con los cuales comparto profundas reflexiones
sobre filosofía, y lógica, en la mesa de este café
literario donde todos tenemos derecho a opinar
respetándonos mutuamente.
ALGUIEN versus NADIE
ha creado el fastuoso universo,
¿Cómo crees surgió todo esto?
De la nada no existe ni el aire.
Lo que existe ha venido de algo.
Si no existe “don Nadie”, no hay nada.
No sería tal cual, si no hay nadie.
Todo tuvo que haberlo hecho “Alguien”.
¿Significan mis letras mezcladas
si con lógica no se ordenaran?
En el cosmos hay orden perfecto
de universos lejanos y sabios.
¿No es acaso el "Big Bang" la barbarie?
Solamente aparece el desastre.
Si una bomba nuclear explotara,
quedaría “ninguno” con “nadie”.
El humano precisa de alguien,
si queremos que el mundo se cambie.
No le importa a ese Ser que lo agravien,
pues, peor estar solo, sin nadie.
¡Cuando pides socorro es muy feo
si no hay quién te responda, ni nadie!
Pero lindo es que cuando tú llames
de otro lado te ayude ese alguien.
¿Comprobaste, si acaso, teorías
tan ilógicas, cual las de Darwin?
Nadie vino jamás de un don nadie
y hasta Darwin nació de sus padres.
¡Te sugiero, profeta de Nadie,
te convoco a creerle a ese Alguien!
Y si acaso la fe no persuade,
contra el Gran Creador no te enfades.
© Rubén Sada. 20-04-2008.
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¿Existió alguna vez la Nada?
Una reflexión sobre el principio del tiempo, el origen del
universo y la cuestión del diseño inteligente...
¿Has pensado alguna vez en el principio? ¿Que qué es eso? Pues eso: ¿qué fue lo que apareció primero? O, ¿qué fue lo primero que existió, en los primeros momentos del Tiempo? ¿Alguna vez te has esforzado en pensar en eso?
«Un momento», dices. «¿No es posible que al principio no existiera nada? ¿No es posible que hace tropocientos años no hubiera nada?» La verdad es que ésa es una hipótesis que hay que tener en cuenta, así que vamos a meditar sobre ella; aunque en primer lugar lo haremos utilizando una analogía.
Imaginemos una habitación muy grande. Está cerrada herméticamente, y tiene las dimensiones de un campo de fútbol. La habitación está sellada permanentemente, no tiene puertas, ventanas ni huecos en las paredes.
Dentro de la habitación no hay nada. Nada en absoluto. Ni una partícula de nada. Tampoco hay aire. Ni polvo, ni luz. Es una habitación sellada donde reina la oscuridad más impenetrable. Entonces, ¿qué sucede?
Bien, imaginemos que tu objetivo consiste en meter algo, lo que sea, en esa habitación. Pero las normas son: para conseguirlo, no puedes introducir en la habitación nada de lo que haya fuera. ¿Qué harías en ese caso?
«Bueno», piensas, «¿y si intento crear una chispa dentro de la habitación? Entonces tendrá luz, aunque sólo sea un instante. Eso se puede considerar algo». Sí, pero tú estás fuera de la habitación, de manera que eso no vale.
«Pero», argumentas, «¿y si pudiera teletransportar algo al interior del cuarto, como hacen en Star Trek?». Una vez más, eso no está permitido, porque estarías usando algo procedente del exterior de la habitación. Se nos vuelve a plantear el mismo dilema: tienes que meter algo dentro de la habitación pero usando sólo lo que hay dentro de ella. Y, en este caso, la habitación no contiene nada.
«Vale», dices, «quizá si esperamos el tiempo suficiente, aparezca una diminuta partícula de algo dentro de la habitación».
Esta teoría nos plantea tres problemas. Primero, el tiempo por sí solo no hace nada. Las cosas pasan con el transcurso del tiempo, pero no es el tiempo el que hace que pasen. Por ejemplo, si esperas un cuarto de hora a que se hornee un pastel, lo que hace que se cueza no es el tiempo que pasa, sino el calor del horno. Si dejas la masa del pastel encima de la mesa de la cocina durante 15 minutos, seguro que no se cuece.
