Vos sos luna en mi noche con estrella, yo soy sol que ilumina tu camino, y un calmo eclipse me alineó el destino para juntos andar la misma huella.
{Estribillo} En un fantástico eclipse fui encontrándome con vos y juntos nos alineamos en el cielo del amor.
Desde esa fiesta en que una flor tan bella puse en tus manos, Dios allí intervino, desde ese día este sentir genuino me aseguró que tú eras mi doncella.
{Estribillo} En un fantástico eclipse fui encontrándome con vos y juntos nos alineamos en el cielo del amor.
Y ahora estoy en ti, de noche y día, tú estás en mí, y en mi alma y poesía, orbitando mi mente en una elipse.
Transitamos, mi amor, la misma vía, poniendo el corazón en armonía, fusionando nuestra alma en este eclipse.
{Estribillo} En un fantástico eclipse fui encontrándome con vos y juntos nos alineamos en el cielo del amor.
En un fantástico eclipse fui encontrándome con vos y juntos nos alineamos en el cielo del amor...
____________________________ Muchas gracias, compañero poeta Edgardo Laluz, por iniciar estos versos. Lo seguiré porque
usted es La Luz de mi
camino en la décima.
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* Impepinable:
1.adj. coloq.Cierto,seguro, quenoadmitediscusión. (Real Academia Española y Macri.)
Los personajes y situaciones de este cuento, son ficticios y mera imaginación del autor. Cualquier semejanza con algún suceso real, si la hubiera, es sólo una coincidencia.
—¡Él está vivo! ¡Él está
encerrado! ¡Tiene que estar vivo! ¡Sáquenlo de allí!-aseguraba con gritos
desgarradores el hombre, mientras se autoflagelaba, golpeando su cabeza contra
las acolchadas paredes de una habitación hermética, en el neuropsiquiátrico
santacruceño donde estaba detenido desde hacía cinco años. Estaba allí inmovilizado
con un chaleco de fuerza y abundantemente medicado con drogas psiquiátricas tan
fuertes que tenían el propósito de quemar poco a poco sus recuerdos. ¿Acaso guardaba un "secreto"? ▫ Él era Néstor Quiroga,
guardia de seguridad presidencial, militar de la Gendarmería Nacional.
Como “custodio”, tenía a su cargo la vigilancia estricta de una de las
mansiones que su homónimo “patrón” -como lo llamaba- poseía entre las
trescientas veinticinco mil hectáreas que había comprado a precio vil, en la época de bonanza
de su gestión presidencial. ▫ La fastuosa propiedad
era la “favorita” del potentado expresidente, porque algunos fines de semana era un hecho su
escapada secreta allí, acompañado de su secretaria y valijas. La
asistente y amante, al mismo tiempo era hermana del custodio del lugar. El
exmandatario había pedido al único testigo de estas escapadas de pasión
furtiva, que guardara el más riguroso secreto de los hechos, ya que si su esposa, la
primera dama se enteraba, el custodio y su hermana correrían riesgo de muerte.
Así lo declaró éste ante el médico psiquiatra que firmó su inmediata
internación en la habitación blanca del “Instituto Mind” de Salud Mental de Río
Gallegos. ▫ La declaración del
custodio fue archivada y caratulada como “secreto de estado”, no obstante, en
parte revelaba que él siempre quiso saber cuál era “el secreto” que el
presidente escondía en aquella mansión. Sus ventanas permanecían siempre
cerradas, lo que hacía más intrigante y comprometedor el interior de la casa y
mucho más desafiante y riesgoso el conocerlo. ▫ La casa que escondía “el
secreto” era un punto desconocido del mapa, al que sólo se
accedía por un largo camino de tierra, punto y línea imperceptibles en la
extensa meseta patagónica. Allí, cubierta por una frondosa arboleda que impedía
el acceso de cualquier intruso, por no verse siquiera desde el aire, estaba la
propiedad que había pertenecido hacía más de un siglo a un colono inglés, a
quien unos pobladores, criadores de ovejas, habían encontrado muerto en
soledad, encerrado en ella. Muchos decían que en la morada habitaba su
“fantasma”, mito que el custodio nunca creyó. No obstante, el deseo de ver ¡qué
había allí dentro! se iba transformando en una “obsesión” para él. ▫ Luego de las visitas
furtivas del patrón con su curvilínea secretaria, su codicioso dueño trababa las ventanas
por dentro con un hermetismo tal, que la tenebrosidad se apoderaba de las
paredes. Pero al custodio esto no le tenía que importar, porque su trabajo era
impedir que alguien se acercara siquiera a la casa. Mejor dicho, no le importó
