astros de vida un soplo esperan.
Yo soy sobre el abismo el puente que atraviesa, yo soy la ignota escala que el cielo une a la tierra. Yo soy el invisible anillo que sujeta el mundo de la forma al mundo de la idea.
[Estribillo] Yo, en fin, soy ese espíritu, desconocida esencia, perfume misterioso de que es vaso el poeta.
Yo conozco un cucharón de colosal energía para calentar la encía, el alma y el corazón. No te alcanza una ración y un plato no te consuela, cuando el tiempo está que hiela su mesa está siempre lista. ¡No hay frío que se resista al cucharón de la abuela!
[ESTROFA 1] Con cariño a su familia la abuela enciende el fogón, su amor en ebullición nos sostiene y reconcilia. Fría afuera es la vigilia pero el mantel da calor, se sirve con el amor que enseña la vieja escuela, se parece a un corazón el cucharón de la abuela.
[ESTROFA 2] El aire se va llenando de experiencia y trayectoria, morrón, papa y zanahoria, y un ajo de contrabando. Se está el agua calentando mientras la cebolla pela, el guiso va a toda vela y con pollo en pedacito, ¡cuánto aviva el apetito el cucharón de la abuela!
[ESTRIBILLO] Yo conozco un cucharón de colosal energía para calentar la encía, el alma y el corazón. No te alcanza una ración y un plato no te consuela, cuando el tiempo está que hiela su mesa está siempre lista, no hay frío que se resista al cucharón de la abuela.
[ESTROFA 3] Con laurel, pimienta y sal y un poquito de romero, un tomatito casero le da perlas de coral. No le viene nada mal verdurita de la quinta y medio choclo prestado ruega pronto la cazuela, la panza trina un socorro al cucharón de la abuela.
[ESTROFA 4] El plato es un sol radiante y a la helada le sonríe, aunque afuera el clima enfríe y el cielo precise un guante. Después de este olor fragante el invierno se cancela, ya no es una castañuela cada diente que tirita, y el cucharón toma forma del corazón de la abuela.
[ESTRIBILLO] Yo conozco un cucharón de colosal energía para calentar la encía, el alma y el corazón. No te alcanza una ración y un plato no te consuela, cuando el tiempo está que hiela su mesa está siempre lista, no hay frío que se resista al cucharón de la abuela.
Ocho horas por la noche bebí palabras en sueños, y mis versos fueron dueños de la mente en un derroche. Ni dormí, ¡Dios! ¡Qué fantoche soy, bebiendo una ilusión! En el bar de mi colchón naufragó mi mente calva, y me desbordé en el alba borracho de inspiración.
(Basado en la leyenda “EL
BESO” de Gustavo Adolfo Bécquer).
Dentro de una vieja iglesia
del Toledo de antaño, vuelan antiguas leyendas, mil
secretos del pasado. Hay una estatua olvidada, de
cuerpo y rostro helado que destella nieve y luz
entre penumbras de mármol. En su mirada de piedra puedo
ver ojos tallados, espejos de un gran misterio,
del tiempo ya sepultado. A sus pies un capitán, en el
sopor de este halo cayó preso en la ilusión de
besar sus muertos labios.
¡Oh, beso suave de alabastro!
Umbral de muerte sagrado, Las cadenas romperás, de un
corazón encantado. La luna pálida advierte: ¡No
despiertes al soldado, que sellarás tu destino a los
pies del frío mármol! Un estallido en la piedra y
el celo bajó su mano, sin dar tiempo al capitán
para el beso más profano. Un grito desde la estatua
profirió el amor vedado, un amor más que imposible y
un instante desgraciado. Cruzaste la línea etérea
buscando amor en el mármol, buscando en labios ásperos un
suave calor helado. Mas, la piedra es solo eso:
grosero canto rodado sin el beso de la vida, un
recuerdo evaporado. ¡Oh, beso suave de alabastro!
Umbral de muerte sagrado, Las cadenas romperás, de un
corazón encantado. La luna pálida advierte: ¡No
despiertes al soldado, que sellarás tu destino a los
pies del frío mármol!
[verse 1] Un paisaje fantasmal se apoderó del país, mientras un capote gris viste al orbe terrenal. Los valores del fangal han embarrado a mi gente, la estafa Ponzi es frecuente, mientras la mentira reina y el latrocinio despeina calles de un amor ausente.
[verse 2] Presencio aceras heladas y blancas de soledad, una selva es mi ciudad con mil almas desalmadas. Homeless en calles cortadas y otros duermen bajo un puente, sin el techo de un pariente la noche los va cubriendo, con tristeza están sufriendo calles de un amor ausente.
[chorus] Está duro el empedrado y el frío adoquín se siente, mientras llora un jubilado calles de un amor ausente.
[verse 3] Bajo niebla sepulcral grita un silencio que aterra, aunque en el Plata no hay guerra, hay que batallar igual. Lágrimas de ajenjo y sal y migajas en el diente van formando el ingrediente que aproxima la explosión mientras tose mi pulmón calles de un amor ausente.
[verse 4] Es la hiel de la tiniebla una incomprensión que arropa, ya ni alcohol tiene la copa que al bolsillo lo despuebla. Mezcla de cartón y niebla se descuelga de su frente, y el huevo de la serpiente va gestando su eclosión, angustia y desolación, calles de un amor ausente.
[chorus] Está duro el empedrado y el frío adoquín se siente, mientras llora un jubilado calles de un amor ausente.
[verse 5] ¿Cómo poder meditar cuando el maxilar rechina? La zozobra que asesina no permite continuar. Un candil en el altar es este verso insurgente, que derramo en la vertiente del momento cotidiano, mientras lamenta mi mano calles de un amor ausente.
[verse 6] Con el pulso tembloroso mi rapsoda traza espinas, y en solitarias esquinas un brumal celaje esbozo. Queda apenas el carozo de una pasa que silente, se arruga muy de repente mientras espera el final, la acuarela fantasmal: calles de un amor ausente.
[chorus] Está duro el empedrado y el frío adoquín se siente, mientras llora un jubilado calles de un amor ausente.