Siguiendo con nuestra analogía, tenemos una habitación totalmente sellada en cuyo interior no hay absolutamente nada. El hecho de que esperemos un cuarto de hora, por sí solo, no cambiará esa situación. «De acuerdo», dices. «¿Y si esperamos durante eones?». Pues que un eón no es otra cosa que un montón de segmentos de un cuarto de hora comprimidos. Si dejaras el pastel sin cocer en la mesa y esperases un eón, ¿se cocería?
El segundo problema es éste: ¿por qué iba a «aparecer» algo en el cuarto vacío? Para que sucediera eso tendría que haber un motivo. Pero dentro de la habitación no hay nada. Por tanto, ¿qué va a hacer que esa situación cambie? Dentro del cuarto no hay nada que pueda hacer que aparezca algo (y, sin embargo, el motivo debe proceder del interior de la habitación).
«Muy bien», arguyes, «¿y una diminuta partícula de algo? ¿No hay más probabilidades de que eso se materialice en el cuarto que algo grande como, por ejemplo, una pelota de fútbol?».
Eso nos lleva al tercer problema: el tamaño. Igual que el tiempo, el tamaño es un concepto abstracto. Es relativo. Digamos que tienes tres pelotas de tenis de diversos tamaños. Una tiene un diámetro de tres metros, la otra de metro y medio y la tercera tiene un tamaño normal. ¿Cuál de ellas es más probable que se materialice en el cuarto?
¿La pelota de tamaño normal? áNo! Las tres tendrían la misma probabilidad. El tamaño no es importante. La cuestión es si es posible o no que cualquier pelota de tenis, del tamaño que sea, «apareciera» por arte de magia en nuestra estancia sellada y vacía.
Si no crees que una pelota de tenis, por pequeña que fuera, pudiese aparecer en el cuarto, por mucho tiempo que transcurriera, debes llegar a la conclusión de que tampoco algo tan pequeño como un átomo puede hacerlo. El tamaño es indiferente. La probabilidad de que una partícula casi invisible aparezca sin motivo es la misma de que surja de la nada una nevera.
Llevemos nuestra analogía un paso más allá. Cojamos nuestra habitación, grande y oscura, y quitémosle las paredes. Luego ampliemos el cuarto hasta que se extienda infinitamente en todas direcciones. Ahora, fuera del cuarto no hay nada, porque lo único que existe es el cuarto. Punto.
Esta estancia oscura e infinita no tiene luz, ni polvo, ni ningún tipo de partículas, nada de aire, ni de elementos, ni de moléculas. Es la nada más absoluta. De hecho, la podemos llamar la Nada.
Y ahora viene la pregunta: si originariamente, digamos hace tropocientos veinte años, sólo existía la Nada, ¿no es lógico que hoy la situación siguiera siendo la misma?
Sí. Porque algo, por pequeño que sea, no puede surgir de la Nada absoluta. Si eso fuera así, hoy día seguiría habiendo Nada absoluta por todas partes.
¿Qué nos dice esto? Que en ningún momento existió la Nada absoluta. ¿Por qué? Porque, si alguna vez hubiera existido la Nada absoluta, á hoy día seguiría sin existir nada! Si alguna vez hubiera existido la Nada absoluta, no hubiera habido nada fuera de ella que provocase la existencia de algo.
Además, si alguna vez existió la Nada absoluta, seguiría existiendo hoy. Sin embargo, algo existe. En realidad, son muchas las cosas que existen. Tú, por ejemplo, eres un ser que existe, un algo muy importante. Por consiguiente, eres una prueba de que la Nada absoluta no ha existido nunca.
Por tanto, si nunca ha existido la Nada absoluta, eso quiere decir que hubo un momento en que existió al menos Algo. ¿Qué fue?
¿Era una sola cosa o muchas? ¿Fue un átomo? ¿Una partícula, una molécula? ¿Fue una pelota de fútbol, una pelota mutante? ¿Una nevera? ¿Un pastel?
Algo
Nota: ésta es una continuación del artículo
titulado ¿Existió alguna vez la Nada?
