ATARDECERES ETERNOS
Qué lindo es regresar a los atardeceres eternos
que disfrutaba en la década del setenta,
cuando no tenía preocupación ni sufrimiento,
tan sólo el asma bronquial era mi queja.
Empiezo a descubrir la vida, todo bello,
vientos de cambio que natura ostenta.
La adolescencia en mi alma deja un sello
de melancolía, nostalgia e inocencia.
Mi cama desarreglada y el aburrimiento,
y tantos recuerdos que ya perdí la cuenta.
Un par de discos de Camilo Sesto,
de Julio Iglesias, Manolo Galván y Tormenta.
Tengo sólo una "Spica" y no es estéreo.
Pero de oír la radio, mi oreja está sedienta.
Y alguno que otro tema suena, de rock lento,
mientras la tarde avanza en forma lenta.
El cine y la música son mi entretenimiento,
mientras la sombra del ocaso aumenta.
Y va asomando la luna gigante en el cielo
y la negra oscuridad que se incrementa.
No me preocupa el futuro: es incierto.
La melancolía de la tarde me alimenta.
Quisiera que este atardecer sea eterno,
pues la noche, de miedos no está exenta.
Quisiera que esos atardeceres fueran eternos.
Pero mi espíritu ya de ellos se ausenta.
Y me cubre la noche con su manto negro,
mientras la nostalgia del ocaso aumenta.
© Rubén Sada. 14-03-2008