hasta que un día el patrón se olvidó de cerrar una de las ventanas y se marchó
hasta el siguiente fin de semana, en que como todos, volvería cargado de
valijas cuyo contenido vaciaba en la casa. ▫ El custodio, obsesionado
por ver qué escondía el interior de la mansión, aprovechó este olvido y se
subió a uno de los pedestales que hacía de cimiento de la centenaria
construcción. Por allí subió, abrazado a los ladrillos y trepando de costado, hasta
que llegó al alféizar y con el fuerte impulso de sus brazos llegó a presenciar
a través del vidrio de esa ventana, lo que siempre había sospechado: la mansión
escondía “una bóveda secreta”, celosamente asegurada por una gran puerta
circular de acero macizo, similar a las que tienen las entidades bancarias más
seguras. Una manivela redonda y una gran botonera electrónica en su frente,
advertían al intruso que sería imposible abrirla, a menos que… alguien supiera
la combinación, y el único que la sabía, supuestamente, era “el patrón”. Pero
ahora él, el custodio, era el único que sabía el secreto de la existencia de
esta bóveda. Aunque, mejor dicho, también lo sabía la primera dama, la esposa
“legal” de su patrón. ▫ Acerca de ella, el
custodio declaró que el martes 26 de octubre de 2010, luego que su marido llegara
a la secreta mansión y descargara el contenido de las valijas, como lo hacía
habitualmente, la despechada mujer atravesó la garita de seguridad, manejando
su auto a baja velocidad para no ser escuchada. Luego estacionó a unos treinta
metros de la entrada y descendió con visible ofuscación, en la suposición de
que iba a encontrar a su marido “infraganti” con la secretaria, pero esto no
sucedió. No obstante y al rato de su entrada en la vivienda, comenzó a escuchar
risas, las fuertes carcajadas de una enajenada mental y los gritos de ella
diciendo: ▫ —Ahora sí tendrás para
siempre lo que buscaste, dinero y mujeres, ja, ja, ja, ja. Beberás de tu propia
medicina, corrupto avariento, ¿acaso pensabas que yo no podré acumular más
plata que vos? ¿Para qué estudié de abogada? ¡Ahora tendrás para siempre lo que
siempre codiciaste! Pero no te preocupes, te dejé adentro una botella de whisky
y una foto de ella, así podrán amarse en la intimidad “por los siglos de los
siglos”. Ah, me olvidaba: si al beberlo le sentís un gusto raro, bebételo todo
igual, porque te ayudará a mitigar “tus horas finales”.¡Festejen, tortolitos!
Jaaa, ja, ja, ja, ja. ▫ En el silencio de la
inmensidad patagónica, el custodio pudo oír desde la garita de vigilancia a
unos cien metros de la casa, esos gritos burlones, provenientes de la garganta
despechada de la esposa del patrón. A continuación, ella, ocultando su odio
detrás de unos anteojos oscuros, abandonó la mansión, cerrando la infranqueable
puerta con llave. ▫ Luego de media hora sin
saber qué hacer o a quién avisar, debido al riguroso secreto que lo ponía en
peligro, el custodio fue relevado por su superior en el mando y llevado
detenido para ser interrogado, a partir de lo cual se le “recetó” su
internación en el Instituto de Salud Mental, debido a su declaración. Al día
siguiente, la televisión transmitía el Censo Nacional 2010 informando su
desarrollo con toda normalidad, censo en el que todas las casas de la
república eran visitadas por censistas para obtener información sobre sus
habitantes, mejor dicho, todas las casas menos una: la mansión que hasta el día
de hoy sigue escondiendo un intrigante secreto: ¿Qué hay adentro de “la
bóveda”? Al mismo tiempo, el país se consternaba por la desaparición física de
su favorito presidente. Aunque nadie hasta hoy, seis años después, haya visto su cadáver y el
féretro en el que se lo veló era treinta centímetros más corto que la altura del óbito.
▫ —¡Él
está vivo! ¡Él está encerrado! ¡Tiene que estar vivo! ¡Sáquenlo de la bóveda! — aseguraba con gritos
desgarradores el hombre, mientras se autoflagelaba, golpeando su cabeza contra
las acolchadas paredes de la hermética habitación del neuropsiquiátrico
santacruceño donde estaba detenido desde hacía cinco años. Cuando los médicos oyeron su pedido desgarrador, entraron dos fornidos enfermeros, uno de los cuales portaba en su
mano un trapo embebido con éter en cantidad suficiente como para dormir a un
caballo, y el otro lo escoltaba portando una jeringa de unos treinta
centímetros que translucía una baba amarillenta. El "secreto de estado", estaba
a resguardo.