Si alguna vez hubiera existido la Nada absoluta, hoy tampoco existiría nada en el universo. Dado que sí hay algo (por ejemplo, tú), eso quiere decir que nunca ha existido la Nada absoluta. Si alguna vez hubiera existido, no estarías ahora aquí leyendo esto. Lo único que existiría sería la Nada absoluta.
Por tanto, jamás hubo un momento en que no existiera nada. Eso quiere decir que siempre ha habido algo. Pero, ¿qué? Si echamos la vista atrás, a los inicios de todo, ¿qué debió ser ese Algo que existía? ¿Era una sola cosa o más? Y, basándonos en lo que existe hoy día, ¿cómo era?
Primero abordaremos el tema de la cantidad. Recordemos nuestra habitación grande, oscura y hermética. Imaginemos que dentro de esa estancia hay diez pelotas de tenis. Remontándonos a los tiempos más lejanos, encontramos sólo eso: diez pelotas de tenis.
Y ahora, ¿qué? Digamos que esperamos todo un año. ¿Qué hay en la habitación? Sigue habiendo tan sólo diez pelotas de tenis, ¿no? Es que no hay ninguna otra fuerza existente. Y sabemos que diez pelotas de tenis, por mucho tiempo que transcurra, no pueden generar otras pelotas. Ni otras pelotas, ni nada.
Muy bien, pero, ¿qué pasaría si de entrada, en la habitación, hubiera seis pelotas de tenis? ¿Eso cambiaría la situación? La verdad es que no. Estupendo. ¿Y si hubiera un millón de pelotas de tenis? Lo mismo. Lo único que tendríamos en ese cuarto serían pelotas de tenis, y el número de ellas sería indiferente. Lo que descubrimos con esto es que la cantidad no importa. Si nos remontamos al origen primero de todas las cosas, la cantidad de ese Algo que existiera no es lo importante. ¿O sí? Quitemos las pelotas. Ahora lo que hay en el cuarto es un pollo. Esperamos un año. ¿Qué hay en la habitación? Sólo un pollo, ¿no? Pero, ¿qué pasaría si en el cuarto tuviéramos una gallina y un gallo? Esperamos un año y, ¿qué tenemos? áUn montón de pollos más! De modo que la cantidad es importante SI dentro del cuarto hay al menos dos cosas que puedan producir una tercera. Gallo + gallina = pollitos. Pero la cantidad no es importante si estamos hablando de al menos dos cosas que no pueden producir una tercera. Pelota de tenis + pelota de fútbol = nada.
Por tanto, la cuestión no es tanto la cantidad sino la calidad. ¿Qué cualidades posee el Algo? ¿Puede hacer que existan otras cosas?
Volvamos con nuestros pollos, pero seamos muy exactos, porque en el principio de los tiempos ése sería el caso. En el cuarto tenemos una gallina y un gallo. Están en zonas distintas de la habitación, flotando en la nada. ¿Producirán pollitos?
Volvamos con nuestros pollos, pero seamos muy exactos, porque en el principio de los tiempos ése sería el caso. En el cuarto tenemos una gallina y un gallo. Están en zonas distintas de la habitación, flotando en la nada. ¿Producirán pollitos?
No. ¿Por qué? Porque no existe un entorno en el que trabajar. En el cuarto no hay nada más que la gallina y el gallo. No hay aire que respirar o en el que volar, no hay suelo por el que caminar, no hay ninguna fuente de alimentos. No pueden comer, caminar, volar ni respirar. Su entorno es la nada más completa. Así que descartemos los pollitos. Los pollos no pueden existir ni reproducirse sin que exista un entorno. Si cuentan con él, pueden procrear otros pollos. Y si hubiera un entorno que les afectase, quizá podrían convertirse (aunque parece absurdo), con el tiempo, en un tipo de pollo distinto. Algo parecido a una nutria o una jirafa.
De modo que tenemos una habitación sin entorno. Por tanto, necesitamos un Algo que pueda existir sin un entorno. Algo que no necesite aire, alimentos o agua para existir. Eso elimina a todos los seres vivos de este mundo.
Entonces, ¿serán acaso cosas inertes? Es cierto que no necesitan un entorno. Pero entonces nos encontramos en el mismo caso que cuando hablábamos de pelotas de tenis. Digamos que, en vez de las pelotas, tenemos un trillón de moléculas de hidrógeno. Entonces, ¿qué pasaría? Pues que con el paso del tiempo, seguiríamos teniendo un trillón de moléculas de hidrógeno, nada más.
Ahora que estamos hablando de materia inerte, pensemos también en qué es necesario para que ésta exista. ¿Has oído hablar del supercolisionador? Hace años, el gobierno de EE.UU. se embarcó en un experimento para crear materia. El supercolisionador era un túnel subterráneo de muchos kilómetros por el cual viajaban átomos a velocidad supersónica; esos átomos chocaban unos con otros para crear una partícula diminuta. Estamos hablando de un trocito de materia diminuto, microscópico.
¿Qué nos dice esto? Que nuestra ilustración de las diez pelotas de tenis no es tan sencilla como parece. Para crear una sola pelota de tenis partiendo de la nada sería necesaria una TREMENDA cantidad de energía. Y lo único que tenemos es la Nada. La habitación no tiene absolutamente nada en su interior.
Así que aquí estamos. El Algo que existía en el principio debió ser capaz de existir sin depender de nada más. Debía ser total y plenamente autosuficiente. Porque en el origen de todo estaba solo. Y no necesitaba un entorno en el que existir. En segundo lugar, ese Algo que existió en el principio de los tiempos debía tener la capacidad de producir algo distinto a sí mismo. Porque si no hubiera podido, ese Algo sería lo único que existiría hoy día. Pero actualmente existen otros seres. Por ejemplo, tú.
En tercer lugar, para producir Algo Más (partiendo de la nada) es necesario un tremendo poder. De modo que ese Algo debía tener a su disposición un poder increíble. Si para producir una partícula infinitesimal necesitamos kilómetros y kilómetros de túnel y toda la energía que podamos generar, ¿cuánto más poder sería necesario para producir la materia de que está compuesto el universo?
Volvamos a nuestra habitación. Digamos que dentro de ella tenemos una pelota de tenis muy especial. Ésta puede producir otras pelotas de tenis. Tiene el poder y la energía necesarios para hacerlo. Además es totalmente autosuficiente, porque no necesita nada más para existir: ella es todo lo que existe. Esta pelota de tenis es el Algo Eterno.
Digamos que la pelota de tenis crea otra pelota. ¿Cuál de las dos será mayor, por ejemplo, respecto al TIEMPO? La pelota número 1. Es el Algo Eterno. Siempre ha existido. Sin embargo, la pelota 2 empezó a existir cuando la creó la pelota 1. De modo que en lo relativo al tiempo, una pelota es finita, y la otra infinita.
¿Cuál de las dos pelotas será mayor en cuanto a PODER? Una vez más, la pelota 1.Tiene la capacidad de crear la pelota 2 a partir de la nada; lo cual también quiere decir que tiene el poder necesario para «des-integrar» (es decir, destruir) a la pelota 2. Es decir, que la pelota 1 tiene mucho más poder que la 2. De hecho, en cualquier momento, la pelota 2 debe depender de la 1 para existir.
«Pero», dirás, «¿qué pasa si la pelota 1 compartiera un poco de su poder con la pelota 2? Sería el poder suficiente para destruir a la pelota 1. Entonces la pelota 2 sería mayor, porque la 1 dejaría de existir, ¿no?». Aquí hay un problema. Si la pelota 1 compartiese una parte de su poder con la 2, seguiría siendo el poder de la pelota 1. Entonces la pregunta es: La pelota 1, ¿podría usar su propio poder para destruirse? No. Porque ya de entrada, para usar su poder, la pelota 1 debe existir.
En segundo lugar, la pelota 1 es tan poderosa que cualquier cosa que pueda hacerse sólo la puede hacer ella. Pero no es posible que la pelota 1 deje de existir, y por consiguiente esto no lo puede hacer. La pelota 1 no puede «des-crearse», porque nunca fue creada. La pelota 1 siempre ha existido. Es el Algo Eterno. Como tal, es la existencia. Es la vida, la vida infinita. Para que la pelota 1 fuera destruida, tendría que existir algo más grande que ella. Pero ni hay nada más grande que ella ni podría haberlo nunca. Existe sin necesidad de nada más. Por tanto, ninguna fuerza externa la puede cambiar. No puede tener fin, porque no tuvo principio. Es como es y eso es inmutable. No puede dejar de ser, porque SER es su propia naturaleza. En este sentido, es intocable.
Lo que vemos es esto: el Algo que existía al principio siempre será más grande que el Algo Más que ha producido. El Algo existe por su cuenta. Sin embargo, el Algo Más necesita que el Algo exista. Por tanto, el Algo Más tiene necesidades. Por consiguiente, es inferior al Algo, y siempre lo será, porque el Algo Eterno no tiene necesidad de otros.
El Algo podría ser capaz de producir Algo Más que fuera semejante a él en algún sentido, pero, independientemente de esto, ese Algo Más siempre será diferente en otros sentidos. El Algo Eterno siempre será mayor con respecto al tiempo y al poder. Así, el Algo Eterno no puede producir un igual exacto a sí mismo. Siempre ha existido solo. Es el único que puede existir independientemente de otro.
¿Quién?
Nota: ésta es una continuación del artículo titulado Algo.
Existe un Algo Eterno. Es Algo que siempre ha existido, que no tiene un comienzo. Si este Algo tiene alguna necesidad, la puede satisfacer por sí solo. Para existir no necesita nada más. Y no puede crear un igual exacto de sí mismo ni algo que le supere. Todo lo producido no es eterno. Por tanto, el Algo Eterno no puede producir otro Algo Eterno. Siempre será mayor que todo lo demás que existe.
Ahora bien, este Algo Eterno, ¿podría ser plural? Posiblemente. Digamos que en un principio existieron cinco Entes Eternos. Sin embargo, si ése fuera el caso, esos cinco entes serían exactamente iguales en lo relativo al tiempo y a su poder. Todos ellos no creados, todos eternos, todos capaces de hacer todo lo que es posible hacer. Esto nos demuestra una vez más que el quid de la cuestión no es la cantidad, sino la calidad.
De modo que, ¿qué sabemos sobre ese ente o entes eterno(s)? Que no está solo. Porque existe Algo Más. Por ejemplo, tú. Ahora es cuando tienes que preguntarte: ¿tú eres el Algo Eterno o alguno de los Entes eternos? Si lo eres, entonces no tienes principio, ninguna necesidad que no puedas satisfacer por ti solo, y además eres capaz de hacer todo lo que es posible hacer. ¿Eres así? Si no lo eres, entonces eres claramente Algo Más, no el Algo Eterno ni uno de los Entes Eternos.
Retomemos la imagen de nuestra habitación grande, oscura y vacía. Pero ahora digamos que en ella hay una molécula de hidrógeno y otra de nitrógeno. Sólo para continuar con nuestro argumento, digamos que esas dos moléculas son los Entes Eternos. Siempre han existido. Son omnipotentes.
Así que deciden crear Algo Más, porque ellos son lo único que existe en la habitación. Pero, un momento: ¿es que el hidrógeno o el nitrógeno pueden decidir algo? Para poder ser los Entes Eternos, DEBEN tener la capacidad de tomar una decisión.
Piensa en ello. El Algo Eterno debe optar por cambiar las cosas. El Algo Eterno es eterno. Siempre ha existido con independencia de otro ser. Lo que es más importante, él ha sido lo único que ha existido jamás. ¿Qué significa esto? Quiere decir que sin que el Algo Eterno esté de acuerdo, no puede suceder nada.
El Algo Eterno es todo lo que existe, y punto. Por tanto, la única cosa existente que puede alterar la soledad del Algo Eterno es el propio Algo Eterno. Fuera de él no puede haber ninguna otra fuerza, porque el Algo Eterno es todo lo que existe. Por consiguiente, si una molécula de hidrógeno y otra de nitrógeno son los Entes Eternos, no hay ninguna fuerza externa que los pueda dirigir. Son lo único que existe. Son la única fuerza que existe.
Como la única fuerza existente, son ellas las que pueden alterar su soledad. No hay nada existente que pueda, arbitrariamente, por azar, influir en ellas para que creen Algo Más.
Ese Algo Más no puede ser fruto del azar. ¿Por qué? Porque para que eso suceda, el «azar» tendría que superar el poder de las moléculas de hidrógeno y de nitrógeno. Pero ellas son lo único que existe. Son las únicas que pueden hacer todo lo posible. El «azar» es Algo Más, y un Algo Más no puede superar el poder del Algo Eterno. De hecho, en esta fase del proceso, el Azar ni siquiera existe.
Si el Azar es ajeno al Algo Eterno, entonces no existe, a menos que ese Algo Eterno lo cree. Pero incluso si el Algo Eterno hubiera creado el Azar, dado que éste es Algo Más, siempre sería inferior al Algo Eterno. De modo que, si se crea algo más, se debe al poder y a la VOLUNTAD del Algo Eterno. El Azar sólo puede crear algo más si el Azar existe antes que lo creado. Pero el propio Azar no puede surgir por casualidad. Tendría que ser fruto de la voluntad del Algo Eterno.
¿Qué nos dice esto sobre nuestras moléculas de hidrógeno y de nitrógeno? Que no son meramente Entes Eternos, sino personas eternas. Tienen una voluntad. Es decir, que deben tener la capacidad de decidir. Por tanto, son personales.
Pero, ¿por qué el Algo Eterno debe tener la capacidad de elegir? Vuelve a pensar en la habitación vacía donde sólo había moléculas de hidrógeno y de nitrógeno. Ellas son los Entes Eternos. Son las únicas que existen en el cuarto, y han existido eternamente.
Existen con total independencia una de la otra. No necesitan a nadie más. Por tanto, si producen Algo Más, no será por necesidad (movidas por el instinto de supervivencia, como vemos entre los animales). Además, si producen Algo Más, no será por casualidad, a menos que primero creen la casualidad. El Azar es una fuerza, pero los Entes Eternos (las dos moléculas) son la única fuerza que existe.
Aparte de esto, las moléculas no pueden ser simples máquinas. Las máquinas están construidas y programadas por algún tipo de fuerza externa. Pero las moléculas (los Entes Eternos) son la única fuerza que existe. Fuera de ellas no existe fuerza alguna.
Esto significa que, si producen Algo Más dentro de la habitación, el motivo de esta creación debe residir en su interior, dado que no existe ninguna otra fuerza. Dentro de la habitación no existe nada fuera de ellas.
No están obligadas a crear Algo Más por el instinto, el azar, la necesidad o la voluntad de otros. Nadie las controla. Todo lo que hacen se debe a razones que nacen en su interior.
Estas razones sólo pueden ser su voluntad. Deben optar por crear Algo Más, porque de no ser así no existiría nada más. A menos que decidan crear Algo Más, seguirán solas para siempre en la estancia. Deben tener más que el poder para crear Algo Más. Un determinado momento que se diferencie de todos los demás instantes durante los que han existido a solas, deben decidir emplear su poder para crear Algo Más.
Si no tuvieran voluntad (como las pelotas de tenis de las que hablábamos en un estudio anterior) nunca usarían su poder para producir Algo Más. Sólo lo usarían para perpetuar su propia existencia. Y seguirían estando solas eternamente.
El Algo Eterno ha existido solo eternamente. Por consiguiente, dentro de ese Algo Eterno debe haber algún motivo que hace que las cosas cambien. Si existe Algo Más, existe porque el Algo Eterno ha optado por poner punto final a su soledad.
Si el motivo que tiene el Algo Eterno no está en su interior, entonces jamás existirá nada más. Porque en un determinado momento, el Algo Eterno fue lo único que existía.
Pero sabemos que existe Algo Más. Por tanto, esto significa que el Algo Eterno debe tener la capacidad de decidir usar su poder. Debe tener la capacidad de optar por crear Algo Más fuera de sí mismo. Dado que tiene una voluntad*, el Algo Eterno es personal. Esto quiere decir que ese Algo Eterno es, en realidad, Alguien Eterno.
Artículo con razonamiento muy bueno, tomado de: http://www.cadaestudiante.com/es/articulos/nada.html